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Analizamos la deuda que van a terminar de pagar tus nietos

Eva Sacco Por Eva Sacco especial para Infobaires24
Una de las promesas de Cambiemos en campaña estuvo relacionada con retornar a los mercados de créditos internacionales.

Según el discurso promovido en Cambiemos la toma de deuda implicaba la solución de muchos de los problemas argentinos: ampliar la inversión en infraestructura y solucionar la coyuntura desfavorable que se “heredaría” del gobierno anterior eran algunas de las panaceas prometidas. Sin embargo, a pesar de lo mucho que se discute y discutió acerca de la problemática de la deuda externa es mucho lo que se desconoce acerca de la mecánica de su funcionamiento.

La deuda soberana es la deuda que tiene mantiene un Estado con cualquier particular -nacional o no- país u organismo internacional o supranacional. Cuando esa deuda está nominada en dólares -el contrato implica que ese pago se realizará en dólares- se denomina deuda soberana externa, o deuda pública externa. ¿Cuál es el problema de la deuda pública en dólares? Como su pago se realiza en una moneda extranjera, la capacidad de pago del país está atada a la capacidad del Estado de conseguir los dólares necesarios para cumplir con las obligaciones. Se espera que la deuda se pague con los dólares que ingresan por la vía exportadora; pero si no es posible esto se deberá tomare nueva deuda o refinanciar la misma con un incremento en los intereses.

¿Qué diferencias existen entre los tipos de deuda externa? En general existe una gran diferencia entre la deuda soberana que se coloca en los mercados de crédito internacionales de aquella que se toma con organismos internacionales o supranacionales. Cuando un estado toma deuda con acreedores privados tiene dos opciones: negociar un crédito con un banco o una agencia financiera o recurrir a la emisión de bonos en los mercados de créditos. Un bono es una promesa de pago futura y el mecanismo de toma de deuda implica que los Estados emiten una gran cantidad de estos bonos que son ofrecidos en los mercados financieros a particulares que los compran con la finalidad de obtener una ganancia.

En principio la deuda no es mala ni buena, como tampoco las fuentes de financiamiento lo son. Todo depende de qué manera el Estado utilice los fondos y cuales sean las obligaciones que se crea y si el retorno esperado de la inversión supera los costos que la misma.

Esta ganancia puede darse tanto porque se espera al vencimiento del contrato, como porque se revende el bono a un precio superior del precio de compra en el mercado secundario. La toma de deuda de Argentina en general se realizó por medio de bancos o fondos de inversión internacionales -un ejemplo de esto es la mítica duda con la Casa Baring- hasta la década de 1970 donde se realizaron grandes inversiones de bonos en dólares. Los acreedores de deuda soberana en los mercados de crédito internacional constituyen una multiplicidad de actores que en muchos casos son anónimos y que cambian rápidamente.

Otra alternativa de financiamiento en dólares es acudir a los organismos multilaterales de crédito. En general estos organismos prestan fondos con objetivos específicos: el FMI tiene como objetivo financiar desequilibrios transitorios y coyunturales en la balanza de pagos, mientras que los prestamos del Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo tienen el objetivo de financiar proyectos son un perfil de desarrollo, infraestructura o inclusión social.

Existe una gran diferencia entre la deuda soberana que se coloca en los mercados de crédito internacionales de aquella que se toma con organismos internacionales o supranacionales

En principio la deuda no es mala ni buena, como tampoco las fuentes de financiamiento lo son. Todo depende de qué manera el Estado utilice los fondos y cuales sean las obligaciones que se crea y si el retorno esperado de la inversión supera los costos que la misma implica, incluyendo el riesgo de no contar con los dólares suficientes. La emisión de bonos es una manera de obtener fondos que pueden ser utilizados de manera discrecional por el tesoro, ya que no están afectados a un uso específico. Sin embargo, la gran cantidad de acreedores dificulta la negociación y la salida del conflicto en caso de que se suscite una “crisis de deuda” como en nuestro país en el año 2001.

Una cuestión adicional que complica aún más la situación es la existencia de inversores -los fondos buitres- que compran la deuda a precio vil cuando las expectativas de repago son muy bajas y luego presionan legalmente y mediante lobbys para que los Estados que están recuperándose reconozca el 100% del valor nominal de los bonos más los intereses punitorios.

Una crisis de deuda, es una situación de tensión en la cual surgen dificultades para que el Estado responda por las obligaciones contraídas con sus acreedores. Se encuentran posiblemente entre los eventos más catastróficos que pueden afectar una economía en tiempos de paz. Comparables con un tsunami o un terremoto, pueden ocasionar la pérdida de miles de puestos de trabajo, cierre de industrias, hambre y sufrimiento en toda la población. Durante septiembre de 2015, Argentina propició un nuevo marco legal internacional en la ONU, que equilibra los intereses de los pueblos con los de los acreedores y prevendrá muchísimos padecimientos a los largo y ancho de todo el mundo.

En este nuevo marco no se necesita acordar con la totalidad de los acreedores un acuerdo de reestructuración de deuda, sino que contar con un acuerdo con una mayoría calificada es suficiente para que el acuerdo sea válido y vinculante para todos los acreedores.

Sin embargo, la política de deuda del gobierno de Cambiemos decide hacer caso omiso de las declaraciones de las Naciones Unidas y avanzar en un acuerdo con los fondos buitres que no solo re-endeude a la Argentina en miles de millones de dólares sino que siente un peligroso precedente -a pesar de que el plazo de gracia acordado en la reestructuración de venció- para nuevos reclamos de otros acreedores.

Todo esto presentado, como estamos acostumbrados en el marco de un cambio positivo, cuando le país vuelve a ser un país serio que honra sus deudas -aunque sea con los buitres que nunca nos prestaron un peso y se aprovecharon de la situación- por sobre los intereses de toda la población.
Para seguir leyendo: De la banca Baring al FMI de Norberto Galasso. Ediciones Colihue (2003).

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