
EL ROL DE LA MUJER: ROMPER CON LA CULTURA MACHISTA
El ámbito laboral es un reflejo claro de estas injusticias.
En un mundo donde las brechas de género persisten en todos los ámbitos de la vida, las mujeres continúan enfrentando desafíos estructurales que limitan su desarrollo pleno. A pesar de los avances en derechos y en la visibilización de la desigualdad, la cultura machista sigue siendo un obstáculo que condiciona sus oportunidades, su autonomía y su participación en la sociedad.
La lucha por la igualdad no es solo una cuestión de acceso al trabajo o a derechos básicos, sino también de reconocimiento de la diversidad de experiencias y realidades que atraviesan las mujeres. Desde las que ocupan cargos de liderazgo en el ámbito empresarial hasta las que sostienen sus hogares en trabajos informales, todas han sido parte de un proceso de resistencia frente a un sistema que históricamente ha subestimado su capacidad y su aporte a la sociedad.
A pesar de las conquistas logradas por el movimiento feminista, las mujeres siguen enfrentando brechas salariales, falta de representación en espacios de decisión, violencia de género y una sobrecarga en las tareas de cuidado no remuneradas. Estas desigualdades no son meros vestigios del pasado, sino estructuras que se perpetúan en la actualidad y que requieren una transformación profunda.
El ámbito laboral es un reflejo claro de estas injusticias. En muchos sectores, las mujeres deben demostrar constantemente su capacidad y profesionalismo para acceder a las mismas oportunidades que sus colegas varones. A esto se suma la dificultad para conciliar la vida personal con la profesional, en un mundo donde la maternidad y el trabajo doméstico siguen recayendo de manera desproporcionada sobre ellas.
En el plano político, la subrepresentación de las mujeres en los espacios de poder sigue siendo una barrera para la construcción de políticas públicas con perspectiva de género. Aunque se han implementado leyes de paridad en algunos países, la toma de decisiones sigue dominada por lógicas patriarcales que dificultan la implementación de medidas concretas en favor de la equidad.
La cultura machista no solo se expresa en la violencia explícita, sino también en la reproducción de discursos que minimizan el papel de las mujeres en la sociedad. Desde la infancia, muchas son educadas bajo estereotipos que limitan sus aspiraciones y condicionan sus elecciones. La idea de que ciertas profesiones o roles son “naturales” para las mujeres sigue vigente y afecta su desarrollo profesional y personal.
Además, la violencia de género sigue siendo una problemática urgente. El feminicidio, el acoso laboral y la violencia doméstica son manifestaciones extremas de una estructura de desigualdad que no se desmantela solo con leyes, sino con un cambio cultural profundo. Es necesario erradicar las narrativas que justifican o minimizan estas violencias y avanzar en la construcción de una sociedad donde las mujeres puedan vivir sin miedo y con plenos derechos.
La lucha por la equidad de género no es solo una cuestión de mujeres, sino una responsabilidad colectiva. Es necesario un compromiso real por parte de los gobiernos, las empresas, las instituciones educativas y la sociedad en su conjunto para derribar las barreras que perpetúan la desigualdad.
El feminismo ha demostrado que el cambio es posible, pero aún queda mucho camino por recorrer. Se necesitan políticas que garanticen igualdad salarial, mayor acceso a cargos de liderazgo, medidas efectivas contra la violencia de género y una redistribución equitativa de las tareas de cuidado. También es fundamental que los hombres se involucren activamente en este proceso, comprendiendo que la equidad de género no es una amenaza, sino un avance hacia una sociedad más justa para todos.
Romper con la cultura machista no es solo una demanda del movimiento feminista, sino una necesidad urgente para construir un mundo donde todas las personas puedan desarrollarse plenamente sin restricciones impuestas por su género. La igualdad es un derecho y un objetivo que debe guiar nuestras acciones en todos los ámbitos de la vida.
“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia y la soberanía no se entrega”.
Por José “Pepe” Armaleo: Militante, Abogado, Magister en Derechos Humanos, integrante del Centro de Estudios de la realidad política y social Argentina, Arturo Sampay de Zona Norte.