
Dudas y temores por la implementación del Protocolo de Nagoya
Por: Guillermo Magadán

Un importante acuerdo internacional está entrando en vigor para combatir la «biopiratería». El Protocolo de Nagoya tiene por objeto garantizar que las naciones en desarrollo se beneficien cuando sus plantas, animales o incluso sus microbios sean utilizados por científicos extranjeros.
Pero algunos investigadores temen que el acuerdo pueda obstaculizar las actividades vitales, tales como la conservación de la naturaleza y el tratamiento de enfermedades infecciosas.
El protocolo entra en vigor el 12 de octubre, cuatro años después de su firma en Nagoya, Japón. Sus 92 signatarios incluyen a Brasil, Japón y la Unión Europea. Es notable la ausencia de China y Estados Unidos, aunque los investigadores de esos países tendrán que cumplir con las leyes de las naciones donde se recojan muestras.
Como parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), el Protocolo tiene el objetivo declarado de garantizar «la participación justa y equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos», que abarca a todos los organismos vivos. Los investigadores actualmente deben obtener permisos para recolectar muestras en ciertos países, pero el protocolo implica que van a tener que signar convenios para el acceso y distribución de beneficios «(ABS). Éstos estipulan la forma de distribuir los beneficios de manera justa, por ejemplo a través de co-autoría de publicaciones, o compartir los beneficios de productos como medicamentos, vacunas o cultivos.
Varios casos de alto perfil dejan en relieve la necesidad de tales normas, dice Braulio de Souza Dias, secretario ejecutivo de la Secretaría del CDB. En un caso frecuentemente citado como una victoria contra la biopiratería, una patente europea de un agente antifúngico derivado del neem, un árbol perenne nativo de la India, fue revocada en 2000 tras una larga batalla legal, sobre la base de que los agricultores indios habían utilizado el fungicida por décadas. Otras controversias han implicado una patente estadounidense sobre el uso de la cúrcuma en la cicatrización de heridas, que fue retirada, y otro sobre la ayahuasca, un té alucinógeno hecho de las plantas amazónicas, que ya ha expirado.
La importancia de la cuestión también se hizo evidente en 2007, cuando autoridades de Indonesia se resistieron a compartir muestras de personas infectadas con la gripe aviar con la Organización Mundial de la Salud, con el argumento de que la nación no se beneficiaría de las patentes resultantes. De hecho, los científicos que trabajan en el extranjero se beneficiarán con el protocolo, dice de Souza Dias, porque va a generar confianza entre ellos y la población local, lo que podría conducir a un mejor acceso a los organismos. En el pasado, «nadie confiaba en nadie», dice. El protocolo también podría ayudar a los países a acceder a los tratamientos que se desarrollan a partir de muestras de enfermedades tomadas de su propia gente.
Pero aunque los científicos comprenden la necesidad de acuerdos de ABS, muchos se preocupan de las consecuencias destructivas que podrían llegar a tener.
El protocolo tiene el potencial de obstaculizar la vigilancia de enfermedades, de acuerdo con la organización benéfica de investigación biomédica con sede en Londres el Wellcome Trust. La burocracia podría hacer más difícil poder compartir rápidamente las muestras a través de las fronteras, lo que a su vez podría paralizar los esfuerzos para vigilar la fármaco-resistencia en enfermedades como la malaria, por ejemplo, o brotes de Escherichia coli. «Es necesario que existan acuerdos equitativos para compartir beneficios, pero es absolutamente fundamental que los responsables políticos aseguren que no obstaculizarán estas asociaciones internacionales que son tan vitales para proteger la salud pública mundial», dice David Carr, un asesor de políticas en Wellcome Trust .
Las nuevas normas también presentarán desafíos para los biólogos sintéticos, que combinan código genético de muchos organismos diferentes para crear drogas o sensores. Esto podría requerir docenas de acuerdos de ABS para un solo producto, dice Tim Fell, director ejecutivo de Synthace, una empresa de biotecnología de Londres. Dicha burocracia podría empujar a las empresas europeas a los países, en particular los Estados Unidos, que no son signatarios, añade.
Colaboraciones de investigación internacionales podrían enfrentar un desafío burocrático si sus miembros operan bajo diferentes leyes, dice la Asociación londinense BioIndustry.
También hay incertidumbre sobre el alcance del protocolo, en especial para las secuencias genéticas. Una posible interpretación de las normas es que cualquier persona que utilice los datos de secuencia tendría que completar el papeleo ABS.
La Asociación BioIndustry también dice que la amenaza de cargos criminales por incumplimiento podría tener un efecto negativo en la investigación, pues el gobierno del Reino Unido está considerando penas de cárcel de hasta dos años.
Algunos investigadores piensan que el protocolo podría incluso perjudicar a los países que se pretende ayudar. Kazuo Watanabe, director del Centro de Investigación Genética en la Universidad de Tsukuba en Japón, teme que la burocracia que rodea el acceso e intercambio de especímenes obstaculizará los estudios de campo en disciplinas tales como la taxonomía y ecología. Esto, a su vez, dificultará a los esfuerzos de conservación.
De Souza Dias reconoce los problemas potenciales, pero dice que la gente tendrá que lidiar con ellos: «Habrá un costo para la etapa de transición, sí, pero debe ser para mejor.»
Elisa Morgera, especializada en derecho ambiental a nivel mundial en la Universidad de Edimburgo, Reino Unido, está de acuerdo. Puede haber incertidumbre en el corto plazo, con «negociaciones difíciles y posibles pasos en falso», dice ella, pero el protocolo ofrece una manera de reconstruir la confianza. «Los realmente interesados en la viabilidad y la reputación de la investigación y la innovación de base biológica a largo plazo harían bien en contribuir de manera constructiva a este proceso», dice ella.