
Condenaron a perpetua a la mujer quechua acusada de matar a su esposo
Cuando la policía fue a buscar a Reina Maraz por el asesinato de su esposo Limber Santos, ella “asintió con la cabeza”. Repitió el gesto en tribunales y, durante más de un año estuvo detenida sin comprender el proceso penal que la involucra porque solo se comunica –de manera fluida– en su lengua materna, el quechua. “En la cosmovisión quechua este gesto no significa la comprensión de lo que se le está diciendo, el sentido cultural es el de mostrar intención de dialogar”, explicó en el expediente la socióloga, especialista en derecho indígena y género, Karina Bidaseca. Esta tarde, el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Quilmes dictaró la sentencia: la condenaron a prisión perpetua en una lectura breve y postergando los fundamentos.
Reina llegó a Argentina en 2009. Vino porque Limber así lo quiso, y consiguieron una pieza y trabajo en los hornos de “Chacho”, en las afueras de Florencio Varela, en Buenos Aires. Él trabajaba cortando ladrillos, ella los apilaba; por poca plata, casi nada. Con el tiempo llegó a extrañar su tierra, un pequeño poblado rural en Avichuca, cercano a Sucre en Bolivia, donde no había jueces, ni fiscales y la aplicación de justicia quedaba en manos de un “corregidor”, el representante más viejo de la comunidad. En Argentina, aprendería con el tiempo, no son los ancestros, sino la Justicia con mayúscula y burocrática, la que define sobre la vida y la libertad de las personas.
El 16 de noviembre de 2010, hizo la denuncia por la desaparición de su marido. Cuatro días después la fueron a buscar; por entonces, esperaba su tercer hijo. Estaba embarazada cuando la detuvieron y hasta el séptimo mes estuvo en una comisaría. Después la llevaron a la Unidad 33 de Los Hornos, en La Plata, donde un equipo de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) advirtió que no tenía posibilidad de comunicarse si no era en su lengua materna. Por la intervención de la CPM, en abril de 2012 el Juzgado de Garantías Nº 6 de Quilmes anuló la única audiencia en la que Reina declaró durante la instrucción de la causa. Desde entonces, Frida Rojas la asiste y traduce en cada instancia judicial.
Cuando comenzó el juicio, la semana pasada Reina declaró: en quechua. Frida estuvo a su lado, la tradujo y también explicó su llanto. En su lengua, Reina contó que la vida con Limber nunca fue buena para ella. Lo conoció cuando tenía 17 y se fueron a vivir a lo de la abuela de él; un año y medio después la dejo, con dos hijos –uno de poco más de un año, otro de meses y enfermo-. Limber se vino a Argentina, en 2009 la fue a buscar. La amenazó, le dijo que se iba a llevar a los chicos y la obligó a venir. Antes de viajar la llevó a un “médico”, para ver si en su ausencia mantuvo relaciones con otro hombre.
En la audiencia Reina recordó que a Limber lo quería y contó que cuando llegaron a Buenos Aires, a la distancia se sumaron los golpes. La semana pasada, la presidenta del tribunal Silvia Etchemendi, le pidió a Frida que Reina usara frases breves. Así lo hizo, y solo lloró cuando recordó los golpes. Ahogó el llanto, suspiró, y dijo que Limber se volvía “como loco” y que un día, rompió todo: “los vasitos, las ollitas y la ropa también lo desgarró todo”. Esa vez ella se fue hasta la terminal en Liniers, quería volver a Bolivia. No pudo viajar porque la hermana de Limber tenía sus documentos. Volvió con él y, al tiempo se fueron a vivir a los hornos de ladrillo, en las afueras de Florencio Varela.
Él se emborrachaba y casi no tenían para comer. “Yo estaba flaquita, casi ni cuerpo ni ropa llevaba”, dijo Reina y contó que una vez Limber le pegó hasta dejarla inconsciente. Otra vez la ofreció a Tito Vilca Ortiz, un vecino que la violó para cobrarle una deuda a él. Cuando ella le contó a Limber lo que había pasado, él la agarró del cuello y la arrastró de los pelos, mientras decía “te voy a matar”. Esa tarde Reina se desmayó y Limber la tuvo que llevar al Hospital de Varela, donde permaneció internada por unas horas. Vilca Ortiz también estuvo detenido por el homicidio de Limber, pero falleció antes de enfrentar el debate oral.
No fue esa la única vez que Vilca Ortiz violó a Reina. Reina lo denunció con Alberto, el hermano mayor de Tito, como era costumbre en su comunidad. “Este comportamiento de Reina es acorde a sus pautas culturales, a la justicia comunitaria del derecho indígena, que indica que los hermanos mayores deben responder y sancionar a los menores”, escribió en su informe Bidaseca, consultada por la CPM para presentarse como Amicus Curia (amigos del tribunal) en la causa. Sin embargo Alberto justificó a su hermano diciendo que estaba borracho. El día que su marido desapareció, Tito volvió a abusar de ella.
La pasada semana el fiscal Fernando Celesia pidió la pena de prisión perpetua para Reina. El defensor José María Mastronardi pidió su absolución, dijo que “no hay pruebas” que permitan imputarla como autora del crimen; impugnó principalmente el testimonio tomado a uno de los hijos de Reina en cámara Gesell. El chico tenía cinco años, cuando “una fiscal la interrogó como si fuera un adulto y tampoco hablaba bien el castellano”, explicó una fuente cercana al debate. El fiscal basó su pedido en ese testimonio, “aunque en el juicio se escuchó a tres peritos –una oficial, y dos de parte-que cuestionaron cómo se hizo”, explicó la defensora general de Quilmes, Noemí Pérez, que asistió regularmente a las audiencias de este juicio.
«El nene, que en ese entonces tenía 5 años, debía manifestar lo que vivía a través de juegos y de prácticas indagatorias propias para su edad sin embargo, al ver las imágenes de esa Cámara los tres peritos coincidieron en desestimarla ya que era más un interrogatorio, de menos de 20 minutos, que una práctica psicológica», dijo la directora de Litigio Estratégico de la Comisión Provincial de la Memoria (CPM), Margarita Jarque.
La sentencia se conocerá hoy a las 13, en los tribunales de Quilmes en la calle Hipólito Irigoyen Nº 475. Las integrantes de la CPM, estarán presentes, como durante todo el debate, para realizar una veeduría pormenorizada del desarrollo del juicio y el registro audiovisual del proceso. “El rol de veedores implica extremar las garantías de la instancia oral y publica que cualquier persona que está ante la justicia tiene que tener”, manifestó Jarque. El Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Quilmes, que preside la jueza Silvia Etchemendi e integran Marcela Vissio y Florencia Butiérrez tendrán en sus manos la decisión sobre la vida de Reina, que desde enero de este año, pudo esperar este juicio junto a su hija, con una medida de prisión, pero domiciliaria.