Este marzo de 2021 es un mes de la memoria especial. El distanciamiento físico, medida necesaria y sensata en este escenario pandémico, podría haber debilitado el sentido comunitario incubado en cada expresión y práctica política de los sectores populares.
La imposibilidad de ejercer el acercamiento hacia el otro podría habernos mareado en la incertidumbre y la desazón. Pero no fue así y este mes que se inicia es una buena oportunidad para demostrar que el pueblo guarda en su interior la fuerza y la memoria necesarias para construir progreso.
Dicen las Madres: “El nombre de nuestros hijos es muy importante para nosotras y lo llevamos escrito en cada uno de nuestros pañuelos blancos. La dictadura cívico-militar lo que buscó, además de aniquilar y matar, es hacer desaparecer todos los rastros, que nuestros hijas e hijos fueran borrados para siempre. Les quisieron quitar esa identidad, nosotras se la devolvemos.” Claridad y valentía como la de estas palabras son virtudes necesarias para el ejercicio de la memoria que cada Marzo compete a quienes trabajamos por un mundo de iguales. Los compañeros fueguinos desaparecidos están presentes, del mismo modo que tenemos presente donde estamos parados y cuáles son los capitales políticos (nuestro gobierno popular) y simbólicos (nuestras formas particulares de sentir y de hacer, siempre ligadas al amor por el otro y a la justicia) que debemos proteger. La práctica de la memoria es hoy más necesaria que nunca; memoria entendida como paso hacia adelante, como salida progresiva frente a los sectores antipopulares que atizan la humareda de la desunión y el olvido.
Tierra del Fuego fue hogar y cuna de muchos héroes y militantes del campo popular, de los cuales nosotros haremos un breve repaso. Los relatos aquí reunidos son pequeños, pero sus ecos llegan hasta el presente fueguino. https://www.tierradelfuego.gob.ar/a-45-anos-del-golpe-detenidos-desaparecidos-por-el-terrorismo-de-estado-en-tierra-del-fuego/
Guillermo Carlos Barrientos Vargas
Secuestrado el 7 de Noviembre de 1977 por las autodenominadas “Fuerzas conjuntas de Seguridad” en pleno centro de Córdoba. Tenía 24 años, era obrero y estudiante de ingeniería en la ciudad mediterránea. Esa noche había compartido cena en la casa de su mejor amigo y al momento de su secuestro ambos estaban esperando el colectivo en Av. Colón, que llevaría a Guillermo a su casa de Miller N°1227. Nunca llegaría. En la noche iluminada por las luces del centro de la ciudad cuatro personas de civil, portando armas largas, obligaron violentamente a los amigos a subirse a dos coches separados. Desde ese momento se perdió todo rastro de del compañero fueguino.
Juan Carlos Mora
Estudiante fueguino, cursaba Medicina en la Universidad de La Plata, al tiempo que compartía militancia con su joven esposa en la Juventud Universitaria Peronista. Tenía 20 años al momento que sufrió su secuestro el 1° de diciembre de 1976. Fue desaparecido junto a su compañera Silvia Amanda González, quien estaba embarazada. Está documentada su detención en la Comisaría 5° de La Plata y, posteriormente, en el centro clandestino conocido como “Pozo de Arana”.
Silvia Amanda González de Mora
Tenía 18 años y cursaba su quinto mes de embarazo cuando fue secuestrada junto a su marido, Juan Carlos Mora. Fue madre en cautiverio ilegal e inhumano. Su niño es hoy un adulto con la identidad apropiada por sus captores. Su abuela paterna fue integrante infatigable de Abuelas de Plaza de Mayo, buscando a su nieto incansablemente hasta su fallecimiento el 13 de septiembre de 2016.
Otros casos emblemáticos del terrorismo de estado en Tierra del Fuego:
Asesinato de Florencia Angélica Rojas
Tenía 27 años, era docente y querida por todos sus alumnos que la lloraron en su féretro. Su muerte fue a quemarropa, por la espalda, brutal. Su único crimen: pasar con su coche frente al Casino de Suboficiales de Río Grande. Era el 13 de diciembre de 1982, en las postrimerías de la dictadura, cuando Angélica estaba charlando con unas amigas mientras se movilizaban en su auto escuchando música. Un guardia apostado frente al Casino, aquella noche ocupado por una fiesta, dió una voz de alto e inmediatamente abrió fuego, inexplicablemente. Posteriormente declararía a los padres de Angélica que se encontraba borracho, como todos en el Casino.
La de Angélica Rojas es una muerte absurda que resume el terror de una época y que aún hoy nadie olvida en Río Grande.