
Como cada viernes, los temas de la semana fueron analizados en profundidad por Juan Domingo Perón, John William Cooke, Salvador Ferla y Antonio Cafiero.
Desde la crisis del modelo libertario hasta la movilización popular y la estrategia del peronismo, la mesa mostró cómo el pasado sirve para comprender el presente y proyectar un futuro dónde reconstruir Argentina requiere organización, planificación y resistencia colectiva, dejando de lado los egos, el individualismo y toda forma de discriminación que debilite la unidad del Pueblo.

El viernes por la noche, la sala se llenó de aromas de comida y murmullos de vasos sobre la mesa. Como cada semana, los cenadores se acomodaron alrededor, mientras algunos se servían vino y otros revisaban los titulares de los diarios del día. Sin previo aviso, Perón, Cooke, Ferla y Cafiero, como ya es habitual, se unieron a la mesa, saludando con gestos tranquilos pero llenos de autoridad. No era un encuentro formal: era la cena de los viernes, donde los temas de la semana se discutían entre amigos, militantes y estrategas, sin agenda escrita, dejando que la conversación fluyera desde lo cotidiano hacia lo político, desde lo local hasta lo internacional.
El anfitrión, alzó la mirada y, con una sonrisa, dio inicio a la charla: —Bueno, compañeros y compañeras, como cada viernes, vamos a analizar lo que pasó esta semana —dijo, mientras servía un poco de vino—. No hay guion, no hay pauta, solo la verdad de lo que vivimos y vimos, y cómo eso afecta al país y a nuestra organización.
—Empecemos por lo que preocupa en Buenos Aires —dijo Fernando, con voz firme y mirada penetrante—. Mientras Cristina y Kicillof se ordenan, la visita a San José 1111 mostró que el peronismo puede coordinar en campaña sin confrontar, dejando el pleito de 2027 a futuro. No buscan enfrentamientos inmediatos, sino consolidar su base territorial, demostrar que gobiernan con resultados concretos y generar confianza en la ciudadanía. No es solo marketing; es política de planificación y acción desde abajo hacia arriba.
Cooke intervino, subrayando la importancia histórica y estratégica de este movimiento: —El peronismo ha aprendido que la espectacularidad mediática puede captar atención, pero no construye poder duradero —dijo, golpeando levemente la mesa con la palma de la mano—. Mientras Milei y Espert se desgastan en escándalos, peleas internas y promesas que nunca se cumplen, la unidad y la planificación territorial rinden frutos. Lo que estamos viendo es un peronismo que apuesta a la paciencia, a la construcción de consenso interno, y a la articulación con organizaciones sociales y territoriales. Eso es política estratégica, con horizonte, no con fecha de vencimiento mediática.

Perón tomó la palabra, apoyándose en el respaldo de la mesa: —Esto confirma un principio elemental —dijo con tono sereno, como quien dicta una lección que ya se ha vivido antes—. La política no se hace solo con discursos grandilocuentes ni con algoritmos que prometen milagros. Se hace desde el territorio, con la gente, con organización y base social. La espectacularidad mediática solo funciona si hay pueblo detrás; de lo contrario, se evapora al primer soplo de la realidad cotidiana. Los procesos duraderos requieren paciencia, estrategia y, sobre todo, cohesión social.
Germán cambió de tema, mirando los informes sobre la guerra en Europa del Este: —Compañeros, lo que ocurre en Ucrania y Rusia ya no puede ser considerado solo un conflicto militar tradicional —dijo con incredulidad—. Los drones, los sistemas automatizados y la gamificación de la guerra transforman el campo de batalla en algo que se parece a un videojuego. Pilotos controlan máquinas desde lejos, acumulan puntos, intercambian premios virtuales y hasta compran armamento digital como si fuera un mercado online. La muerte se convierte en estadística y la destrucción en entretenimiento, al menos para quienes operan estos dispositivos.
Perón observó la mesa con gravedad, y luego añadió: —Esto confirma algo que venimos diciendo desde hace años —dijo, inclinándose ligeramente hacia adelante—. La tecnificación y deshumanización de la guerra acelera el poder de destrucción y erosiona la ética. No se trata únicamente de matar; se trata de un sistema que convierte al hombre en operador de máquina, donde los valores humanos quedan subordinados a la eficiencia, la programación y los algoritmos. Es un cambio civilizatorio que nos obliga a repensar la política, la ética y la soberanía en un mundo cada vez más tecnológico.
