Es hora de que el radicalismo recupere su identidad
A mis amigos radicales: La contramarcha de Macri sobre el protocolo de aborto no punible, después de haber encendido la mecha, afecta de manera singular al radicalismo y a la política, no sólo a un funcionario radical honesto, el secretario de Salud Adolfo Rubinstein.
Por José «Conde» Ramos (*)
Sin intención de inmiscuirme en la vida interna del partido de Alem, Yrigoyen y Alfonsín, tengo la esperanza de que sus dirigentes no se limiten a pronunciarse en alambicados respaldos a uno de los hombres que prestaron al gobierno de la entrega, del negocio de amigos y de la anti política.
Este hecho (la gota que rebalsa el vaso) debe poner en marcha la rectificación del error de Gualeguaychú y convertirse en impulso para que el radicalismo recupere su identidad, diluida en el cogobierno con el macrismo.
Es el momento bisagra para cuestionar o seguir acompañando, con contradicciones mayores, a quienes nunca los consultaron en las decisiones importantes. A quienes representan a los sectores del privilegio y la entrega de la soberanía, del sometimiento a los capitales de la especulación financiera y del endeudamiento ruinoso, contraído en tiempo récord y comparable con el empréstito de la Baring Brothers.
Es el momento de dejar de ser el socio inconsulto conducido por Durán Barba. Y desmarcarse del gobierno que volvió al pasado de la inequidad más cruda y violenta, enmascarada por el marketing que supieron imponer los CEO del oficialismo.
La Revolución del Parque, la Reforma Universitaria del 18, el acceso a la política de sectores postergados, el rol yrigoyenista de comprometer a Sáenz Peña con el voto universal, el radicalismo del Nunca Más y del juicio histórico a los genocidas, poco y nada tienen que ver con acompañar al gobierno de la vergüenza
(*) Diputado nacional por el Partido Justicialista, mandato cumplido. Se desempeñó como legislador entre 1987 y 1991 e integró el histórico Grupo de los Ocho, que se opuso a las políticas neoliberales de Carlos Menem.