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Macri y el síndrome de la plaza vacía

Ignacio Campos Desde la asunción del nuevo presidente, el país vive una etapa de revanchismo de los grupos concentrados de poder contra un pueblo en pie.

El 10 de diciembre de 2015 comenzó una etapa nueva en la vida de la Argentina, ese día asumía un nuevo presidente, ese día sería signado por la ausencia del pueblo, ese 10 de diciembre comenzaría la destrucción del estado amparado o legitimado por el 51 por ciento de los votos.

Asimismo comenzó a desnudarse la mentira más infame de los últimos años de vida política argentina. La administración Macri llegó para arrasar con todo vestigio del periodo nacional y popular derrotado en las últimas elecciones presidenciales;  no importa si se trata de sistema de salud, de educación, de vivienda, de tecnología, lo cierto y claro es que debe ser desaparecido.

El gran slogan de campaña acaba de ser negado por el Ministro Prat Gay,-“No podremos cumplir con la promesa de pobreza cero”-, pero ya antes fueron mostrando como basaron su campaña de globos coloridos, en una lista de mentiras, que por su propia naturaleza política, no pensaron nunca cumplir.

Impuesto a las ganancias, ahora lo pagan hasta los jubilados, aumento desmedido de tarifas de servicios básicos, que pronto no podrán ser afrontados por gran parte de los trabajadores.

Silenciamiento metódico de todas las voces que pretendan denunciar, el costado despótico de un gobierno electo por las urnas, pero que no repara en pasar por alto las leyes, con tal de llegar a sus objetivos, objetivos estos que no contemplan el bienestar general.

Nadie en su sano juicio puede pensar en un posible final feliz para este presidente de derecha, representante fiel de las corporaciones y los intereses extranjeros, puesto que del lado de enfrente hay un pueblo muy politizado y movilizado, quizás como jamás antes se ha visto desde el 1945 y con más un elemento extra y es el  que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner muy bien ha definido  – al que venga le dejo la vara muy alta-

El 24 de marzo pasado la plaza de Mayo fue testigo de una de las más importantes movilizaciones populares de los últimos tiempos, solo comparable a la del 9 de diciembre, en ocasión de la despedida del poder a Cristina. Contrastando con la misma escena, pero con tan solo un par de miles de ciudadanos que concurrieran a dar su bienvenida al nuevo ocupante de la Casa Rosada, esta plaza bien podría ser una relato de lo aquí narrado, un presidente que no piensa en el bienestar del pueblo ya que no pertenece a él, no proviene del pueblo y no se debe al pueblo.

Seguramente la historia lo recordará pobremente, como a sus antecesores Menem, De la Rúa y Videla, pero lo que es más seguro aun, nunca podrá conseguir una plaza de Mayo vivando su nombre en llanto, ni rogando que no se vaya.

Macri ya debe estar sintiendo la Plaza de Mayo vacía.

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