Ricardo intervino, analizando el aspecto estratégico: —El valor ya no reside en los tanques ni en la logística tradicional —dijo, con voz reflexiva—. Los operadores de dron son el nuevo centro de la estrategia militar. Existe un sistema de incentivos, puntos y competencias entre unidades; incluso hay mercados digitales de armas. La gamificación de la guerra convierte a jóvenes en operadores de destrucción, aprendiendo rápido, desconectados del sufrimiento humano real. Esto no solo modifica la guerra, sino que plantea preguntas sobre nuestra capacidad de defensa, la política internacional y la seguridad civil.

Germán añadió un análisis más estructural: —Lo que vemos va más allá del frente de batalla físico —dijo, con gesto grave—. El conflicto se desplaza al espacio digital y electromagnético. La logística es vulnerable, todo está expuesto al control remoto y a los algoritmos que deciden parcialmente quién vive y quién muere. La ética humana queda subordinada a la eficacia tecnológica, y esto tiene consecuencias directas en la gobernanza y en la manera en que la sociedad percibe el poder y la política. No podemos ignorarlo.
Cooke cerró este bloque con advertencia: —La violencia se automatiza —dijo, con voz ronca—. La IA puede seleccionar blancos, guiar ataques y reducir la participación humana al mero clic final. La superioridad técnica se convierte en superioridad moral para quien dispara a distancia, mientras que la víctima queda convertida en un ícono despersonalizado. Esto es un desafío civilizatorio: si no comprendemos cómo la tecnología redefine la guerra, nuestra percepción de la política y la estrategia nacional puede quedar profundamente distorsionada.
Ferla concluyó con un análisis social y cultural: —El vínculo con la realidad se rompe —dijo, inclinándose sobre la mesa—. Los operadores no sienten el terreno, el público consume videos, los algoritmos monetizan la atención y la productividad se transforma en arma. Esta deshumanización masiva incluso puede afectar nuestra percepción de la política local y la organización social si no desarrollamos conciencia estratégica y ética. Es un ejemplo extremo de cómo la tecnología puede colonizar nuestras formas de actuar y decidir.
El anfitrión llevó la conversación hacia la realidad argentina: —No podemos ignorar lo que ocurre con la fe y la organización comunitaria —dijo—. La peregrinación a Luján reunió a casi un millón de personas, y no es solo un acto religioso. Es una combinación de esperanza, tradición y denuncia social, donde los ciudadanos visibilizan la ausencia del Estado y reclaman seguridad, justicia y políticas públicas efectivas. Este movimiento nos habla de organización popular, resistencia colectiva y capacidad de movilización que el poder político no puede soslayar.

Perón intervino, recordando la dimensión política de la fe: —Monseñor García Cuerva lo dijo con claridad: cuando el Estado se retira de los barrios, avanza el narcoestado —explicó, con voz grave—. La religión no es un tema menor; es un diagnóstico social y político. La ausencia de políticas integrales deja a millones vulnerables, expuestos a la violencia organizada. Por eso, la movilización de los peregrinos no es solo espiritual: es política, es resistencia y es un llamado a que el Estado cumpla su función.
Tony añadió un enfoque más social: —Además, esta peregrinación es un acto de resistencia colectiva —dijo—. Los peregrinos llevan carteles con nombres de familiares, imágenes de referentes presos, caminan descalzos en penitencia. Es la intersección de fe, política y reclamo social. Nos recuerda que cuando el Estado falla, la gente se organiza sola, construyendo redes de solidaridad y sosteniendo la vida comunitaria, demostrando que la política también se hace desde la base.
Fermín aportó un análisis logístico y organizativo: —El recorrido de 60 kilómetros, los puestos de hidratación, los hospitales móviles y la coordinación del transporte muestran un nivel de planificación impresionante —señaló—. La ciudadanía responde donde el Estado falla, pero también nos recuerda la responsabilidad estatal: la seguridad y la vida social no pueden depender solo de la buena voluntad de los ciudadanos. Es una lección de autogestión y compromiso colectivo.
Cooke amplió la reflexión, conectando con los otros temas: —dijo—. En todos los frentes, donde el Estado se ausenta, se generan vacíos de poder que son llenados por corporaciones, narcotráfico o por la propia organización comunitaria. La capacidad de resistencia de la gente es enorme, pero también nos obliga a repensar el papel del Estado como garante de derechos y políticas públicas.
