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El balotaje, un plebiscito contra la locura

Mientras Macri organiza la escena para dañar a Massa, nadie sabe si Milei está en condiciones de gobernar sus impulsos.  

 El balotaje es una definición por penales. Ya pasaron el partido y el alargue, lo único que resta saber ahora es si el próximo presidente es Sergio Massa o Javier Milei.

La abstención razonada y el llamado al voto en blanco son posturas estéticas en esta tenida: no definen nada y dejan en evidencia la bajísima tolerancia a la frustración de los sectores derrotados en primera vuelta. Lo que vaya a ocurrir, van a tener que observarlo como plateístas y no como protagonistas del juego.

Después de la errática participación del candidato de La Libertad Avanza en el programa de Esteban Trebucq en A24, en el comando de campaña massista se entusiasman con la idea de plebiscitar la figura extraviada del economista “austríaco”, y atizan una pregunta incómoda: ¿Está Milei en condiciones de ser presidente? No son pocas las versiones que circulan –sobre todo en el inflamable mundo de las redes sociales- dándolo por desertado de la batalla final. Es prematuro un desenlace así. Todo está por verse.

Pero es verdad que todavía no está medido el impacto en opinión pública del blanqueo de Milei como candidato de Mauricio Macri. Nadie sabe a ciencia cierta si se trata de una vela que lo impulsa o un ancla que lo hunde. Cuando haya alguna certeza, se sabrá cuál es el futuro que espera a Milei. En caso de que Macri no arrime los votos suficientes para asegurarle a su criatura, al menos, una competencia con algún grado de suspenso, los escenarios que se abren son malos para todos.

En primer lugar, para el propio Milei, porque estaría sellando el destino de su espacio. Si llega a quedar clavado en los sondeos en un número que no despegue con energía de los 30 puntos que consiguió en las PASO y en la primera vuelta, La Libertad Avanza correrá la suerte de las terceras fuerzas que irrumpen fugazmente en el firmamento para luego ser devoradas por la larga noche de la historia política. Hasta el Pacto de Acassuso, Milei no tenía pasado: ahora tiene el de Macri.

Un pasado que la mayoría de la gente no asocia con nada bueno. La heredera directa de aquella gestión macrista, la ministra más rutilante de esos cuatro años infelices, salió tercera y cómoda en la reciente primera vuelta. El abrazo de Milei con Patricia Bullrich puede terminar convirtiéndose así en el abrazo del oso, un tanto menos infantilizado que el del león y el patito que viralizaron sus estrategas de campaña.

La alianza Macri-Milei, además, dinamitó Juntos por el Cambio e insufló aires de rebeldía al radicalismo, situación que objetivamente beneficia la candidatura de Sergio Massa, quien bajo la premisa de la “unidad nacional” los cuenta como socios ministeriables. Y todo esto a 40 años de la victoria radical post-dictadura de la mano de Raúl Alfonsín que Milei no se cansa de castigar en sus apariciones públicas.

Otro dato a tener en cuenta es que Bullrich, la presunta aportante de votos a La Libertad Avanza en esta final, introduce a Milei en el espacio de “la casta” forzando el uso de la antinomia kircherismo vs. antikirchnerismo que el electorado dejó atrás en la primera vuelta. Es una antinomia, un sistema de juego, funcional a una derrota ya verificada: la de Bullrich. Leyendo el resultado que puso a Massa y al libertario en segunda vuelta, puede inferirse que la divisoria en esta etapa es otra. Los electores parecen moverse en base a intereses de otra cepa.

Hay un riesgo real para los libertarios de que el balotaje se convierta en una impresión 3D aumentada de la primera vuelta. Pero en el equipo massista llaman a evitar el exitismo y a seguir trabajando la campaña como si Milei estuviera arriba 5 ó 6 puntos. Son conscientes de que diversos factores de poder trabajan incansables para que algún “cisne negro” tuerza la tendencia.

Es que el poder de daño de Macri es un elemento a tener presente en el análisis. ¿Y si le ordena bajarse a Milei para que Massa asuma como presidente con apenas el 37 por ciento de los votos? Es un esquema hipotético, no imposible.

A nadie escapa que el candidato Milei es malo para cosechar adhesiones. No para de pelearse con todos. Y es legítima la pregunta ya instalada sobre su inestabilidad emocional y la incompatibilidad de sus arranques con un cargo de presidente. Un jefe de Estado no puede manejarse a base de impulsos. O los domina o no está para ejercer.

Según la ley, si Milei desistiera de participar de las elecciones, quedaría su vice como candidata. A 40 años del fin de la dictadura, que el Partido Militar, representado por Victoria Villarruel, vaya a elecciones con un peronista que lidia con inflaciones de tres dígitos es un espectáculo para pensar.

Algo puede predecirse de la escena.

En ese caso, la antinomia sería democracia o dictadura.

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