EL PROYECTO MILEI EN TIEMPO REAL
El proyecto político de Javier Milei y su gobierno no es una simple repetición de recetas neoliberales. Es una demolición controlada, un plan para desmantelar el Estado, entregar el país a los intereses financieros internacionales y avanzar en una lógica de subordinación que atenta contra nuestra soberanía y derechos. En tiempo real, lo que estamos viviendo es el despliegue de un ajuste brutal con consecuencias profundas para casi todos los sectores (en el mejor de los casos un 20% son los que se salvan?). Pero entender lo que pasa es solo el primer paso. El futuro, en última instancia, está en nuestras manos.
No estamos ante un error de cálculo, ni ante un presidente desbordado por su propia inexperiencia. Lo que vivimos no es caos, es un orden planificado desde el poder económico, ejecutado con violencia institucional y justificado con marketing digital.
Es un proyecto. Y está en marcha. En tiempo real.
Desde que Javier Milei asumió la presidencia, la Argentina fue empujada a una experiencia inédita de ajuste acelerado, desmantelamiento estatal, demolición institucional, entrega de soberanía y experimentación financiera.
No se trata solo de un “modelo neoliberal”.
Se trata de una demolición programada, cuyo objetivo no es corregir desequilibrios, sino destruir las condiciones materiales de existencia de una comunidad organizada.
- El saqueo organizado
En nombre de la “libertad”, Milei eliminó subsidios (aunque algunos –Galperin- continúan), desreguló precios, disparó tarifas y promovió despidos masivos.
En nombre de la “eficiencia”, congeló jubilaciones, vació ministerios, paralizó la obra pública y desfinanció universidades.
En nombre de la “república”, avanza sobre el Congreso, insulta a los gobernadores, desprecia a la justicia, censura medios públicos y niega derechos.
Nada es azaroso. Cada medida tomada responde a una lógica de concentración y extranjerización de la economía.
El megadecreto 70/2023, el intento de aprobación de la Ley Ómnibus, el uso del RIGI como anzuelo para el extractivismo sin control y la cancelación de inversiones estratégicas como la planta de GNL en Bahía Blanca lo demuestran: Argentina se está convirtiendo en tierra de saqueo legalizado.
- El Estado como enemigo
En este proyecto, el Estado nacional es tratado como un estorbo, no como herramienta.
Susbielles tenía razón: la relocalización de la planta de GNL fue una decisión política, no técnica. Y su posterior cancelación lo confirma: perdimos una inversión de 30 mil millones de dólares, y no por incapacidad, sino por revancha.
En el mismo sentido, la cancelación de la Ley de Capacitación sobre Malvinas no fue un descuido administrativo: fue una señal ideológica.
Cuando el gobierno elimina la formación sobre nuestra soberanía en las Islas, no solo desconoce una ley: rompe un pacto simbólico con la historia y abre la puerta a la subordinación cultural.
Ya no se trata de recordar una gesta pasada. Se trata de entender que la soberanía, hoy, entre otras cosas, es energía, es producción, es memoria, es educación, es conocimiento, es territorio, es trabajo.
Y que atacarlas no es casualidad: es parte del plan.
III. El acuerdo con el Fondo: la matriz del empobrecimiento
En el centro de esta maquinaria de dolor se encuentra el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, actualizado, profundizado y obedecido sin chistar por el actual gobierno.
Milei, que en campaña criticaba la “casta”, ahora y ante el fracaso de su “plan”, se arrodilla ante el mismo FMI que llevó al país a una de las peores crisis de su historia.
Y lo hace con un entusiasmo que ni Macri se animó a mostrar.
Se jacta de haber generado “superávit fiscal” mientras millones no llegan a fin de mes.
Pero ese superávit no nace de la eficiencia, sino del ajuste brutal sobre los sectores más vulnerables: jubilados, docentes, trabajadores, provincias, PyMEs.
El ajuste no es un “remedio amargo”. Es la enfermedad misma.
Y el pago al Fondo, lejos de ser la solución, es el cepo que aprieta el cuello del pueblo argentino.
- El proyecto de deshumanización
Nada de esto sería posible sin un relato. Sin un blindaje mediático. Sin un ejército de trolls que construyen una realidad paralela donde los culpables son siempre los mismos: los trabajadores, los pobres, los docentes, los científicos, los artistas, los militantes, los jóvenes, siempre es el otro.
Todo aquel que defienda lo público, lo común, lo colectivo, es etiquetado como enemigo.
Pero la resistencia existe. Aunque no siempre se vea en los titulares. Aunque no siempre se exprese en grandes actos.
Está en los abrazos entre docentes y estudiantes.
En los comedores que sostienen la vida donde el Estado se retira.
En las universidades públicas que se niegan a apagarse.
En las familias que se organizan. En los sindicatos que luchan.
En cada bandera que se levanta y dice: esto no es normal, esto no es inevitable.
Pero entender lo que pasa es apenas el primer paso.
Nombrar el saqueo, la entrega, la mentira disfrazada de verdad, es apenas el principio.
Porque la historia no se mira, se disputa.
Y la patria no se llora, se pelea.
Cada vez que nos quisieron de rodillas, nos levantamos.
Cada vez que nos vendieron el futuro, lo volvimos a parir con nuestras manos.
Nada está perdido si hay un pueblo que decide no rendirse.
Y acá estamos.
Porque este modelo no se cae solo: hay que empujarlo.
Y ese empujón, aunque te digan lo contrario, no viene de arriba.
Viene del adentro. Viene desde las raíces. Viene desde las entrañas. Viene desde el corazón. Viene de abajo. Viene de VOS. Y porque, codo a codo somos mucho más que dos !.
“La historia no se borra, la memoria no se clausura, la justicia no se negocia y la soberanía no se entrega”.
Por José “Pepe” Armaleo – Militante, abogado, magíster en Derechos Humanos, integrante del Centro Arturo Sampay.