Ferla cerró el bloque con síntesis: —La peregrinación a Luján no es solo caminar hasta un santuario —afirmó—. Es un acto político, social y cultural que visibiliza problemas estructurales: inseguridad, desigualdad y ausencia de políticas públicas. Pero también muestra la capacidad de la gente para resistir, organizarse y reclamar derechos. La espiritualidad, la ciudadanía y la política se entrelazan en un mismo acto de resistencia.
Miguel traslado el debate al campo y la economía: —La dirigencia agropecuaria está en falta —dijo Fernando—. La quita de retenciones beneficia a unas pocas cerealeras, mientras la Mesa de Enlace actúa con tibieza, politización y falta de profesionalismo. Los productores sufren un abandono institucional grave, y nadie articula estrategias concretas para proteger su economía ni garantizar su supervivencia en un contexto de inflación, sequía y aumento de insumos.
Perón apuntó a la combinación de factores: —Lo grave es cómo se combinan mega-devaluación, inflación, sequía histórica y costos crecientes en apenas 18 meses —dijo—Los productores están desprotegidos, sin planificación ni instrumentos de defensa. La dirigencia gremial no articula respuestas efectivas, dejando que la economía real se fragmente. Esto demuestra la necesidad de un Estado que planifique, que intervenga y que garantice justicia económica para los sectores productivos.
Nora amplió la perspectiva con soluciones concretas: —No se trata solo de criticar —explicó—. Hacen falta leyes de arrendamiento claras, contratos de mediano y largo plazo, seguros multiriesgo, planificación de rotación de cultivos y créditos reales. La política agropecuaria debe ser un instrumento de protección y sostenibilidad, no solo un discurso publicitario. Mientras esto no exista, los productores quedan a merced de la volatilidad del mercado y la sequía, sin defensa institucional.
Fermín sumó un análisis social: —Cuando la Mesa de Enlace falla, los productores se organizan solos —dijo—. Sobreviven con austeridad, solidaridad y cooperación. Es un reflejo de lo que pasa en barrios y en las peregrinaciones: la gente se sostiene a sí misma cuando el Estado y los dirigentes formales no cumplen. Pero esta resiliencia no reemplaza la responsabilidad estatal; solo demuestra la capacidad de resistencia popular.
Cooke resumió el patrón: —En todos los frentes se repite lo mismo: abandono institucional, concentración de beneficios, esfuerzo de la mayoría para sostenerse. En el campo, en los barrios, en la cultura, la dinámica es idéntica. La ciudadanía se organiza, pero eso no reemplaza la necesidad de políticas públicas efectivas ni de Estado presente y planificador.
Ferla cerró este bloque: —si no hay reacción real de la dirigencia, todo queda en discurso —dijo—. La batalla silenciosa por la supervivencia económica del agro es paralela a la resistencia cultural y comunitaria. Es un ejemplo de cómo el esfuerzo del pueblo compensa la falta de Estado, pero no puede sustituirlo.
Germán llevó la discusión a la política internacional, con foco en México: —Sheinbaum demuestra que un gobierno puede combinar continuidad y sello propio, manteniendo popularidad y cumplimiento de compromisos internos. No se trata solo de negociar con Estados Unidos o mantener tratados internacionales; su prioridad es la gente, la planificación y la construcción de futuro con justicia social. Es un modelo de acción política consciente, que articula desarrollo económico, protección social y soberanía. Su ejemplo nos muestra que la política organizada protege al pueblo y permite proyectar el futuro sin depender de recetas externas.
Lalo añadió perspectiva comparativa: —Lo interesante es cómo articula tres frentes a la vez —explicó—. Política social, economía y derechos de minorías no son compartimentos estancos. Refuerza el Estado en energía, pensiones, educación y seguridad social. Incluso incorpora a trabajadores de plataformas al sistema de seguridad social. Esto demuestra que un gobierno activo, presente y soberano puede sostener desarrollo y bienestar sin depender de recetas externas ni del mercado como única guía. La planificación estratégica es la diferencia entre construir y sobrevivir.

