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Néstor, el hombre de la adversidad que no temía

Alejandro C. Tarruella

Cuando mi hijo, Juan Matías me anunció al teléfono que había muerto Néstor, pegué un grito que no recuerdo. Me lo dijo Mercedes, que estaba con el censista en otro ambiente de la casa. Nunca tuve conciencia de este instante, enseguida hablé con ellos y de inmediato me fui a un escritorio, y me puse a escribir un poema que me acompaña en estos años en el recuerdo de su heroicidad y su entrega.

Escribe Alejandro C. Tarruella

Lo había conocido en Santa Fe, a la entrada de la Universidad del Litoral cuando venía a ver el desarrollo de la Convención Constituyente, en 1994. Por esos días, estaba acreditado por el diario “La Razón” en presidencia de la Nación y en el Congreso. Por eso estuve cuatro meses viviendo entre Paraná y Santa Fe. Néstor era un tipo afable, conversador y muy amistoso. Bastaba que le pidas una palabra y se detenía en los mismos escalones de la entrada a la universidad a conversar con los periodistas. Le preguntábamos de modo natural sobre la realidad política y me queda en el recuerdo, que siempre era crítico de lo estratégico, por eso hacía cuadros de situación con relativa facilidad y daba un veredicto. Cuestionaba el centralismo unitario porteño, que era la mirada del poder, exigía sin vueltas una transformación de los ejes que constituían ese “hacer” sin los otros, desde lo que iba a ser luego de la constitución esta suerte de republiqueta de tinte británico, un volver a 1930. Siempre había en sus comentarios una definición implícita de un país posible mejor entramado, mejor pensado en un destino que, podría hoy suponer, presagiaba días mejores.

Me viene a la memoria que, antes de asumir en 2003, Néstor había hecho críticas muy severas al menemismo, y que adelantó más o menos que había que investigar la década de 1990, y lo remataba reconociendo que “los argentinos hemos sufrido mucho en una década muy difícil”. No sé si serán su términos exactos pero lo afirmaría. Y ese era su espíritu. Cristina en tanto, como convencional, era afilada, directa y una de las personalidades de ese momento.

Ya en el gobierno, luego de atravesar el desierto, sufrir el proceso que lo llevó a ser nuestro candidato, Néstor me dejó la sensación de ser un tipo que supo siempre en qué lugar y en que tiempo estaba parado. Pudo haber sido sorprendido por algunas circunstancias pero en lo estratégico, conocía con un saber profundo, cuáles eran sus coordenadas y así se puso a jugar fuerte, como era su estilo. Había postulado que su oportunidad sería para 2007 pero como se sabe, los vientos del sur empujan más de lo que uno puede conjeturar, y empujan en las arenas de la historia al punto de dejar a más de uno que desconoce el rigor del pampero, confundido y lejano. Ese no era Néstor porque cuando los calendarios lo reclamaron salió al ruedo y se impuso sobre los detalles, las especulaciones y la adversidad. Es en la adversidad, decía el poeta latino Horacio, donde conocemos nuestros recursos. Acaso, pienso, Néstor conversó con él en algún punto del camino.

Gobernar es crear el cambio

Es posible que Néstor haya pensado a lo largo de su acción, ya como gobernador de Santa Cruz, que gobernar es producir los cambios necesarios para el pueblo, creando las condiciones necesarias para lograrlo. Sabía seguir el rumbo que le marcaba ese pueblo y con ello, podría sortear los momentos difíciles. Fue en los años ’90 cuando el gobierno de Menem lo obligó a recortar el salario de los empleados públicos. La decisión centralista ordenaba enviar el producido de la quita a Cavallo. Néstor dio el primer paso y resistió el segundo. Guardó el dinero en Santa Cruz, lo invirtió en obra pública ante la bronca del Mingo y una vez que produjo ganancias, avisó que lo devolvía. El retorno fue en un fin de año cuando los empleados públicos se encontraron con una sorpresa. No les devolvían el importe que les habían descontado sino mucho más. Néstor les restituía el dinero como si se tratara de una inversión y sumaba el interés surgido de la obra pública realizada.

En el gobierno nacional su gestión fue un huracán que le sacudía su salud. Miles de puestos de trabajo, salto económico del país a tasas chinas, recuperación de la salud, la educación, la producción, regreso de los científicos del exterior, más cultura. Todo lo necesario para llegar a 2005 y junto a Lula, Chávez, Evo, Correa, Tabaré y otros, devolverle el ALCA en la cara a Bush en Mar del Plata. La significación de su labor fue recuperar la idea de transformar el país en un marco regional activo de cambio irreversible. Cristina en tanto, reafirmaba a cada paso ese derrotero que la llevaría a la presidencia en 2007 y 2011. “Nosotros no lucramos. Tenemos convicciones e ideas. No estamos en el negocio de la política. Estamos en la transformación de la Patria”, dijo en 2009 sintetizando su papel político.

Y en el rechazo al ALCA en 2005, había dicho: “Nuestros pobres, nuestros excluidos, nuestros países, nuestras democracias, ya no soportan más que sigamos hablando en voz baja; es fundamental hablar con mucho respeto y en voz alta, para construir un sistema que nos vuelva a contener a todos en un marco de igualdad y nos vuelva a devolver la esperanza y la posibilidad de construir obviamente un mundo distinto y una región que esté a la altura de las circunstancias que sé que los presidentes desean y quieren”. Qué es como si nos lo dijera hoy, cuando estamos recordando su paso entre nosotros a diez años de aquel trágico 27 de Octubre de 2010. Cristina transformó la fecha en un hecho político al determinar que la elección que recuperó el gobierno para el pueblo, el 27 de octubre de 2019.

Diría que Néstor está entre nosotros, en cada paso, en cada hecho. En este rehacer de la esperanza que Alberto y Cristina subrayaron el 10 de diciembre de 2019. La adversidad nos templó como la arena al tiempo. Hoy cuando el movimiento obrero debate paritarias, cuando hay asistencia a los más necesitados y se lucha sin descanso frente a la pandemia, lo tenemos vibrante, íntegro y definitivo. Como sucede con las grandes mujeres y los grandes hombres que hicieron y hacen nuestra historia. Así lo recuerdo y me viene su sonrisa de tipo sencillo que sabía caminar con el pueblo en el barro de la transformación.

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