Justicia

El Equipo de Antropología Forense identificó a cuatro desaparecidos

Por: Juan Manuel Mannarino

 

 

Carlos Raúl Racagni, Irma Edith Parra Yakin y  Jorge Luis Ruffa
Carlos Raúl Racagni, Irma Edith Parra Yakin y Jorge Luis Ruffa

 

El cementerio La Piedad es uno de los más grandes de Rosario. Fundado en 1886, tiene 40 mil sepulturas. Entre 1976 y 1983, los militares usaron el lugar menos visitado para enterrar, de forma clandestina, a un grupo de desaparecidos.  Ese sector es donde están las sepulturas en tierra de los NN: pobres, indigentes, familiares no reconocidos, sin lápidas ni flores ni cartas. Esta semana, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó a cuatro cadáveres que habían sido exhumados de esa parte del cementerio. “En 1984, a partir de una causa  de lesa humanidad en la región, se abrió la investigación por la posible aparición de cuerpos en el cementerio. Y hasta ahora, ya llevamos 14 identificaciones. Se logró demostrar que los militares utilizaron el método de los enterramientos clandestinos como método sistemático para desaparecer los cuerpos”, dijo a Infojus Noticias el fiscal Federico Reinares, de la Unidad Fiscal de Derechos Humanos de Rosario.

Desde la Unidad confirmaron que se trata de Miguel Ángel Rubinich, Irma Edith Parra Yakin, Jorge Luis Ruffa y Carlos Raúl Racagni. Los tres primeros fueron sepultados como NN, mientras que el último fue inhumado con un nombre falso. “En general, los enterramientos que hicieron los militares fueron en fosas comunes y como NN, por lo que sorprende que hayan sepultado a Racagni con el nombre apócrifo de Juan José Martínez”, aclaró Reinares. En un informe de la fiscalía al que tuvo acceso esta agencia, se detalló el procedimiento por el cual los militares usaron el cementerio La Piedad de manera sistemática y en el marco del genocidio.

“Hasta el momento, a  los 14 identificados los ubicamos entre los años ‘77 y ‘78. Trabajamos sobre 130 sepulturas de NN, todas en tierra, entre los sectores 74 y 75 del cementerio. Eso no quiere decir que estemos hablando de 130 desaparecidos, porque por ahora identificamos una ínfima cantidad aunque el trabajo de la EAAF sigue en proceso”, dijo Reinares. A Rubinich lo desaparecieron en octubre de 1976; a Parra Yakin, el 4 de noviembre de ese mismo año. Y a Racagni lo mataron e hicieron pasar el crimen por un supuesto “enfrentamiento” con fuerzas de seguridad el 20 de octubre de 1976.

 

“Tu recuerdo se hace grande y tu lucha alimenta mi sonrisa”

 

Ruffa fue secuestrado el 28 febrero de 1977 y asesinado el 17 de marzo de ese año. Oriundo de San Luis, se había recibido de arquitecto en Rosario.  Era profesor de la Universidad Tecnológica de Venado Tuerto, militaba en la Juventud Peronista y tenía 34 años cuando fue secuestrado. Había sido visto por última vez en el centro clandestino de detención La Calamita. Por su asesinato fueron juzgados los represores Jorge Fariña y Juan Daniel Amelong, condenados a prisión perpetua por 21 casos de secuestros, 11 de ellos seguidos de torturas y por lo menos 10 homicidios.

Irma Parra Yakin nació en San Juan y fue secuestrada cuando tenía 37 años.  Era militante de Montoneros junto a su marido, Jorge Elio Martínez, que también desapareció pocos meses después. Según relató su hijo Fernando, sus padres se conocieron cuando ella ya era maestra y estudiaba psicopedagogía en la Universidad Católica de Cuyo, donde el padre cursaba la carrera de Derecho, por los años ‘70. Ya militaban en Montoneros y hacían trabajo social en los barrios del Gran San Juan. Al año siguiente de conocerse nació Fernando, que poco recuerda de sus padres porque desaparecieron cuando apenas tenía 5 años.

A Racagni le decían “El Monito” y en 1970 había ingresado a la Facultad de Ciencias Económicas de Santa Fe. Fue militante de Juventud Universitaria Peronista (JUP) y Montoneros. Lo mataron el 20 de octubre de 1976 a la edad de 25 años. Su sobrino Federico, que no lo conoció, escribió no hace mucho: “Todos los octubres, todos tus octubres. Tu recuerdo se hace grande y tu lucha alimenta mi sonrisa. Y en cada pibe pobre que pide limosna, veo tus ojos tristes (…) Gracias. Por tu compromiso. Por tu generosa lucha. Y un fuerte abrazo donde quiera que estés”.

