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Un mensaje de la marcha del 24 de marzo: Provincias, Rosas o Mitre

El pueblo en la calle

Alejandro C. Tarruella

El acto del 24 de marzo que recorrió el país en su conjunto, deja varias lecciones. La unidad del pueblo es uno de ellos, el acto sin fisuras de organizaciones o dirigentes, es otra.

El clamor desde el abajo provincial, desde los pequeños pueblos a las ciudades hasta llegar a Buenos Aires, permite reafirmar que el movimiento va de la periferia al centro. El ejemplo de madres y abuelas que rondan ya los 90 años cuando no los superan, hablan del amor intenso, abrazador, que transmiten y comparten con el pueblo cada día. Hay un dato importante de la marcha: la enorme presencia de jóvenes que iba de la secundaria hasta los 40 años, fue significativo. Se pedía dejar de lado los egos para alcanzar una unidad para recuperar el camino del Estado de Derecho frente a un gobierno de entrega nacional, poblado de apátridas y usureros. Ese es el desafío que nos exigen reflexionar sobre el momento político para recuperar el país.

Kioscos, no

En política nacional Argentina, hoy es necesario fortalecer y crear conducción, unidad y organización. No es el reciente ejemplo del congreso del justicialismo, donde en particular, algunos referentes de la provincia de Buenos Aires, entre otros, mostraron los dientes para sostener un estado de cosas insostenible. Hay que explicarles el momento político, la urgencia de la unidad por sobre los apetitos personales. El puerto pro británico, filibustero, esclavista y usurero, entre otras cosas, plantado en el centro de escena no va más. Sucede que la unidad precisa de un protagonismo que garantice la participación activa de las provincias, y que los ejes de construcción política institucional cambien su centro. De algún modo, planteaba un pensador de provincias, se trata en términos históricos, de definir donde nos paramos: Rosas o Mitre. Por eso, en Buenos Aires, hay que hacer centro en Axcel Kicillof para forjar con el liderazgo y conducción en una mirada hacia las provincias.

Un dato interesante a considerar para ubicar el planteo, es observar el funcionamiento de la CGT. Allí no hay una sola consideración al analizar la realidad, los diferentes conflictos que se suceden en el país. Sin embargo, aún con diferencias, con matices, hay unidad de concepción para la unidad de acción. Además, en sus definiciones, el Comité Central Confederal, consulta y toma el criterio que define el conjunto del país desde sus gremios, los grandes, los medianos, los pequeños. Bien, se trata ahora de pasar a la política un concepto de acción semejante, un modo de proceder que vaya en ese camino de construir una unidad. No va más el cuarteador que recorta espacios, se recluye en su coto cerrado y procede a romper lo que está delante suyo y no comparte su jefatura. Jamás allí existe conducción que valga. El jefe grita, ordena y sanseacabó.

Nadie duda de la importancia que tiene la provincia de Buenos Aires, pero tampoco nadie duda de lo que significan las provincias, sus dirigentes, sus pueblos que muchas veces sufren padecimientos que no llegan a la gran capital. Se pierden en los atajos de la indiferencia y la negación. Y hoy es necesaria una conducción con un peso importante de las provincias, sus dirigencias, sus experimentaciones, su historia y su callada capacidad en diferentes planos, de pararse y hacer el presente de la Patria. No se puede seguir negando con estadísticas, lo que valen La Rioja, Tierra del Fuego, Salta o Córdoba (por nombrar a algunos), frente a la corporación del puerto. O acabamos con los privilegios mitristas retrógrados o no salimos de este proceso de destrucción nacional y entrega en el festín de los apátridas. En ese contexto, hay que promover el salto generacional inmediato. Nueva dirigencia ya.

Tenemos que terminar con la discriminación en sombras que se hace de las provincias, que se inicia en Recoleta o Palermo Chico y se esgrime muchas veces, en las mesas políticas de le los jefecitos y los jefazos incapaces de conducir. La conducción es un arte que se expresa en términos históricos, culturales y precisa de la unidad y de la organización para representar al conjunto de los argentinos. Esa es la línea histórica de Rosas, de San Martín, de Güemes, de Remedios del Valle y otros. Kioscos y jefecitos, representan al mitrismo de la entrega que alcanza a esta etapa histórica sin ley, amordazado el pueblo y sin una capacidad de expresión abierta debido incluso, a la desavenencias internas.

Hoy son importantes las provincias, los gobernadores, la CGT, la Iglesia, las organizaciones libres del pueblo. Contamos con la palabra y la guía del Papa Francisco que  repite: de la periferia al centro y encuentra escaso eco en zonas de la dirigencia del peronismo. Hay un máximo de pensamiento errado, que debe ser mutado por un mínimo de razón sensible para dar vuelta las cosas y encauzar el proyecto que nos lleve a superar la entrega sostenida en la destrucción del estado, la salud, la educación, la cultura, la ciencia y tantas otras cosas. Fue el Papa que nos avisó acerca de lo que se venía cuando desde la interna del peronismo, un sector, propendió a apoyar de modo indirecto ese ciclón perverso. No hay que poner la discusión en ese eje, sí en cambio, hay que tener en claro cuando el juego, es el juego sucio de los que pretenden encaramarse en cargos que habilitan a las repartijas sin mirar a quien mientras que sus emprendimientos se sostengan. Esa dinámica mercantil que inició Martínez de Hoy, debe ser erradicada de la acción política para recuperar los resortes de la construcción de soberanía, la justicia y la equidad.

De manera que definiendo a Rosas en el centro del planteo histórico político, podemos avenirnos a crear sentido en un ámbito de lo nacional de la periferia (las provincias) al centro, lo regional en camino a la multipolaridad que se avecina en un campo de derrotas de la globalización. A la globalización portuaria, hay que responderle con unidad, organización y conducción dando vuelta el paradigma que hoy pretende destruirnos y poner al centro la represión del pueblo y sus organizaciones (¿se recuerda el concepto de “guerra de policía” de Mitre y Sarmiento?). Los gobernadores y los referentes de cada provincia tienen mucho que aportar en este momento como los intendentes de ciudades grandes y pequeñas. Hay que poner de pie a una Argentina que tiene historia, y un acontecer que va de Río Grande a Uspallata, pasando por Esquel, Urdinarrain, Yapeyú para llegar a Abra Pampa. Y que Buenos Aires en ese contexto, cambie su mirada histórica para fundirse en el país mejor que tenemos que lograr.

La marcha del 24 de marzo, a lo largo y a lo ancho del país, expone que somos una nación que lazos comunes profundos, una historia y una cultura viva. Hay entonces, que observar ese quehacer común del pueblo para contar con una dirigencia dispuesta a transformarse para conducir en tiempos difíciles. Allí vamos.

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