Perón intervino, subrayando la dimensión soberana: —Mientras Milei se rinde a Trump y al mercado para salvar su modelo, Sheinbaum muestra que la política organizada y soberana puede sostener desarrollo económico, bienestar social y protección de sectores vulnerables —dijo—. La política, bien ejercida, es instrumento de soberanía y justicia social. La diferencia entre modelos es evidente: uno depende, el otro construye. Aprendamos del ejemplo mexicano: donde hay proyecto, instrumentos y Estado presente, la sociedad tiene certidumbre; donde no, surgen vacíos que rápidamente llenan mercados o intereses extranjeros.

Germán amplió la visión: —Además, Sheinbaum no se limita a repetir políticas anteriores —dijo—. Introduce Ley General de Aguas, Estrategia Hídrica, centros de cuidado infantil y enfoque de género. La política es planificación, protección y construcción de futuro; es un instrumento de estabilidad y equidad. Ahora, si cruzamos el ejemplo con Perú, vemos lo que ocurre cuando la política organizada falta. La destitución de Boluarte fue rápida, casi exprés, y muestra cómo la debilidad institucional y la falta de legitimidad política pueden derrumbar cualquier gobierno, incluso uno constitucionalmente válido.
Cooke cerró la comparación: —Los contrastes son claros: México ofrece planificación, instrumentos y Estado fuerte; Perú, vulnerabilidad institucional y gobernabilidad precaria; Argentina, riesgo de subordinación y vaciamiento de poder —dijo—. Milei delega al mercado y a intereses externos, dejando el Estado debilitado, mientras los mecanismos de control interno son insuficientes. La lección es evidente: la política no puede ser solo reacción; debe ser diseño estratégico, construcción de instrumentos y fortalecimiento institucional.
Perón conectó los tres casos: —Lo que ocurre en Perú con Boluarte es un ejemplo de cómo la incapacidad moral y política destruye gobiernos —dijo—. La destitución exprés muestra que el poder que no protege al pueblo, ni organiza justicia social ni mantiene legitimidad, colapsa. En México, Sheinbaum fortalece la legitimidad mediante planificación y protección; en Argentina, Milei se expone a la subordinación y al colapso, porque depende de fuerzas externas y descuida la organización interna. La historia regional nos da señales claras: gobernar sin soberanía ni legitimidad es inviable.
Ferla reflexionó sobre la lección estratégica: —Y si miramos hacia nuestra región —dijo—, hay patrones que se repiten. Subordinación externa, dependencia financiera y ausencia de planificación generan crisis políticas y sociales. Perú colapsa por debilidad institucional; Argentina puede repetirlo si no fortalece Estado y soberanía; México demuestra que planificación, instrumentos y protección social sostienen estabilidad y bienestar. Los tres ejemplos están ligados por la capacidad o incapacidad del poder de vincularse con el pueblo y ejercer soberanía.
Cafiero sumó perspectiva de justicia social: —Boluarte enfrenta investigaciones por violaciones a derechos humanos y corrupción mientras estaba en el poder —dijo—. Argentina ya sufre consecuencias similares de subordinación: rescates financieros, especulación externa y políticas que favorecen al capital financiero por encima del pueblo. México muestra que un proyecto político sólido protege a los sectores vulnerables; Perú evidencia que la ausencia de control y legitimidad destruye gobiernos; Argentina corre riesgos si no aprende de ambos ejemplos.
Cooke cerró la síntesis: —La perversión del poder surge cuando un gobierno depende de otros y abandona la planificación estratégica —dijo—. Milei, subordinado a Estados Unidos y a los mercados, corre riesgo de erosión institucional y social. En Perú, la fragilidad institucional provocó un colapso rápido; en México, la estrategia soberana asegura estabilidad y desarrollo. La lección es que la política organizada, la soberanía y la legitimidad no son accesorios: son la condición para que cualquier proyecto nacional sobreviva y crezca.
Perón concluyó con solemnidad: —Aprendamos de la región —dijo—. México nos enseña que la planificación y el Estado presente construyen futuro; Perú nos recuerda que la debilidad institucional y la falta de legitimidad destruyen gobiernos; Argentina debe elegir entre delegar soberanía o fortalecer instrumentos y vínculo con el pueblo. Reconstruir la nación no se decreta: se organiza, se proyecta y se defiende. La historia está viva, y debemos ser sus lectores atentos y sus actores decididos.

El debate volvió al mileísmo y su crisis: —La Operación Despegue terminó en caída libre —dijo Fernando—. Ni Santilli ni Reichardt aparecen, Espert es innombrable, y Milei se convierte en jefe de la nueva casta tutelada desde el exterior. El experimento libertario llega a su límite.
