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Gaza evidencia el apartheid colonialista de Israel y EE.UU.

Eduardo J. Vior

Sorprendidos por la magnitud y potencia de la resistencia palestina, el terrorismo estatal sionista y su aliado norteamericano están aislados en una encerrona de la que no logran salir.

Por Eduardo J. Vior

Aunque aún no se sabe cuándo cesarán los combates entre israelíes y palestinos en la Franja de Gaza, después de una semana larga de contienda Tel Aviv y Washington aparecen como los primeros derrotados. El alto mando israelí desoyó el ultimátum que Hamás y Yihad Islámica le dieron el domingo 9, para que cesara en Jerusalén el desalojo de los pobladores del barrio de Sheikh Jarrah y las irrupciones en la mezquita de Al Aqsa. Entonces fue sorprendido por las primeras descargas de cohetes y más tarde por el alto porcentaje de proyectiles que, volando a muy baja altura, perforó la “cúpula de hierro”, el sistema de defensa antiaérea que supuestamente haría invulnerable al Estado sionista. A pesar de los intensos bombardeos sobre la Franja, nueve días después de haber comenzado el combate los cohetes siguieron volando, las bombas siguen cayendo sobre la población del gueto y el desconcierto cunde entre los perpetradores.

En su ambición por retrotraer la situación de Medio Oriente a 2016, el gobierno de Joe Biden inició hace un mes negociaciones indirectas con Irán para revivir el Acuerdo Nuclear de 2015 y desconsideró el peso de la alianza entre Israel, Arabia Saudita, los Emiratos y Bajréin tejida por el yerno de Donald Trump, Jared Kushner, en los años pasados. Al estallar la crisis actual, se encontró, entonces, sin el pan y sin la torta: no sólo que la República Islámica no está dispuesta a abandonar su programa de enriquecimiento de uranio, sino que incrementa su ingente y eficaz fabricación de cohetes de corto y mediano alcance, con los que abastece al “Eje de la Resistencia”, incluida Gaza. El gobierno norteamericano fue sorprendido por el estallido de las hostilidades. No quiere que Israel lo empuje a una guerra con Irán, pero está obligado a darle su apoyo. Entonces juega a postergar las negociaciones, en la esperanza de que Tel Aviv derrote a Hamás y se acabe el problema. Pero los días pasan y los palestinos no sólo resisten, sino que contragolpean con mucha fuerza.

El domingo 16 se reunió el Consejo de Seguridad de la ONU convocado por China, su presidente durante mayo. La embajadora estadounidense ante las Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, dijo durante el encuentro que su país estaba «trabajando incansablemente a través de los canales diplomáticos» para detener los combates. Sin embargo, se negó a que el organismo sacara una mínima declaración pidiendo el fin de las hostilidades, cuando sabe que bastaría con una llamada de teléfono de Biden a Netanyahu para detener el bombardeo israelí y Hamas cesaría inmediatamente sus disparos. Por su parte, el propio secretario de Estado Tony Blinken prefirió estos días seguir en una gira por los países nórdicos, en lugar de dirigirse a Oriente Medio.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en la frontera con la Franja de Gaza

Ante la parálisis del máximo órgano de gobierno mundial, por iniciativa del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, este lunes 17 el Cuarteto de Oslo (ONU, UE, EE.UU. y Rusia) discutió virtualmente cómo alcanzar un alto el fuego, aunque sin avanzar con medidas concretas. Por lo menos, convinieron seguir discutiendo bajo ese formato.

Entre tanto, como si nada pasara, el gobierno de Joe Biden autorizó la venta a Israel de armamento teledirigido de alta precisión por un total de 735 millones de dólares, según informó este lunes The Washington Post. Según detalla el medio vocero de la CIA, el Congreso de EE.UU. fue notificado el pasado 5 de mayo sobre los planes para efectuar la transacción, es decir, casi una semana antes de que el grupo Hamás iniciara sus ataques con misiles contra territorio israelí, pero cuando ya se habían agudizado los enfrentamientos en Jerusalén Oriental. EE.UU. mantiene una posición ambigua cada vez más difícil de sostener: se ha pronunciado a favor de un alto el fuego inmediato, mientras sigue defendiendo el supuesto “derecho de Israel a defenderse”.

