
Más de 300 mil adultos terminan sus estudios en búsqueda de una mejor oportunidad laboral
Los Centros de Educación de Adultos desempeñan un rol fundamental en el proceso de inclusión social iniciado en 2003 y llevado adelante en la provincia de Buenos Aires por el gobernador Daniel Scioli y su gabinete.
Pero los números fríos de las estadisticas no reflejan el enorme impacto social que esta politica de gobierno produce en los sectores de la sociedad históricamente más postergados. El acceso a una educación es hoy en día una realidad para quienes no han tenido oportunidades en el pasado. Conocer algunas de sus historias sirve para tomar dimensión de los cambios profundos que se están produciendo a diario entre aquellos quienes a lo largo de su vida, fueron postergados y, en muchos casos, olvidados.
“Nunca es tarde para seguir estudiando”, cuenta Francisco Reinaga que esa es la frase que les repite a sus amigos y conocidos para alentarlos a terminar sus estudios primarios, tal como él hace ahora en el Centro de Educación de Adultos Nº 701 de Monte Hermoso, al que ingresó buscando un futuro más promisorio.
Francisco tiene 37 o 38 años, dice que aún tiene que “sacar la cuenta”, en relación a su fecha de nacimiento. Vino desde Salta hace ya algún tiempo buscando un lugar donde practicar buena pesca. Con el tiempo abandonó su pasión deportiva y se dedicó a trabajar para mantener a su familia que incluye una esposa y dos pequeños hijos en edad escolar.
Trabaja un promedio de 9 horas por día armando bloques manuales de concreto que vende a 7 pesos cada uno, utilizados para el sostenimiento de los pozos ciegos o para la construcción de algunas casas, “aunque hay que revocarlas”, aclara, al tiempo que comenta que aspira a fabricar bloques prensados a máquina, “que posiblemente van a tener mejor salida”.
En un día hace entre 80 y 100 bloques, trabajo al que llegó accidentalmente cuando tuvo que terminar su propia casa y se encontró con que no tenía la plata suficiente para comprar ladrillos cerámicos. “Entonces comencé a armar estos bloques con un molde prestado”, rememora, asegurando que con esto solo no logra subsistir y entonces recurre a las changas.
Ese es su trabajo en el invierno. Durante el verano se dedica a la venta de churros y rosquitas en las playas de esta ciudad turística. Francisco aspira a progresar y hasta sueña con montar su propia panadería para lo cual primero precisa realizar un curso de maestro panadero que le permita mejorar su oficio. Pero para ingresar tiene que tener terminados los estudios primarios. Por eso comenzó a cursar en este Centro de Educación de Adultos Nº 701, donde estudian a partir de los 14 años quienes quieren finalizar la enseñanza primaria.
Nancy Mormando, maestra fortalecedora de la institución, cuenta que la matrícula es heterogénea. La mayoría de quienes concurren son mujeres que ya criaron a sus hijos y deciden completar los estudios interrumpidos. “La gente mayor me cuenta que en su época de niñez los adultos no consideraban la importancia de mandarlos a la escuela; a tal punto que una alumna hoy ya de 60 años, recuerda que la mamá la sacó de la escuela a los 9 para que fuera a trabajar”. Y reflexiona que “por suerte, ahora hay políticas para erradicar el trabajo infantil”.
También reseña que las adolescentes “un poco por rebeldía, deciden no estudiar más, pero ya más grandes, con sus hijos en la escuela, aprovechan para estudiar”. Y asegura que a los hombres “es más difícil atraerlos porque trabajan, son el sostén de la familia y no les dan los horarios”.
Nancy cuenta que este Centro de Educación de Adultos ya tiene 30 años y rescata que “es lindo, emocionante, ver cuando los alumnos terminan la primaria e ingresan a la secundaria. Primero creen que no podrán hacerlo y luego, cuando logran terminar, es hermoso”.
Francisco también considera que su camino no será sencillo, aunque no descarta continuar el secundario: “Si me dan los tiempos y puedo mantener a mi familia lo haré”, advierte. Por ahora le cuesta la primaria, “como nunca hice la escuela y aprendí a leer por amigos, me está costando. No estoy acostumbrado a leer o a escribir, a lo mejor me cuesta por falta de costumbre, porque nunca estudié”.
Considera que estudiar lo ayuda a expresarse, a conocer mejor las palabras, las frases. “Sabía leer y escribir pero no que en medio de eso hay muchas cosas”, reconoce.
Sus pequeños hijos, en segundo y tercer grado, son quienes lo ayudan con el estudio. “Me cuesta lenguaje, la ortografía, la puntuación; los paréntesis me hacen confundir”, asegura Francisco, quien afirma que a sus hijos les va muy bien el colegio, “mejor que a mí”, afirma.
Mientras, su maestra asegura que se nota una tendencia en la gente a querer terminar la primaria porque aspira a un mejor trabajo o bien porque más mujeres quieren ayudar a sus hijos a hacer las tareas de la escuela. “Los más jóvenes muchas veces se conforman con terminar la primaria y dedicarse a trabajar, pero de grandes se dan cuenta que necesitan la secundaria para mejorar. La gente quiere estudiar ahora más que antes”, advierte Nancy.
La provincia de Buenos Aires tiene una oferta educativa de 1169 Centros de Educación de Adultos. A través de los servicios, planes y programas vigentes repartidos en los diferentes distritos, a los que concurren casi 300 mil personas. Más de 1000 son escuelas de educación primaria para adultos (EEPA) y alrededor de 150 son Centros Educativos de Nivel Secundario (CENS).
La escuela de Educación Primaria para Adultos Nº 701 es una de ellas y la singular historia de vida de Francisco Reinaga es una de las tantas que se atesoran y multiplican en ese ámbito, al que los adultos llegan con ganas de aprender para progresar, para mejorar su futuro.