La periodista Violeta Gil capta el terror de dos niños que se abrazan frente a la Policía provincial que los deja sin ese rancho que era su hogar, en plena mañana lluviosa de martes. La villa San Lorenzo colindante a la ciudad capital, concentra las fortunas más importantes de Salta. El desalojo se cumple férreo sin tener cuidado alguno con mujeres y niños/as.
En barrio Los Pinos, el poder nuevamente deja en claro que no hay territorio para las personas pobres, no importa qué edad tengan, jamás accederán a una vivienda digna porque las políticas públicas están hechas para que no lo hagan.
» La Asociación de DD HH Coca Gallardo y Familiares de Detenidos-Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales, manifestamos nuestra solidaridad con las ocho familias desalojadas en el día de hoy del asentamiento Los Pinos. El gobierno de la Provincia y la jueza Ada Zunino que dictó la orden de desalojo, son los responsables de que 8 mujeres y 23 niñes hayan quedado sin un techo.
El operativo policial montado para efectivizar el desalojo, muestra que hay la clara decisión de intimidar y reprimir a quiénes ocupen terrenos (sean fiscales o privados). Llamamos a redoblar la solidaridad con las familias que aún permanecen en el Asentamiento Ampliación Parque La Vega, y a manifestar mañana miércoles 18, en Ciudad Judicial a las 10 horas para pedir por la libertad de Yuthiel Alderete»
No a los desalojos.
El Estado es responsable.
La dirigenta de DDHH, Marcela Gutiérrez, al respecto de lo sucedido comentó: » La vivienda es un derecho, y aquí fue vulnerado, junto a todos los demás derechos de las personas que hasta hoy, vivían en el asentamiento Los Pinos.
Gustavo Sáenz solo responde con represión a las demandas de la gente. En este caso, mujeres en su mayoría.
La tristeza y la impotencia de haber visto el despliegue desmedido de fuerzas policiales, más de 10 móviles de infantería, policía montada, motorizada y agentes masculinos y femeninas, más de 300. Nosotros, los militantes que estuvimos desde temprano para acompañar, tal vez 20. Y las familias, solo 8, 23 niños, muy pocos hombres.
La orden era desalojar, desarmar todo. Y ante la mínima resistencia, reprimir. Hoy la bronca me puede, pero también el convencimiento de que hay que cambiar este sistema de mierda»