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En Alemania y en EE.UU. el Estado interviene en la economía

Mientras que Berlín participa en las mayores compañías, la Reserva Federal norteamericana compra la deuda impaga de grandes sociedades, pero ambos cuidan a sus empresas

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

Entre los 180 pasajeros del vuelo de Lufthansa procedente de Berlín que el sábado llegó a Tianjin, en el nordeste de China, las autoridades chinas hallaron a uno con coronavirus. Se trata de un ingeniero de 34 años, asintomático, a quien el control de salida de Alemania consideró saludable. Al igual que la inmensa mayoría de los viajeros, el profesional es uno de los empleados y trabajadores de Volkswagen que retornan a China, para retomar el control de calidad en la fábrica de dispositivos de trasmisión automática que la empresa alemana tiene en la ciudad costera. El vuelo chárter fue el primero de una serie organizada por la Cámara de Comercio Alemana en China junto con el gobierno de ese país, para llevar de vuelta al personal alemán que había sido repatriado en febrero, durante el pico de la pandemia. Aunque ya estaba previsto que todos los pasajeros pasen una cuarentena de 14 días, antes de reintegrarse a sus puestos de trabajo, el hallazgo de un infectado ilustra las dificultades del “retorno a la normalidad”. Pero también marca la decisión de ambos países de restablecer rápidamente sus vínculos, para iniciar juntos la recuperación conjunta de sus economías.

Buscando superar la crisis de 2007/08, el gobierno de Barack Obama (2009-17) inyectó sumas enormes en los mayores bancos del país. En una pequeña variación del mismo libreto, ahora la Reserva Federal está comprando los certificados de la deuda de numerosas empresas al borde de la bancarrota y aliviando así a los fondos de inversión que les habían prestado ingentes cantidades. En Estados Unidos el Estado no planifica la economía ni se ocupa del combate a la pandemia, sino que deja en manos de los bancos propietarios de la Reserva Federal la responsabilidad de recuperar la economía con el dinero que ésta emite en nombre del pueblo.

Entre tanto, el viernes 29 el gobierno alemán y la Comisión Europea se pusieron de acuerdo sobre las concesiones que Lufthansa hará, para que Bruselas autorice a Berlín a ayudarla con 9.500 millones de euros, incluida la compra estatal del 20% de las acciones de la aerolínea. Con esta adquisición, sumada al 5% que el Estado posee en la empresa como resto de la privatización de 1997, la Federación tendrá el 25% necesario para bloquear toda adquisición indeseada de la firma y así defender el capital nacional de todos los alemanes. Cumpliendo lo requerido por la UE, a última hora del viernes el directorio de la sociedad anónima aceptó ceder a la competencia espacios y franjas de vuelo en los aeropuertos de Francfort y Múnich.

Según el comunicado de la compañía, en cada uno de los dos aeropuertos uno de los dos competidores beneficiados recibirá respectivamente estacionamientos para hasta cuatro aviones y un máximo de 24 franjas de vuelo y aterrizaje. Se trata de una concesión sensiblemente menor a los 20 aviones anteriormente exigidos por Margrethe Vestager, vicepresidenta de la Comisión Europea, a cargo de la defensa de la competencia. Como las empresas europeas que ingresen a cada uno de los aeropuertos no pueden haber recibido ayudas estatales por el coronavirus, casi seguramente el principal beneficiado por estas concesiones sea Ryanair, la low cost irlandesa que está pasando la crisis sin recurrir al Estado y que criticó vehementemente la ayuda del gobierno alemán a Lufthansa por “distorsión de la competencia”. Si la compañía de bandera alemana no cedía franjas de vuelo y estacionamientos en sus dos principales bases, Michael O’Leary, presidente de la irlandesa, había amenazado con una demanda ante el tribunal europeo de la competencia.

El compromiso entre Berlín y Bruselas representa una media victoria para cada uno: mientras que la danesa Vestager festejó que Ryanair hiciera pie en Francfort e Easy Jet ampliara su presencia en Múnich, el ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, puede ahora presentarse como salvador de Lufthansa.

Otra geografía, otro modelo. Según un informe dado a conocer el pasado viernes 29, el Banco Central privado de Estados Unidos adquirió parte de las fortunas corporativas del país, después de haber comprado 1,3 millones de dólares en certificados de la deuda de empresas en las más diversas ramas de la economía, desde Apple hasta un montón de pequeñas compañías en quiebra. Para ello ha invertido fondos del Programa de Créditos Empresarios del Mercado Secundario de la Reserva Federal, uno de los doce planes de emergencia del Banco.

Este fondo de inversión tiene 30 bonos de Apple por 5,7 millones y bonos de otras empresas que estaban en poder de la telefónica. La adquisición de papeles basura también dio al Banco posiciones en la empresa de alquiler de autos Hertz, en la cadena de supermercados JC Penney y en la cadena de tiendas por secciones Neiman Marcus. Todas las compras se hicieron entre el 12 y el 18 de mayo. Es la primera vez en la historia que la Reserva Federal adquiere pagarés impagos de empresas privadas.

La Reserva Federal fue creada por ley en 1913 para funcionar como Banco Central. Es un sistema compuesto de tres instituciones: el Consejo de Gobierno, los doce bancos regionales de la Reserva Federal y el Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC, por su nombre en inglés), además de una gran cantidad de bancos obligados a participar a partir de un cierto tamaño. Aunque el sistema oficialmente tiene prohibido comprar acciones, se las ha ingeniado ahora para comprar certificados de deuda de empresas privadas y así evitar el colapso del mercado privado de crédito. De este modo, la mayoría de los 2,3 billones de dólares que la Reserva Federal ha volcado a la economía desde el estallido de la presente crisis se ha destinado a la compra de bonos del Tesoro y de garantías respaldadas por hipotecas, de una forma similar a lo hecho durante la crisis anterior, entre 2008 y 2009.

No hay diferencias entre el combate contra la pandemia y la recuperación de las economías de la mayor crisis que el capitalismo ha sufrido desde 1930. Para ambas tareas se requiere una afinada planificación estatal y la movilización de todos los recursos poblacionales y económicos. Para ganarse la confianza de la ciudadanía, esta imprescindible intervención estatal en la economía y la sociedad necesita garantizar el buen uso que las empresas y los bancos den a los fondos públicos recibidos. Pero, además, en un momento en que la crisis ha hundido el valor bursátil de compañías grandes y eficientes, los estados deben hacerse cargo de ellas para protegerlas de compradores oportunistas que luego destruyan el patrimonio que los pueblos han acumulado durante décadas. Se pueden discutir las vías e instrumentos de la intervención estatal planificadora en la economía y cómo llevar a buen puerto el esfuerzo sanitario, pero no hay otra opción que fortalecer la capacidad directiva del Estado, para proteger la vida, la libertad y la seguridad de los pueblos.

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