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“La única forma de cicatrizar las heridas es con Justicia”

La ex titular del INADI, Victoria Donda, le dijo a su tío, entregador de sus padres durante la dictadura: “Usted tiene la suerte de estar gozando de todas las garantías del sistema democrático».

«No se olvide que cada vez que salga a la calle lo puede hacer gracias a nosotros y nosotras, que peleamos por la libertad y democracia” agregó durante su testimonio ante el TOF 6 de la Capital Federal en el juicio por su apropiación.

El único imputado es el genocida Adolfo Donda quién pidió declarar vía remota desde el penal.; Victoria le pidió que diga adónde arrojaron los restos de su hermano a quien, según la acusación, delató ante los represores.

La audiencia se realizó en una de las salas de Comodoro Py. Allí, Victoria relató su historia. “Victoria Analía Donda Pérez es el nombre que elegí después del 8 de octubre de 2004, cuando me enteré que mi mamá me parió en la ESMA y me llamó Victoria. En honor a ella me puse Victoria como primer nombre”.

“Mi madre, María Hilda Pérez, ‘Cori’, era militante de la Juventud Peronista en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Tenía otra hija, Eva Daniela. Después ingresó a Montoneros. Era solidaria. Las mujeres del barrio la recuerdan como la chica que les enseñaba a coser a máquina. Y Laureano Donda, mi padre, ‘Pato’ en la organización, era flaco, callado, fumaba y no sabía andar en bicicleta”.

“Mi mamá fue secuestrada en la calle en Castelar. Estaba embarazada de cinco meses y tenía una panza prominente, y aun así no se bajaba de los tacos. Mi papá llegó más tarde y encontró un zapato de ella. Mientras nos buscaba, le dejó una carta a mi abuela Leontina (Puebla de Pérez, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo) por debajo de la puerta. En la carta, papá habla de mamá y su embarazo, pide que nos busquen y que nos críen juntas a mi hermana y a mí. Y también que se contacten con su hermano (Adolfo Donda), él creía que tenía la humanidad para buscarme”.

“A mi mamá la llevaron a la 3ra de Castelar. Compañeros de cautiverio me contaron que pedía siempre una escoba para limpiar la celda y que hacía chistes todo el tiempo. Un día la llevan arriba, a la sala de interrogatorios, es probable que allí haya visto a mi papá, la torturaron, volvió muy mal, no habló por dos días, y luego se la llevaron a la ESMA. Y a mí papá lo vio un sobreviviente, muy golpeado, estaba sentado en la plaza de Morón, era una estrategia que usaban para cazar militantes”.

“Varias sobrevivientes me hablaron de mi mamá en la ESMA. Lidia Vieyra me contó que cuando empezó el trabajo de parto que pidió que la ayudara una compañera, que sobre una mesa de madera nací yo, de parto natural, que a mi mamá le habían puesto suero, que (el médico militar) Magnacco entró a chequear que yo estuviera viva, que apenas salió mi mamá se sacó el suero, me abrazó y me llamó Victoria. Estuve unos días más con ella, en una canastita”.

“Mi abuela Leontina se contactó con quienes un tiempo después eran conocidas como las Madres de Plaza de Mayo y luego las Abuelas. Mis otros dos abuelos, Cuqui y Telmo, también presentaron hábeas corpus. Leontina, junto con dos de mis tíos, lo fueron a ver a Adolfo Donda para que los ayude. Él les contestó que mis papás sabían lo que les podía pasar”.

“Pero mi abuela Cuqui murió. Mi hermana tenía 11 años y se fue a vivir con Adolfo Donda. Mi abuela Leontina, en 1987, después de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, se va a vivir a Canadá con la familia. Adolfo Donda estaba libre y le tenían miedo. Para que dimensionen quién es: ha sido parte del aparato de Yabrán, fue su testaferro. En los años 90 lideraba una empresa que se encargaba de la seguridad de todos los aeropuertos del país”.

“Las Abuelas de Plaza de Mayo me siguieron buscando. Me buscó también la Comisión de hermanos de HIJOS. Fui apropiada por Juan Antonio Azic, que fue parte de esta estructura terrorista, que estaba casado con Esther Abregó. Tengo una hermana de crianza. Crecí en zona sur, en Berazategui, iba a la escuela en Florencio Varela, los fines de semana los pasaba en la casa de mi abuela de crianza en Monte Chingolo. De adolescente, nos mudamos a Quilmes, hice la secundaria en el Colegio Sagrada Familia. Era rebelde, pero como era estudiosa nunca me echaron. Allí conocí a un cura que me regaló un libro del Che y comencé a militar en una organización de izquierda”.

“Yo no tenía dudas. Le pregunté a mi madre de crianza cómo había nacido y me respondía cosas como ‘naciste en mi corazón’. En 2003, cuando el juez Baltasar Garzón pide la extradición de 46 militares argentinos, uno de ellos era Juan Azic, que ese día intenta suicidarse, pero el tiro le rebota en el paladar, está vivo y condenado por este (su apropiación) y otros delitos. Fui testigo de las querellas en las causas en las que fue condenado”.

“A los dos días del intento de suicidio de Azic, vienen a verme de HIJOS y Abuelas y me cuentan que había posibilidades de que fuera una de las nietas que buscaban. Hacerme el ADN me dolía, pero necesitaba conocer las caras de mi mamá y de mi papá. Cuando Azic despertó del coma, le manifesté mi enojo y le pedí que me dijera si sabía de quién era hija. ‘No sé, sos de la Aeronáutica’, me escribió en un papel, porque no podía hablar”.

“En ese momento, yo militaba en Avellaneda y estudiaba Derecho. Me puse a leer sobre el funcionamiento de la represión, busqué en el libro de casos de Abuelas las embarazadas de zona oeste secuestradas por Aeronáutica, las empecé a mirar, eran pocas, y cuando la vi a Cori dije: ‘Esta mina tiene mis ojos, tiene que ser ella’. Leí también que tenía otra hija, quise conocerla, me encontré con ella. Lo primero que pensé era que no podía ser mi hermana”.

“Ella no se sorprendió. Apenas me hice el ADN, la primera persona a la que llamé fue mi abuela Leontina, y la segunda mi hermana. Hasta 2006 no conocí a los Donda. Y respecto a Adolfo Donda, lo que me interesa saber es mi fecha de nacimiento, que él la sabe, y si hay posibilidad de saber en qué fosa lo tiraron a mi papá. A mi madre, lo dicen los testimonios, la subieron a un vuelo de la muerte”.

“Mi abuelo paterno, Telmo, vivía en Diamante, Entre Ríos, y era peronista. Cuando vino la Revolución Fusiladora tuvo que esconder sus libros y mudarse a Buenos Aires, a Ciudadela. Sólo tengo una foto de él. Una compañera suya me contó que le dijo que tenía dos hijos, los dos muertos, uno por revolucionario y el otro por asesino”.

Victoria recordó a más sobrevivientes que la ayudaron a reconstruir su historia –Sara Osatinsky, Adela Segarra, Cachito Fukman, Raúl Cubas–, detalló el caso de la familia Ruiz Dameri, cuya hija nacida en la ESMA también fue apropiada por Azic, y leyó una emotiva carta de puño y letra que conserva de su padre.

El represor Donda, ya condenado por torturas y desapariciones, pidió ampliar su indagatoria, pero lo hizo para victimizarse y desplegar su cinismo y su perversidad. Esperamos que pronto el Tribunal Oral Federal N° 6, a cargo del juicio, le aplique la condena por apropiación que le está faltando.

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