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Roberto Caballero: «Deuda: La extorsión oficial»

Roberto Caballero

No es novedad que el macrismo plantea el endeudamiento serial como supuesta solución a los problemas nacionales. O, al menos, el intento de volver a pedir plata en el mercado (una nueva tarjeta de crédito con más descubierto) no tanto para rollovear la deuda vieja (pagar deuda con más deuda, bajo la apariencia de refinanciamientos convenientes que no lo son, recordemos el Megacanje), sino para afrontar gastos corrientes (plata para sueldos provinciales, sobre todo), que según el oficialismo no puede resolver por el déficit fiscal que habría heredado de la gestión anterior, cuco con el que también justifican los despidos en el Estado, la quita de subsidios, el ajuste y la paralización del presupuesto ejecutable de toda la administración pública nacional, que está casi congelada.

No es novedad que el macrismo plantea el endeudamiento serial como supuesta solución a los problemas nacionales.

Cuando tuvo que defender el nuevo y criticado Protocolo de Seguridad, antes de irse de viaje al exterior en medio del formidable paro con movilización de ATE del miércoles 24 en Plaza de Mayo, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich habló de “un nuevo paradigma” para justificar la criminalización de la protesta que impulsa su gobierno. Es común escuchar en funcionarios del oficialismo esto de la mudanza de paradigma, es decir, de la inauguración de una etapa signada por el cambio de reglas copernicano que pretende refundar un nuevo orden, distinto en todo al anterior, para explicar desde banalidades revanchistas (rebautizar al Centro Cultural Kirchner como Centro Cultural del Bicentenario en la TV Pública, por ejemplo) hasta cuestiones más pesadas, como la naturalización de la destrucción del empleo en el sector público y privado basándose en lógicas mercantilistas que dejan de poner al hombre y sus circunstancias en el centro de preocupación de la economía general para transformarlo en una variable más de la contabilidad más avara.

El despedidor a mansalva, ahora comprobamos, tenía su corazoncito.

A todo esto, perdón, vaya un párrafo para el señor Andrés Ibarra, ministro de Modernización, responsable de los masivos despidos y la cacería de brujas en la administración pública, que acaba de nombrar a su mujer, Carla Piccolomini, como responsable de Relaciones Institucionales de Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado (RTA S.E), con un sueldo de casi 100 mil pesos, sin pasar por el concurso que la ley exige para el puesto. Salvo en Página 12 y en algunos sitios digitales, fue la noticia más invisibilizada de la semana. El despedidor a mansalva, ahora comprobamos, tenía su corazoncito. Es un tierno, Ibarra. Con su pareja.

Volvamos a lo nuestro.

Cuando se observa la crisis que envuelve al Parlamento, donde algunos de los diputados y senadores que fueron votados para oponerse al ajuste y el endeudamiento están ahora dudando sobre la necesidad de derogar la Ley de Pago Soberano y la Ley Cerrojo exigida por los fondos buitre y el juez imperial Thomas Griesa, lo que se advierte es un corrimiento de la política del consenso anterior (que decía que no había endeudarse y, mucho menos, hacerlo de cualquier manera o para cualquier cosa) a otro nuevo consenso asumido y fatal que exige volver a los mercados internacionales para financiar déficit, que es cada vez mayor, no por la herencia recibida como argumentan, sino porque las políticas que se aplicaron en estos meses lo agravaron: devaluación salvaje, retracción de la demanda, inflación en alza, recesión en puerta, caída brutal del PBI y recaudación en baja. Es de lógica elemental que en una economía recesiva el Estado recauda menos y tiene menos plata para asumir sus obligaciones. Nunca es recomendable apagar incendios con nafta.

Es de lógica elemental que en una economía recesiva el Estado recauda menos y tiene menos plata para asumir sus obligaciones.

Los medios hegemónicos cumplen un papel esencial en este retroceso validando desde su posición concentrada el paradigma endeudador como una opción científicamente irrefutable. Si se leen sus diarios, se escuchan sus radios y se ven sus señales televisivas, lo que hoy está duramente cuestionado es el paradigma anterior, que presentaba como positivo para el país el desendeudamiento, la autonomía soberana frente a la voracidad de los mercados y el desacople de la economía local de los efectos más crudos de la crisis mundial.

Los fabricantes del nuevo consenso que defienden valores inversos trabajan a destajo para garantizar el retorno a las típicas recetas neoliberales. Y los que acentuaron el problema en apenas 100 días, ahora traen como solución única de nuevo el endeudamiento que, recordemos, es el origen del problema si vamos una décadas más atrás en la historia argentina. ¿O ya no lo recordamos? La crisis irresuelta entre dos modelos de país que no terminan de entenderse o imponerse el uno sobre el otro (el proteccionista y el aperturista, el industrial y el agropecuario, el estatista y el privatizador, el productivo y el financiero) cada tanto patean la solución para adelante cayendo rendidos ante la posibilidad de una tarjeta de crédito que les permita salir del paso.

Los fabricantes del nuevo consenso que defienden valores inversos trabajan a destajo para garantizar el retorno a las típicas recetas neoliberales.

