
Baldosas que recrean historias de vida y militancia
Ese año, horas antes de un nuevo aniversario del golpe del 24 de marzo, un grupo de vecinos pegaron los primeros plotters en las veredas donde habían sido secuestrados o vivido detenidos-desaparecidos con la impronta de reconstruir la historia de vida y reivindicar su compromiso político.
Almagro, Balvanera, Chacarita, Colegiales, Liniers, Mataderos, Villa Luro, Palermo, Pompeya, San Cristóbal, San Telmo, La Boca, Villa Soldati, Recoleta fueron los primeros barrios que rindieron homenaje con el impulso de la agrupación Barrios por la Memoria y la Justicia.
Al comienzo, en coincidencia con los juicios de lesa humanidad, las baldosas se colocaban en las direcciones de los secuestrados que figuraban en las listas de la Conadep, y con el tiempo, los familiares eran quienes se acercaban a las comisiones de cada barrio.
Así, con la premisa de recuperar la memoria con la acción colectiva, el trabajo se extendió a los talleres que los docentes armaban en colegios secundarios y se proyectó en la provincia de Buenos Aires y en el interior del país.
Los colegios Nacional de Buenos Aires, Carlos Pellegrini y Mariano Acosta; el hospital Posadas, el Banco Nación, la fábrica Grafa en Villa Pueyrredón, los diarios La Nación y Clarín, las facultades de Psicología y de Filosofía y Letras de la UBA, parroquias donde curas tercermundistas pregonaban la igualdad y la justicia social, se fueron sumando a lo largo de los años al acto de reparación que se extendió también en otras provincias.
En La Plata, la Comisión Provincial por la Memoria, a través del programa ‘Paisajes de la Memoria’ releva puntos territoriales y señaliza sitios donde el horror dominó los oscuros años del terrorismo de Estado con baldosas, placas, murales, pintadas, árboles, monolitos y mausoleos.
Los jóvenes de distintas localidades bonaerense vuelcan sus inquietudes al programa Jóvenes y Memoria, donde reelaboran el pasado de militantes cercanos a su vida cotidiana con investigaciones y producciones a las que suman la confección de marcas territoriales que materializan en baldosas o señalizaciones.
«Es como volverlos a traer donde vivieron, estudiaron, trabajaron y militaron», explicó a Télam la referente de la subcomisión de la Memoria y Justicia Zona Norte, Graciela Villalba, hija de un trabajador detenido desaparecido de astilleros Astarsa, en Tigre.
En esa zona del gran Buenos Aires, donde se concentró en la década del 70 un cordón fabril con una gran cantidad de gremialistas desaparecidos, la Comisión de la Memoria comenzó a fabricar las baldosas en 2013, sumando familiares y jóvenes de organismos de derechos humanos que colocaron su primera baldosa en San Fernando, lugar donde vivía y funcionaba la unidad básica del militante asesinado César Nieto.
La última colocada fue el 13 de febrero en la puerta de la Parroquia Nuestra Señora de Carupá en Tigre, para homenajear al «Padre Pancho», un cura villero y a su hermano.
El Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA) busca integrar el barrio donde funcionó el ex centro clandestino con la promoción actividades que reconstruyen la memoria colectiva.
Con el trabajo conjunto con organizaciones barriales como la Comisión por la Memoria Belgrano-Núñez marcan lugares de militantes populares con el objetivo de «visibilizar la memoria en el barrio y dejar una marca en la ciudad para todas las generaciones».