Ciencia

Homo sapiens : Secuenciaron el ADN más antiguo

 

 

El hallazgo fue algo casual. Era el verano del 2008, cuando un buscador de huesos y colmillos de mamut andaba husmeando en la orilla del río Irtysh, cerca de la población de Ust’-Ishim, en Siberia oriental, a la caza de alguna pieza que poder vender. De pronto, en un depósito aluvial se topó con un extraño (y diminuto comparado con lo que estaba rastreando) pedazo de hueso. El fósil no entraba en sus objetivos, pero guardó el hallazgo en su zurrón. Después de pasar por las manos de varios investigadores rusos (uno de ellos de criminalística), la caña (diáfisis) casi completa de un fémur humano llegó al laboratorio de Svante Pääbo en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), quien no dudó en analizar el fósil. Y casi seis años después de aquello, el hueso se ha convertido en una de las piezas clave de la historia evolutiva del ser humano moderno.

El equipo de Pääbo, junto con el potente grupo del Broad Institute del MIT y la Universidad de Harvard (EEUU), dirigido por David Reich, ha datado la pieza y logrado descifrar la secuencia completa de ADN (el genoma) de aquel individuo, un humano moderno, un Homo sapiens, de hace 45.000 años. Es decir, han obtenido el genoma más antiguo de un humano moderno, del primer ancestro del hombre actual en suelo europeo. El hallazgo, publicado hoy en la revista Nature, pone a disposición de la comunidad investigadora el patrimonio genético de un individuo que vivió en un momento en el que los neandertales todavía deambulaban por Europa y parte de Asia.

De hecho, el trabajo ha permitido determinar con mucha más precisión el momento en el que ocurrió la ya conocida hibridación entre los neandertales (Homo neanderthalensis) y los humanos modernos. “Hemos visto que la cantidad de ADN neandertal en este hombre de Ust’-Ishim es muy similar a la que aún conservamos los humanos actuales”, explicó Janet Kelso, investigadora del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y una de las principales autoras del trabajo. Pero el material genético heredado de aquellos milenios de encuentros entre ambas especies no son un paquete único, sino que son secuencias repartidas por todo el genoma de los humanos modernos. Y, precisamente, son esos fragmentos los que utilizan los investigadores como reloj para calcular cuándo ocurrió la hibridación.

“La longitud de las secuencias de ADN neandertal en el genoma de este individuo son mucho más largas que las que hay en los humanos actuales”, aclara Kelso. Esto ocurre porque este individuo está mucho más cercano en el tiempo al momento en el que ambas especies hibridaron, así que los segmentos genéticos del neandertal no tuvieron tiempo de reducirse con el paso de las generaciones. “Hemos podido estimar que los ancestros de este individuo se mezclaron con los neandertales aproximadamente entre 7.000 y 13.000 años antes del momento en el que vivió este pariente humano, es decir, hace entre 50.000 y 60.000 años”, concluyó la investigadora.

Seguimos teniendo ADN neandertal

 

El trabajo que ahora se publica, además de afinar la fecha, ahonda en las primeras conclusiones aportadas por el proyecto del genoma del neandertal -puesto en marcha por el Max Planck en 2006-: que los humanos modernos fuera de África tienen un porcentaje de ADN neandertal, tanto los de ahora como los de tiempos pasados.

Este planteamiento no se ajusta a dos modelos extremos tradicionalmente planteados: que el Homo sapiens salió de África sin cruzarse o que hubo una evolución local en cada continente a partir de una migración muy antigua, cercana a los dos millones de años.

«Es gratificante saber que ahora tenemos un buen genoma no solo de neandertales y denisovanos, sino también de un humano moderno tan temprano», indica en una nota del Max Planck Svante Pääbo, quien lidera este estudio junto a Bence Viola y Janet Kelso.

 

Otros hallazgos sobre la vida humana hace 45.000 años

 

El artículo también revela que el individuo analizado vivió en el momento, o cerca, en el que se produjo la división entre las poblaciones del occidente y el este de Eurasia, lo que se ha sabido porque este individuo comparte similitudes por igual con poblaciones actuales del este y oeste de Eurasia, declara Salazar.

En cuanto a la alimentación, el trabajo sugiere que consumía recursos de agua dulce -como peces- de forma frecuente, lo que aún no se ha podido demostrar de forma directa en neandertales de la región.

Esto se ha logrado gracias a un examen de isótopos: las improntas isotópicas de cada tipo de alimento que consumimos pasan a nuestros tejidos corporales, incluido el hueso, al que van a parar los átomos de las proteínas consumidas. Cuando se analizan los restos en el colágeno óseo se puede averiguar qué tipos de alimentos consumieron.

«Como el colágeno tiene átomos de los alimentos consumidos durante varios años de vida, la señal que obtenemos es de alimentos consumidos de forma habitual», aclara Salazar, quien concluye que «probablemente esta plasticidad alimentaria supuso una ventaja para adaptarse al entorno, lo que facilitó su expansión por Eurasia, en detrimento de los neandertales, que desaparecieron».

 

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