 

“Se corta el efecto de la desaparición”

 

En la investigación de la Unidad Fiscal, además, se precisó que los enterramientos clandestinos no fue el único método que se usó para  desaparecer los cuerpos. “Un mecanismo eficaz de los represores fue el de arrojar cadáveres a la vera de las ruta. Y otro fue el de sepultar desaparecidos en los campos militares. Como ejemplo del segundo, tenemos comprobada la existencia de enterramientos en el centro clandestino Campo San Pedro”, enfatizó Reinares.

El predio militar Campo San Pedro está ubicado a unos 50 kilómetros de la ciudad de Santa Fe, cercano a Laguna Paiva, y fue señalizado como “sitio de memoria” por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. En 2009, y a raíz de las denuncias de organismos de derechos humanos, el EAAF halló en ese territorio militar los restos de cinco hombres y tres mujeres con evidencias de haber sido asesinadas. Hasta el momento fueron identificados los cuerpos de Oscar Wilkelman, María Esther Ravelo, María Isabel Salinas de Bosso, Carlos Alberto Bosso y de Gustavo Adolfo Pon, jóvenes militantes políticos que permanecían desaparecidos desde sus secuestros en Rosario, entre agosto y septiembre de 1977.

En relación a los cadáveres que los militares “tiraban” en las rutas, el fiscal Reinares especificó que se trató de un procedimiento particular. “Los cuerpos eran arrojados casi a las entradas de los pueblos santafesinos. Eso no era casual, porque cuando los encontraban se los llevaban a los cementerios de dichos pueblos y los enterraban de forma clandestina”, dijo. El informe cita los cruces entre los libros de ingreso del cementerio y los datos de la investigación que maneja la Unidad sobre los secuestros y las desapariciones. De ese modo, el EAAF procede a la identificación de los cuerpos.

Sobre el valor simbólico de las últimas cuatro identificaciones, Reinares dijo que “se resuelve la cuestión reparatoria” y, a nivel jurídico, se reactivan los casos en las diferentes causas de lesa humanidad que están en proceso en Rosario y Santa Fe. Para el fiscal,  “es importante porque se corta el efecto de la desaparición y se calma la angustia de los familiares. Con la aparición de los cuerpos tenés un dato positivo. Se resuelve el cuándo, porque sabemos que fueron enterrados en los cementerios. Pero la justicia, ahora, tiene el desafío de saber el por qué y el cómo”.

 

La repercusión en los familiares

 

El abogado de la APDH Rosario, Norberto Forestí, enmarcó la noticia en un «sentimiento de dolor y emoción al que no podemos llamar alegría».  A la familia Ruffa la noticia del descubrimiento de los restos les llegó un día antes del aniversario de su secuestro y a 38 años de su asesinato. Diez años atrás, los hermanos Ruffa habían dado muestras de sangre al banco de ADN de familiares de desaparecidos. La fosa del cementerio donde encontraron «parte del cuerpo de Jorge Luis, era un enterramiento común, que contaba con más de 100 cadáveres aproximadamente, enterrados en 7 u 8 capas, según el momento de la muerte», explicó Raúl, hermano de Jorge Luis.

«Identificarlo no fue fácil porque luego del fusilamiento, su cuerpo fue calcinado en un auto. Los datos que los forenses armaron, con una paciencia de hormiga, tenían como antecedente el testimonio de la esposa de un detenido que fue dejada en libertad, y lo asentado en el cementerio, donde constaba que el cuerpo había sido enterrado el 17 de marzo de ese año», recordó.

Fernando Martínez, hijo de Irma Edith Parra Yakin, se había hecho un ADN hace unos tres años, para formar un banco de datos de familiares de desaparecidos en todo el país. “Cuando me enteré fue como un shock, lloré mucho, pero ahora siento alegría porque por fin voy a tener el cuerpo conmigo”, dijo el joven, que milita en la agrupación HIJOS, en una entrevista periodística.

La fiscalía informó que los trabajos fueron realizados por el EAAF y estuvieron a cargo del licenciado Miguel Nieva. Los estudios genéticos posteriores de las muestras tomadas de los cuerpos fueron concretados por el laboratorio “The Bode Technology Grop Inc.”, de Estados Unidos, y el Laboratorio de Genética del EAAF, en Córdoba, en el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas (Infojus Noticias).

 

 

 

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