Internacionales

Mientras EE.UU. discute sobre la guerra futura, Eurasia se unifica

Eduardo J. Vior

En una semana en que demócratas y republicanos discutieron sobre quién es su enemigo principal, la mayor parte del mundo hizo las cuentas sin la superpotencia.

Por Eduardo J. Vior

Asolados por el coronavirus, con sus ciudades incendiadas y en medio de una crisis económica gigantesca que los atenaza, los Estados Unidos están dando una sensación de gran fragilidad. Sin grandes alharacas, en tanto, Asia se está uniendo aceleradamente, en un movimiento que cada vez más firmemente envuelve a Europa. Sin dudas, apenas asumido el próximo gobierno, el “Estado profundo” norteamericano va a reaccionar. De quién gane las elecciones del 3 de noviembre depende en qué dirección lo haga, aunque nadie se hace demasiadas esperanzas sobre las capacidades y habilidades adaptativas de ninguna de las facciones en pugna.

Quizás el aspecto más saliente de la flaqueza estadounidense sea la debilidad de su economía. En los últimos doce meses el dólar ha perdido el 5% de su valor en relación a una canasta de monedas y desde marzo pasado ha descendido el 10% en relación al euro. Un dólar barato puede ser positivo para los exportadores norteamericanos, pero malo para atraer inversiones de Bolsa y para respaldar su centralidad como moneda de referencia internacional. Como explicación más habitual se dan los malos datos de la economía o el creciente déficit comercial. Sin embargo, muchos analistas se preguntan cuánto durará como patrón de cambio.¿Puede ser remplazado por el yuan, el euro o una canasta de monedas?

Asia y Europa sumadas tienen ya un peso económico superior al de EE.UU.

Si bien los datos provistos por el FMI, el Banco Mundial y otras fuentes difieren, en 2019 EE.UU. produjo cerca del 25% del PBI global, pero alcanzó sólo el 15% de la paridad de poder adquisitivo (PPP). Por su parte, Eurasia produjo sólo el 55% del PBI global, pero llegó al 60% del PPP. En términos nominales, los mayores partícipes en la economía euroasiática fueron la UE (21%), China (16%), Japón (6%), la Asociación de Estados del Sureste Asiático (ASEAN, 4%) e India (3%). Japón, Corea del Sur, Taiwán y la ASEAN sumados llegan al 12%. En términos de PPP, la UE alcanzó el 13%, China el 20%, Japón el 4%, los países de la ASEAN el 6% e India el 8%. Los países del Este y Sureste de Asia combinados llegaron al 13%.

Este volumen económico adquiere peso político, cuando se consideran las alianzas de los últimos años. Desde principios del siglo XIX las potencias anglosajonas trataron de impedir que Rusia se hiciera fuerte y se aliara con Alemania y/o China. Desde hace cuatro años su alianza con China tiene carácter estratégico, esta última tiene un fuerte vínculo con Alemania y sólo falta que Rusia estabilice su lazo con la potencia europea, aunque probablemente para ello tenga que esperar a que se resuelva la sucesión de Angela Merkel en 2021.

El pasado 31 de julio se reunieron cerca de Beijing las tres facciones principales del Partido Comunista de China (PCCh): el grupo de Xi, el Grupo de Shanghai y los neomaoístas. Habitualmente se reúnen allí en verano durante una semana, pero este año, aduciendo los peligros de contagio, sólo se encontraron por unas horas. Interesante es que del encuentro salió el plan estratégico para los próximos 15 años que en octubre será sometido al Buró Político del Partido. O sea que las deliberaciones entre las distintas alas ya llevaban varios meses y en la reunión sólo se formalizó un acuerdo previo del que cabe destacar dos aspectos centrales: 1) la concentración en el crecimiento económico autosostenido y basado en el fortalecimiento del mercado interno, es decir, en el mejoramiento de las condiciones de vida de la población; 2) la lucha por el restablecimiento del multilateralismo, del comercio libre y el libre flujo de capitales y tecnologías.

También en Rusia hay fuertes impulsos para que el país proceda en la misma dirección. Sectores de la elite vecinos a Vladímir Putin entienden que hay que exportar tanto oro, petróleo y gas como sea necesario para financiar las tecnologías indispensables para el desarrollo, pero reducir al mínimo la dependencia respecto a los proveedores occidentales. En este sentido, la asociación ruso-china brinda a ambos países inmejorables perspectivas. Los ferrocarriles y el gasoducto “Fuerza de Siberia” que unen a ambas potencias fortalecen su sinergia y les ofrecen la seguridad de comunicarlos por tierra.

El talón de Aquiles de la superioridad tecnológica china es su necesidad de importar semiconductores para el desarrollo de su TI e IA, pero esto parece estar resolviéndose desde una fábrica recientemente instalada en Rusia y el desarrollo de la propia industria china. De este modo, ambas potencias quedarían entrelazadas y a salvo de eventuales bloqueos norteamericanos.

A pesar de los numerosos reveses sufridos en los últimos años, Estados Unidos parece no haber aprendido otro lenguaje que el de las amenazas, para tratar de evitar la unidad de Eurasia. En la campaña electoral actual ambos partidos enarbolan banderas guerreristas, sólo que de signo diverso. Mientras que los republicanos –consecuentes con la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, por su nombre en inglés) de 2017- ven a China como enemigo principal, los demócratas –cuyo equipo de política exterior está coordinado por el obamista Tony Blinken- ponen el foco en Rusia. Se trata de dos facciones del mismo “Estado profundo”, pero ninguna tiene alternativas para recuperar la capacidad de competencia económica de la superpotencia.

Estados Unidos parece no haber aprendido otro lenguaje que el de las amenazas, para tratar de evitar la unidad de Eurasia

Intentaron realizar una “revolución de colores” en Bielorrusia, pero lo hicieron tan torpemente que empujaron definitivamente a Aleksander Lukashenko a los brazos de Vladímir Putin. Impulsaron a Benyamin Netanyahu a anunciar la pronta anexión de gran parte de Cisjordania, pero el miedo a precipitar un enfrentamiento con Rusia e Irán, para el que no están preparados, los hizo recular de la aprobación final. Apartaron a India del lucrativo negocio de la construcción del puerto de Chandahar en Irán, por el que el país surasiático podría haber accedido al mercado de Asia Central, y el proyecto quedó incluido en el gigantesco proyecto de infraestructura chino-iraní por 400 mil millones de dólares. Trataron de cercar a China en su Mar Meridional y ésta se abre camino hacia los mares australes a través de Paquistán, Laos y Tailandia. La retirada del primer ministro japonés Shinzo Abe es la próxima piedra de toque para verificar si aprendieron algo más que a hacer la guerra.

Estados Unidos perdió el rumbo.En los últimos cinco años Rusia y China hicieron realidad la unidad de Eurasia, la masa continental sumada ya supera el poderío económico de la superpotencia y, si Rusia se entiende con Alemania, Europa seguirá por añadidura. Ante este panorama, el Pentágono puede tratar de bloquear las líneas de suministros ruso-chinas, particularmente las marítimas, pero, amén de los riesgos bélicos que esta política obstructiva implica, esta estrategia no ofrece alternativas para superar el retroceso relativo de Estados Unidos.

La superpotencia se debe un debate sobre su economía y su lugar en el mundo que las simplificaciones propagandísticas que ambos partidos están usando en la campaña electoral no remplazan. El tiempo corre y las decisiones urgen. Cuanto más se retrasen, mayor será la ventaja de sus competidores.

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