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Erdogán y su nueva mezquita de Estambul en busca del pasado perpetuo

Alejandro C. Tarruella

El 24 de julio pasado, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogán, consumó el pase del santuario Santa Madre Sofía de Estambul, ahora mezquita de rito musulmán. No suena a loco que un político de ancho poder en su tierra, alucine rehacer un imperio en un rapto regresivo que nos llevaría un poco hacia los años previos a la primera guerra europea, llamada mundial.

Escribe Alejandro C. Tarruella

Si Macri quería retroceder a la Argentina de 1905, podría reunirse con Erdogán que pretende volver hasta el imperio turco otomano para delirar sobre presuntas grandezas. Esas miserias con que se visten algunos gobernantes pretensiosos.

Erdogán avanzó hacia ese pasado, y el 10 de julio hizo del santuario Santa Madre Sofía, que era en estos años un museo, una mezquita. Su cúpula fue una de las más visitadas de Europa. Construido en el 360 después de Cristo por el emperador bizantino Justiniano I, fue luego parte del cristianismo unos mil años. El emperador Mehmed II, el Conquistador, quien ganó Constantinopla,la convirtió en mezquita por otros 500 años cuando fue centro de unidad religiosa del Imperio Otomano.

Cuando el imperio otomano se hizo de Constantinopla en 1463, fue reconvertida en mezquita, período que duró hasta 1931, luego de la revolución de los jóvenes turcos de Mustafa Kemal Atatürk y sus sucesiones, cuando se la secularizó y recibió al turismo internacional. Así llegó a Erdogán que quiere ganar la fe de la población turca y atraer a millones de musulmanes del mundo islámico a una resurrección que es una herida para los griegos y la propia iglesia de Roma.

El Papa Francisco se expresó “muy dolido por la conversión” y otro tanto expuso el Patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Estados Unidos, de modo oficial por medio de Mike Pompeo, secretario de Estado de Donald Trump, expuso sus reparos. La ministra de cultura griega, Lina Mendoni, cuestionó a Erdogán y dijo que su decisión era un “desafío directo para todo el mundo civilizado”. En cierto modo, era un poco el dolor de ya no ser porque nadie podía impedir que el mandatario de Estambul se probara las ropas de un sultán.

Hay que recordar que el presidente turco tomó la decisión una vez que fue derrotado electoralmente en el Ayuntamiento Metropolitano de Estambul, alcadía que reúne al mayor número de ciudadanos

Sectores progresistas ven la jugada como un recogimiento del mandatario con vistas a crecer en las bases profundas de la sociedad hacia el nacionalismo y las ideas conservadoras. Erdogán había celebrado comicios en marzo, los anuló y al volverlos a realizar, perdió luego de sostener un poder local durante un cuarto de siglo. Hay que dejar sentado que los efectos de la pandemia incidieron en los resultados que hicieron temblar al aspirante a sultán que había sido alcalde de Estambul en 1984.

Al futuro por un camino al pasado

Erdogán pretende con la vuelta de tuerca de la Hagia Sophia, ahora mezquita, ponerla en tercer lugar como espacio sagrado del islam. Iría detrás de la Gran Mezquita, Masjid al Haran, la Gran Mezquita de La Meca y la Masjid a al-Aqsa, de Jerusalém. De ser las cosas de este modo, quedaría atrás incluso la mezquita de Medina, Masjid al-Nabawi. Esto sucede cuando se produce la decadencia política e institucional de los Saud de Arabia Saudita. Hundidos en la corrupción, la tiranía, las guerras y el sostén económico del terrorismo que opera en varios países de África y Asia, viven el aparente fin de una etapa de la OTAN y la presencia de los Estados Unidos en la guerra, lo que estaría señalando que una etapa de la globalización, acaso la globalización misma, se acaba en el mundo.

A su vez, Turquía atraviesa los momentos finales signados por la secularidad y el laicismo, que instauró la revolución de los jóvenes turcos que lideró Mustafa Kemal Atatürk en 1922 luego de la primera guerra mundial. En ámbito del patriarcado ecuménico de Constantinopla, que lidera Bartolomé (no es Mitre), se critica con dolor el paso dado. Bartolomé introdujo un detalle no menor al observar que el hecho “dividiría a musulmanes y cristianos”. Temen a su vez, que mosaicos medievales de la Sagrada Familia y retratos de emperadores cristianos sean demolidos. Las autoridades locales los cubrieron con lienzos para que no se vean puesto que en el mundo musulmán no hay imágenes.

El 24 de julio, el presidente Erdogan, hizo en el templo bizantino de Santa Sofía, el primer rezo musulmán en 86 años.La autoridad religiosa musulmana de Turquía, nombró tres imanes y cinco muecines. Lo saludaron desde Quatar, Pakistán y Malasia mientras que, para el jefe diplomático de la Unión Europea, Josep Borrell, se trataba a secas, de un hecho “lamentable”. La fecha elegida, coincide con el 24 de julio de 1923, cuando el Tratado de Lausana anulaba el Tratado de Sevres, y nacía la Turquía ‎moderna sobre las bases sustentadas de Mustafá Kemal Ataturk, que restauró Santa Sofía ‎y lo transformó en un templo museo en 1934. Se anulaba así aquel hecho. ‎Nada casual. A su vez, celebraba la toma de Constantinopla en 1453 por el sultán Mehmet II. En 2006, Erdogán firmó con el presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, la “alianza de las civilizaciones de las Naciones Unidas”, que fue sepultado en ese acto.

También en julio, 2018, Erdogán inauguró nuevas prerrogativas constitucionales luego de ser reelecto presidente. Fue acogido en una descomunal ceremonia en el Palacio Blanco, construido para su uso, y celebró con viajes a Azerbaiyán y Chipre ocupada en una franja por su país. Mostraba así que Turquía es más ancha que sus límites. Saludaba ya como el denominado “signo de la rabia”, que utilizan los miembros de la Hermandad Musulmana que orientan los británicos.

Erdogán parece ir por el espacio que perderá Arabia Saudita. En primer término tiene que reunir a los musulmanes, y luego de lograrlo buscará un aliado del tipo de los Estados Unidos para sostener su poder en la crisis permanente. Si la globalización pierde sus batallas actuales, Erdogán puede verse en problemas. Su retorno al pasado se sostendrá únicamente si alcanza a impedir que una transformación haga del planeta un espacio más solidario. Su horizonte imperial se sustenta en la guerra como objetivo y como negocio. Los sirios conocen esa debilidad del aspirante a sultán. ‎

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