Perón añadió con claridad pedagógica: —Cuando un proyecto carece de raíz nacional, cualquier viento lo derriba —dijo—. Milei no nació de una causa ni de un movimiento popular; nació de algoritmos y marketing. Ahora paga el precio de su vaciedad: no hay doctrina, no hay pueblo detrás, no hay construcción política genuina.
Cooke intervino con dureza: —Y mientras tanto, siguen mintiendo —dijo, golpeando la mesa—. La corrupción es grave, pero la impunidad del relato es devastadora. Vacían el lenguaje: “libertad” termina significando “entrega”. Manipulan símbolos, narrativa y percepción pública para sostener un modelo dependiente, sin ninguna raíz nacional.
Tony advirtió sobre consecuencias institucionales: —La crisis política se traduce en delito institucional —dijo—. Manipulación de boletas, lavado de fondos, falsedad ideológica, encubrimientos. Todo eso ya está documentado y será objeto de investigación. En los próximos meses, las causas judiciales comenzarán a acumularse, evidenciando la fragilidad estructural del sistema.
Diego aportó contexto judicial: —La justicia está partida —dijo—. Un sector opera como brazo del lawfare, otro intenta sostener el Estado de derecho. Cualquier investigación real será usada en la guerra mediática y no para buscar justicia. La fragmentación del poder judicial agrava la situación política y permite que los responsables se muevan sin control.
Hipólito, con amargura, reflexionó: —Mientras tanto, la gente sigue polarizando entre verdugo y soga —dijo—. Compran la antipolítica y terminan en un gobierno de farsantes. La decepción social es un desafío que debemos enfrentar desde la organización, la educación y la planificación estratégica.
Miguel con visión de esperanza y estrategia: dijo—. Ellos gobiernan desde la confusión, transforman desesperanza en ideología. Pero miren, en los barrios, universidades y fábricas, la gente ya habla de otro país. No del ajuste, sino del país que queremos construir. Esa es la semilla que debemos cuidar.
Perón cerró la sesión con solemnidad: —La reconstrucción nacional no se decreta; se organiza —dijo, con voz firme y mirada penetrante—. Si el pueblo vuelve a creer en sí mismo, ningún imperio lo doblegará. La hora es difícil, pero también propicia. Los traidores se exhiben solos; el deber de los que pensamos es preparar el reemplazo. La política, la organización y la conciencia colectiva son la única garantía de soberanía.
LO QUE NOS DEJÓ LA SEMANA
- Peronismo y estrategia opositora: coordinación territorial, unidad de base y planificación estratégica como respuesta a la fragmentación y la espectacularidad mediática de la oposición.
- Guerra tecnológica: drones, IA y gamificación militar redefinen la ética, la estrategia y la política global, con consecuencias directas en la soberanía y la organización nacional.
- Fe popular y emergencia social: peregrinación a Luján como acto de resistencia, organización comunitaria y denuncia política de ausencia estatal.
- Agro y modelo económico: abandono institucional y falta de políticas concretas dejan al campo y sus productores en riesgo, mostrando la necesidad de planificación, créditos y leyes protectoras.
- Política social internacional – México: Sheinbaum demuestra que un gobierno puede combinar continuidad y sello propio, protegiendo derechos sociales, garantizando bienestar y sosteniendo soberanía frente a presiones externas, ofreciendo un ejemplo de planificación estratégica aplicada.
- Crisis institucional internacional – Perú: la destitución de Dina Boluarte evidencia cómo la debilidad institucional, la falta de legitimidad política y la incapacidad de garantizar justicia social pueden colapsar un gobierno; un recordatorio de la importancia de la planificación, la soberanía y la conexión con el pueblo, aplicable también a la Argentina actual.
- Crisis libertaria: Milei y su relato anticasta colapsan; impunidad mediática, judicialización y dependencia externa estructuran la continuidad de un modelo sin raíz nacional.
- Reflexión final de Perón: reconstruir Argentina requiere organización, conciencia del pueblo, planificación estratégica y preparación frente a traiciones internas y externas. La unidad, la soberanía y la justicia social deben ser pilares de cualquier proyecto nacional.
«La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia, la soberanía no se entrega y la apatía es la derrota que ningún pueblo puede permitirse.»
AUTOR: José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay y de Primero Vicente López.





