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Una elección, una decisión y un conflicto (I)

Eduardo J. Vior

El mundo está pendiente de la elección presidencial en EE.UU., pero las decisiones adoptadas por el PC Chino la semana pasada tienen tanto o mayor peso para el futuro común de la humanidad.

Por Eduardo J. Vior

Indudablemente, el resultado de la competencia por la Casa Blanca decidirá sobre el modo y los tiempos de la decadencia de la mayor superpotencia y merece un análisis pormenorizado. Sin embargo, como las noticias sobre los dimes y diretes entre Donald Trump y Joe Biden han acaparado las primeras planas de todos los medios, la opinión pública internacional ha perdido de vista la información sobre las trascendentales resoluciones que ha tomado la reunión del Comité Central (CC) del Partido Comunista de China (PCCh) que se reunió en Beijing entre el lunes 26 y el jueves 29 de octubre pasados. Sus decisiones dan cuenta de la gravedad de la situación mundial y tienen implicaciones aun para escenarios geográficamente muy alejados de Asia Oriental. Por su relevancia, excepcionalmente, Infobaires24 ha desdoblado la columna semanal sobre política mundial y hoy informa sobre China.

Al concluir la Quinta Sesión plenaria del 19º Comité Central (elegido en el Congreso del PCCh celebrado en octubre de 2018), se emitió un comunicado que fija los objetivos del 14º Plan Quinquenal 2021-25 y la visión a mediano plazo, para llevar a cabo la “modernización socialista” hasta 2035. Ambos planes parten declaradamente de la lucha contra la pandemia de coronavirus y de la resistencia a las sanciones impuestas por Estados Unidos. A ambos desafíos China respondió exitosamente. No solo pudo superar rápidamente la pandemia con un mínimo de contagios y de muertes, sino que a partir del tercer trimestre retomó el crecimiento económico y se estima que terminará el año con una tasa de incremento del PBI del 1,9%. Es lógico, entonces, que el liderazgo del país festeje ambos logros como prueba de la capacidad de adaptación que tiene el modelo chino.

Los 198 miembros permanentes y 126 alternos del Comité Central que se reunieron en Beijing aprobaron el Plan Quinquenal y la perspectiva de desarrollo a mediano plazo que serán presentados en marzo a la reunión de primavera del Congreso Nacional del Pueblo, el máximo órgano legislativo del país. ¿Por qué una perspectiva a quince años? Porque en 2035 la potencia oriental habrá recorrido la mitad del camino hacia 2049, cuando se cumplan los 100 años de la República Popular y haya alcanzado el estatuto de “nación socialista desarrollada”.

Este año termina el 13º Plan Quinquenal y se espera que el PBI supere los 15 billones de dólares (aproximadamente 35 veces el PBI argentino). Al haber sacado de la pobreza extrema a casi 56 millones de pobladores rurales en los últimos cinco años, el país cumplió con un decenio de antelación la meta fijada para 2030 en la Agenda de Desarrollo Sostenible de la ONU. Si el 13º Plan realizó la transición del “crecimiento de alta velocidad” al “crecimiento de alta calidad”, el 14º debe asegurar, en palabras de Xi Jinping, la “doble circulación”, para que las relaciones económicas externas y la economía interna se retroalimenten recíprocamente.

El corte de las cadenas de suministro al comienzo de la pandemia y las sanciones norteamericanas enseñaron a los líderes chinos que deben asegurar dentro del país la realización del ciclo productivo de los principales sectores económicos. Por esta razón el 14º Plan se propone cerrar el ciclo de las biotecnologías, asegurar localmente la producción de semiconductores, el desarrollo de los grandes bancos de datos, la robótica y las telecomunicaciones, así como el pasaje de las energías fósiles a las renovables y disminuir la brecha de ingresos entre los sectores urbanos y los rurales.

Como un modo de subrayar la transición de un crecimiento cuantitativo a uno cualitativo, el comunicado publicado tras el pleno del CC no menciona metas numéricas para el 14º Plan Quinquenal. Por el contrario, junto a los objetivos materiales el texto pone el acento en la “felicidad del pueblo”, que para la mayoría de la población significa disminuir las desigualdades y alcanzar un desarrollo inclusivo, sobre todo difundiendo el acceso a servicios públicos de calidad.

 

El pasado 8 de abril un tren de carga que se dirigía a Barcelona esperaba su partida en la estación de Xi’an, en la provincia de Shaanxi, en el noroeste de China. (Xinhua/Li Yibo)

La mayor parte de la sociedad china está convencida de que la presidencia de Donald Trump ha paralizado a largo plazo las relaciones sino-norteamericanas. En las redes chinas Trump tiene el apelativo «Chuan Jianguo», que literalmente quiere decir «Trump construye China». Si bien la ironía tiene el trasfondo desesperanzador de que China ya no podrá contar en el futuro con la cooperación norteamericana, tiene un núcleo de verdad: las sanciones estadounidenses obligaron a la potencia asiática a cerrar los circuitos de producción, distribución y consumo dentro del propio país o, al menos, dentro del propio espacio económico euroasiático.

La certeza de que los Estados Unidos nunca van a admitir la independencia y el desarrollo de China no sólo obliga a ésta a sostenerse en su propio esfuerzo, sino que la fuerza a incrementar drásticamente su esfuerzo para la defensa nacional. Así, junto al Plan Quinquenal se anunció que para 2027, cuando se cumplan los 100 años de la fundación del Ejército Popular de Liberación (ELP), China va a modernizar radicalmente sus fuerzas armadas, mecanizando, automatizando, aplicando la inteligencia artificial y preparándose para defenderse a la vez en el Himalaya, en el Mar Meridional y en el Mar Amarillo, mientras protege la Nueva Ruta de la Seda y la Franja y sus rutas mundiales de abastecimiento. Claro que alcanzar este objetivo va a implicar duplicar el gasto actual en Defensa (el 1,3% del PBI) y llevarlo a la media mundial de 2,6%.

Las relaciones internacionales están entrando en un período peligroso. Estados Unidos no va a admitir su decadencia ni a ceder sin pelear el primer puesto mundial. La única diferencia entre futuros gobiernos de Trump o Biden puede residir en los blancos que ataquen o en los tiempos de su agresión. La decisión china de basarse casi exclusivamente en las propias fuerzas deviene de una apreciación descarnada de la realidad y va a provocar un cierre hacia afuera del espacio euroasiático que Beijing y Moscú vienen construyendo. También los socios más importantes de China en otros continentes sufrirán la presión para optar entre uno y otro bloque.

Probablemente este martes 3 no sepamos si Donald Trump mantendrá la Presidencia de los Estados Unidos o si lo remplazará Joe Biden, pero sí sabemos que el mundo se adentra en un período de máxima tensión que nos involucra a todos. Basarse en las propias fuerzas no es una consigna exclusivamente china.

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