Periodismo-Ficción: Revelamos las fuentes que consultó Fantino para anunciar la muerte de Cacho Fontana

Sorprendió una vez más Fantino por su precisión en la información. Claro, duró unos minutos pero, mientras que nadie lo desmintió, era cierto. Ayer lunes, anunció en su programa de las 16 por América, que había muerto Cacho Fontana. Sus periodistas super bien informados lo confirmaron. Insistían en decir que todo estaba chequeado y se perdían en una mirada melancólica sobre los celulares. El auxilio de la tecnología de punta no dejaba dudas, se había ido el gran locutor que hizo años de gloria en Radio Rivadavia. Fantino agregó imágenes de sus diálogos con Cacho, contó que vivían a un piso de distancia en la calle Florida y lo recordó con expresión de pérdida irreparable ante las cámaras.

Escribe Nicanor Zambrano

Unos días antes, otro seguidor de Fantino, había anunciado la muerte de Carlos Timoteo Griguol, maravilloso jugador que se convertiría en un legendario director técnico del fútbol argentino. Los medios volvían a demostrar que es más importante alterar al oyente o televidente que decir algo que pueda ser comprobado. Pero resulta que Griguol estaba vivo. No en vano, Fantino estaba en la misma pantalla que hace décadas anunció la muerte de Juan Pablo II cuando estaba vivo y en acción.

En este caso, decidimos investigar de donde había sacado Fantino su noticia gol. Recordamos que fue un exitoso difusor de acusaciones sobre el kirchnerismo y en particular sobre Cristina, para lo cual, con talento, no se dude, creó la figura del ex doctor Marcelo D’Alessio, invitó a Daniel Santoro, operador de acciones contra el kirchnerismo en Clarín y América, proyectó al conocimiento abierto al fiscal Stornelli, quien operaba por su cuenta junto al juez Claudio Bonadío.

A D’Alessio lo hizo agente secreto pero público de la DEA y en ese carácter, creador inventivo de acusaciones, delincuentes, delitos y lo que fuese necesario para ayudar a Macri. Logró así que el espía público fuera columnista de los grandes diarios. No se dude, Se presenta como periodista independiente. Así recibió a Luis Barrionuevo quien le confesaba que tenía retenido en su casa, a un personaje que iba a declarar contra Cristina, evitando que lo detuvieran. Y reía a carcajadas ante la aventura.

Pudimos averiguar ahora, luego de la fallida muerte de Cacho Fontana, quien una vez que se anunció su muerte, habló por América recordando que aún está en pie, quién le dio aviso al minucioso conductor. Al parecer, Fantino chequeó la información con Marcelo D’Alessio, ex agente secreto, ex abogado, preso hoy porque sus amigos –incluidos Fantino y Santoro- lo “dejaron de araca” e insistió en saber qué ocurría con el histórico personaje de los medios, con Santoro, jefe de ética de la academia macrista de periodismo, y al no sentirse del todo seguro con lo dicho por D’Alessio, se dice que llamó al fiscal Stornelli.

-¿Qué hacés, Alejandro? – lo recibió al tubo el fiscal de los grandes armados – ¿En qué te puedo servir?

-Carlos, necesito confirmar si murió Cacho Fontana – rogó el severo conductor.

– Ale, llamalo a Bonadío que te va a confirmar la triste noticia – Fantino se alteró.

-¿Bonadío? – respondió en un hilo de voz.

-Si. Llamalo a Claudio al número de siempre – insistió Stornelli.

Fantino estaba nervioso. Marcó el número que tenía en su registro y cuando escuchó el tono de la llamada comenzó a transpirar. De pronto sonó el registro que indicaba que tenía un interlocutor en la línea. Fue cuando escuchó aquella exclamación que lo sacudió.

-¡Aleeee querido…! – estalló Bonadío.

-¿Sos vos, Claudio? – se expresó perturbado Fantino.

-Sí, boludo, quien voy a ser, ¿Máximo Kirchner?

-Bueno, quería saber si estabas al tanto de que se murió Cacho Fontana.

-Sí, se murió. Es más, hace un rato lo vi por aquí.

Cuando colgó fue hasta el baño y se secó el sudor de la frente y de las manos, y fue al piso porque comenzaba su programa de verdad y certeza.

Luego de lanzar la información que aseguraba la muerte del locutor, insistió en que había chequeado la información y sus fuentes, seguras como siempre, le habían dicho lo que afirmaba. Por prudencia, no dio el nombre de su última fuente. Era demasiado.