La indefinición del conflicto llamó al ruedo a la diplomacia rusa. «Condenamos los ataques que se lanzan desde la Franja de Gaza contra los barrios residenciales [israelíes] y también, por supuesto, los ataques —absolutamente inadmisibles— contra instalaciones civiles en el territorio palestino», dijo el ministro de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov ante la prensa en Moscú.

La carnicería de Israel en Gaza puede ser detenida inmediatamente por Joe Biden, pero la pregunta que paraliza a Washington es qué hacer después. Ninguno de los actores en el teatro de combates cree ya en la solución de dos estados pergeñada por Itzjak Rabin y Yasser Arafat en Oslo en 1993. Ambos fueron asesinados por haberse atrevido a tanto y desde entonces es letra muerta. Netanyahu desea una solución de tres estados en la que Hamás gobierne en Gaza, la Autoridad Palestina en Cisjordania e Israel en todas partes. Hamás, a su vez, aspira a apoderarse de la representación de todos los palestinos, en la patria y en la diáspora y a dirimir con Israel la suerte del territorio en nombre de sus más de 12 millones de compatriotas.

En EE.UU. todavía se mantiene el apoyo bipartidista a Israel, pero la opinión pública está cambiando perceptiblemente. El reciente acento sobre los derechos humanos de los palestinos más que sobre su reivindicación nacional está haciendo que más personas se solidaricen con ellos. 30 representantes demócratas han criticado en la Cámara los bombardeos contra la población civil de Gaza, Bernie Sanders ha pedido un alto el fuego y en varias ciudades se han producido manifestaciones a favor de los palestinos. Claro que el lobby sionista en el Congreso y en los medios es muy dominante, pero el piso está crujiendo. Cada vez más norteamericanos y europeos están viendo la dominación israelí sobre los territorios ocupados y Gaza como un régimen de apartheid similar al que ejercía la minoría blanca de Suráfrica antes de 1991.

El crimen de apartheid se define como «actos inhumanos cometidos con el fin de establecer y mantener la dominación de un grupo racial sobre cualquier otro y oprimirlo sistemáticamente». En la actualidad, Israel es la única potencia gobernante o que ejerce un control primario sobre los palestinos desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo; sus políticas hacia el pueblo palestino constituyen innegablemente un crimen de apartheid y el público occidental poco a poco está abriendo los ojos ante este hecho.


El edificio de la prensa en Gaza, la torre al-Jalaa, que fue bombardeado intencionalmente por Israel el pasado 14 de mayo

Como explica Elijah Magnier en su blog, la crisis en Gaza unificó a los palestinos y quebró el prestigio de Israel. El detonante fue la escalada y agresiva campaña israelí contra el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Oriental, habitado por más de 38 familias palestinas amenazadas con ser desalojadas de sus hogares. Israel también atacó salvajemente a manifestantes y creyentes en la mezquita de Al-Aqsa hacia el final del mes sagrado de Ramadán. Especialmente digno de mención es el levantamiento de los árabes israelíes. Tras 72 años de convivencia han demostrado que la nueva generación quiere recuperar su territorio ocupado. Sin embargo, la batalla en Gaza continuará algunos días más, porque Israel necesita cuidar la imagen que los cohetes palestinos han perforado a la vista de todo el mundo.

Precisamente, por la pérdida de prestigio sufrida por Israel y EE.UU. se les hace más difícil hallar la salida. Cualquier cese de las operaciones sería percibido en todo el mundo como el reconocimiento de una derrota. Hamás y Yihad Islámica, por su parte, tampoco tienen prisa en dejar de disparar sus cohetes, al menos mientras la población de la Franja aguante los bombardeos. Para que la violencia cese un tanto, todos los actores deben poder salvar su cara. Quien medie, si quiere tener éxito, debe edulcorar las concesiones que las partes hagan, para que nadie aparezca como derrotado. Rusia se ofrece como el mediador con más chances, porque Putin tiene una muy buena interlocución con Netanyahu y todos en la región saben de la seriedad del Kremlin a la hora de cumplir sus compromisos. El acuerdo que se alcance ahora no será definitivo, sino el prólogo de la próxima contienda, pero ya con un nuevo árbitro, impensado hasta la semana pasada. Después de 75 años de hegemonía en Medio Oriente, Estados Unidos no va a abandonar el mito de los dos Estados de un día para otro e Israel va a persistir en su  política colonial racista por un tiempo más, pero después de esta crisis el ordenamiento de la región va a quedar en gran parte confiado a Rusia y, lógicamente, también a China.

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