La verdad es que, salvo en el discurso y la práctica del gobierno kirchnerista de estos años, a los dueños del poder y del dinero de nuestro país el muerto que queda para las generaciones futuras cada vez que se vuelve al endeudamiento como (falsa) opción inevitable les importa poco. Nuestras elites viven en un presente eterno. Y mientras se enriquezcan lo suficiente, las crisis que empobrecen al conjunto de la economía nacional no les mueven un pelo. Ellos le hacen sacar la tarjeta al Estado, la usan hasta exprimirla y cuando está en rojo, que paguen los que vienen detrás. Esos somos nosotros.

No por ser derecha se carece de convicciones. El macrismo agravó la situación general en apenas tres meses porque responde fielmente a una ideología. Están a la derecha de Von Hayek, el padre del neoliberalismo. Sus cuadros de gobierno no miran la realidad de manera pragmática: son conservadores dogmáticos. Están plenamente convencidos que lo peor que le pasó al país en toda su historia es lo ocurrido en los últimos doce años de “populismo”. Es una visión sesgada, incompleta, claro. Pero es la que tienen.

Sus acciones tributan a una mirada del mundo, del capital, del Estado y de las sociedades que contradicen los avances democráticos derivados de las experiencias del Estado de Bienestar, las legislación social, la soberanía de los países, el reparto de la riqueza y la promoción social ascendente. Para ese pensamiento de derecha, lo ajustable siempre es el hombre y cualquier cosas que roce principios como la equidad y la solidaridad son amenazas socializantes que ponen en riesgo la libertad del capital, principio y fin de todas las cosas. La pregunta es si la sociedad argentina necesita de esa ideología para superarse. O cada tanto recurre a ella para asomarse al abismo de sí misma y recién reaccionar cuando va cayendo irremediablemente en sus fauces.

La pregunta es si la sociedad argentina necesita de esa ideología para superarse.

Decíamos, hay diputados y senadores, muchos de ellos elegidos con mandato expreso de sus votantes para oponerse al endeudamiento y el ajuste, que están pensando en votar la derogación de dos leyes clave para volver al mercado de capitales como si nunca hubiera pasado nada con eso. Como si esas políticas no hubieran tenido consecuencias nefastas.

La verdad es que el macrismo juega fuerte. La exigencia proviene de Washington, pero el clamor crece desde gobernaciones exhaustas, que no saben cómo pagar sueldos sin asistencia de la Nación. “¿Quieren la plata?”, dice el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. “Bueno, entonces que sus diputados y senadores voten lo que nosotros decimos que hay que votar”.

Hay provincias que dependen en un 85 % de fondos nacionales para pagar a sus empleados. Hay universidades que no saben cómo van a pagar sus sueldos después de marzo. A todos ellos, el gobierno les dice que no hay plata, que se acabó, que el déficit era mayor que el esperado, que la coparticipación se va a discutir en cuotas, que la única solución es, entonces, endeudarse otra vez. Y que, para hacerlo, primero hay que cumplir con los buitres, para darle una gran señal al mercado y que nos ofrezcan, ya que volvemos con la cabeza gacha, tasas razonables. El argumento es extorsivo y el supuesto es indemostrable en la previa (¿están tan seguros de que nos van a prestar plata, así porque sí, porque ahora nos estamos por volver mansos pagadores?).

El nuevo paradigma del que habla el macrismo esconde que detrás hay una gran extorsión.

El nuevo paradigma del que habla el macrismo esconde que detrás hay una gran extorsión. Porque el consenso conseguido es producto de la coerción contra gobernadores flojitos de ideología y urgidos de pagar salarios que quieren seguir siendo gobernadores antes de que las incendien las provincias y salgan eyectados de sus feudos hacia el ostracismo, el verdadero infierno de la política para algunos.

El factor Pichetto, que perdió en su provincia y hoy brilla como vocero de la oposición oficialista que quiere Mauricio Macri, las tensiones que atraviesan al bloque del FPV, la ruptura de Bossio, la desangelada reunión del PJ, todo eso está hilvanado por una extorsión cuya base material es la necesidad de una liga de gobernadores atemorizados y de diputados y senadores que piensan más en términos de viáticos, contratos y pequeñas parcelas de poder que de cualquier otra cosa más relevante.

Esto no los exime de nada. Los explica pero no los justifica. Algunos son los mismos que votaron en su momento las dos leyes que el macrismo quiere voltear. Quizá ahora se desdigan. Dirán que cambiaron los contextos. Se excusarán diciendo que el kirchnerismo ya fue. O que La Cámpora los maltrataba. O que CFK no los atendía. No está en discusión si eso es o no cierto. Pero es un falso eje de disputa. Lo verdaderamente importante es qué significado tiene para ellos una sola palabra del diccionario: soberanía.

Entre ellos, los peronistas que se ofrecen como puente al sueño de la derecha, y el macrismo hay una sola diferencia.

El macrismo tiene convicciones.

Y, aunque duela admitirlo, las aplica.

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