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Con el pretexto del ”business as usual” Pompeo marca la línea

Mientras Donald Trump y su esposa retornan a la Casa Blanca, el “Estado profundo” pone su sello a la política exterior en nombre de la continuidad

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

Este lunes, a poco de saberse que el Presidente Donald Trump y su esposa serían dados de alta y continuarían su recuperación del Covid-19 en la Casa Blanca, el secretario de Estado Mike Pompeo advirtió públicamente que los Estados Unidos están «completamente preparados» para enfrentar cualquier acción que pudieran realizar «actores pícaros» durante la convalecencia del mandatario. Como cada crisis política interna de relevancia, la enfermedad del presidente y su cónyuge puso a la diplomacia norteamericana bajo presión. Por un lado, deben esforzarse por mostrar a sus aliados que nada ha cambiado y a los indecisos y adversarios, firmeza, para que no pretendan sacar ventajas. Sin embargo, habida cuenta de las inconsistencias e incongruencias de la diplomacia estadounidense en los últimos años, ya tratar de mostrar coherencia y continuidad implica cambiar las políticas en todos los ámbitos.

“Sabemos que hay actores malvados en todo el mundo”, declaró el secretario poco antes de partir hacia Tokio, donde se entrevistará con el nuevo primer ministro japonés, Yoshihide Suga. «Esta tarde estuve con el general Milley» (Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto) «y me aseguró que nuestras fuerzas están prontas», agregó. Pompeo informó también que habló con el presidente Trump, para ponerlo al día de los últimos acontecimientos mundiales, y que lo encontró «de muy buen humor».

Cuando el viernes se anunció que el test de coronavirus realizado a Trump había dado positivo, Pompeo estaba en Croacia y decidió no interrumpir su visita. Igualmente el sábado –ya de vuelta- viajó a Florida para un acto de campaña y este lunes partió hacia el Extremo Oriente. ¿Business as usual? (¿Seguir con los negocios como de costumbre?). Como cuarto en la línea sucesoria (detrás del vicepresidente, el presidente interino del Senado y la de la Cámara de Diputados), durante su gira el secretario de Estado se mantendrá en estrecha comunicación con Washington y deberá responder a las demandas de sus aliados sobre el futuro inmediato de la política exterior norteamericana. Tanto él como los mayores jefes militares y los responsables de las principales agencias de inteligencia tratarán de convencer a sus interlocutores de que “todo sigue igual” y mostrar a sus adversarios, especialmente a Rusia y China, que “nada ha cambiado”.

El problema es que la política exterior de Donald Trump se ha caracterizado precisamente por su continua variación. El presidente ha dado frecuentemente órdenes contradictorias: retiren las tropas de Siria, no las retiren; vamos a negociar con Putin, trasladen más efectivos de la OTAN hacia Europa Oriental, etc. El permanente cambio de rumbo ha sido una forma de independizarse del aparato diplomático, militar y de espionaje que gobierna Washington, así como un modo de sorprender a sus contrincantes e imponerles sus reglas de juego. Tratar ahora, a menos de un mes de la elección presidencial más reñida de la historia norteamericana desde el siglo XIX, de mantener una línea coherente en su política exterior es un oxímoron … o esconde un cambio de rumbo.

“Con el presidente enfermo y en medio de una campaña electoral muy polarizada, no podemos descontar la posibilidad de que China aumente su presión sobre Taiwán o de que Rusia trate de sacar ventaja en Europa Oriental”, tuiteó Nicholas Burns, uno de los principales asesores de Joe Biden en política exterior y ex subsecretario de Estado en el gobierno de George W. Bush (2005-09). “Es importante darles una señal de que los estamos vigilando y podemos reaccionar en cualquier momento”, reclamó. ¿Se trata de una sugerencia precavida o de una exhortación a avanzar? No son Rusia ni China quienes amenazan en los escenarios mencionados por él. Muy por el contrario.

Pompeo viaja esta semana a Japón, Mongolia y Corea del Sur, tres países fronterizos con China, en los que el secretario agitará contra la República Popular y contra Corea del Norte. Buena oportunidad para atizar el fuego.

Las divisiones dentro de EE.UU., la incoherencia e incongruencia política y diplomática del país en los últimos largos años (mucho antes de 2016), su incapacidad para prevenir la crisis económica y para manejar la pandemia y su tendencia a mostrar músculo fuera de tiempo y en exceso han hecho que gobiernos extranjeros y autoridades de organismos supranacionales desconfíen, cuando los líderes norteamericanos hablan de “mantener el rumbo”. ¿Qué significa esto en el Mar Meridional de China? ¿Qué van a meter allí más portaviones y arriesgar un choque con la marina china? ¿O piensan intensificar los vuelos espía sobre el Mar Negro y las maniobras en Polonia y Lituania, hasta bajar “por error” un avión ruso? Mantener el rumbo en zonas de alta tensión implica ir al choque.

Mike Pompeo no lo va a decir, y mucho menos en una campaña electoral en la que los halcones dirigen la política exterior de ambos partidos, pero el pretexto de la continuidad es el mejor para quitarle al presidente las riendas de la diplomacia y embretar al país en un conflicto sin retorno que el próximo gobierno (quien quiera que sea) no pueda evitar. Probablemente, business as usual sea la mejor tapadera, para que diplomáticos, militares y espías impongan su marca a la política exterior de la superpotencia. Así se gobierna al margen de cualquier mecanismo democrático.

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