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Un gobierno de internas y fracasos y una oposición que precisa definir objetivos ante el clamor popular

Lo débil y el camino

Alejandro C. TarruellaLa debilidad en política no es un estar en condiciones menores de operar sino un estado determinado en el que cuál hay que actuar respondiendo a sus leyes.

En condiciones semejantes, hacia 1965, el general Perón aconsejaba a algunos muchachos de la JP que lo visitaban en Madrid, utilizar la “táctica del agua”, que consiste en dejarse llevar por el flujo (la corriente) y ocupar los espacios que el terreno ofrece en el camino.

No significa quedarse ni no actuar, significa avanzar con prudencia a la espera de que los factores que inciden en la unidad vayan convergiendo según su propia dinámica. “El pueblo, sin gobierno por sí mismo se ordenaría con equidad”, dice el Tao Te King y habría que profundizar para saber en qué instancia se encuentra hoy el pueblo argentino en esta difícil coyuntura histórica.

En la realidad política actual, la Confederación General del Trabajo (CGT) puso desde la asunción del presidente que lleva un mes, primero en el hotel, ahora en Olivos (sin que con este nombre se pretenda establecer una significación), cuatro pronunciamientos políticos. El último, el llamado a paro nacional el 24 de enero para asistir de modo masivo a la sesión del Congreso Nacional que tratará los DNU que procura imponer el gobierno. Un proceder político muy claro sobre el que convergen organizaciones y el pueblo. Ahora, en tanto se saquea al pueblo argentino, el oficialismo intenta justificar lo que no tiene razón ni sentido: la necesidad y la urgencia.

El presidente, luego de acusar a parlamentarios de coimear para aceptar un voto colectivo, parece haber sido engañado por alguno de ellos a quien, de todos modos, no señaló. Además, ahora ha revelado que una urgencia para el DNU consiste en la presunta oferta del Chelsea, fútbol inglés, por comprar clubes de fútbol de Argentina que se pretende privatizar. Por lo visto, el oficialismo no le hace asco al absurdo a la hora de sus dislates.

Si a eso se le agrega que “The Guardian”, diario británico, medios alemanes y de otros países, ponen en cuestión al gobierno argentino, más lo que señala que en norte tampoco estarían aprobando las idas y venidas del poder que parece estar sin rumbo, se podría arribar a una reflexión: la primera etapa que había diseñado el gobierno hace agua y el remanido asunto de los DNU puede fracasar con estrépito.

El cuadro internacional, en un año de elecciones claves como la de Estados Unidos, en medio del conflicto de Gaza que no pueden resolver ni la potencia ni la Unión Europea, traza acaso una posición de ingleses, europeos y gringos, que no soporta con facilidad un conflicto sin solución en el fin del mundo. De ahí que al seguir los hechos del sur de América, el desaguisado de los libertarios no les traiga un minuto de descanso. Digamos: los factores internacionales no creen en lágrimas. En ese terreno, hay que cuidar ciertos procedimientos de algún progresismo “especializado” que insiste en plantear un destino oscuro y definitivo en un tiempo político complejo. Los progresismos de hoy también están en crisis de eurocentrismo y dificultades para hacer pie en América.

El festín del despojo

Por otra parte, el festín de aumentos sin ley ni norma, ni justificación, están minando la paciencia del pueblo. En enero aumentan el transporte y llegan aumentos en tarifas, más aún en los precios de la canasta familiar lo que va a incidir en ese estado de cosas. Fracasa a su vez la temporada turística con playas vacías y rechazo en toma de alquileres, viajes, etc. La insensibilidad y la ambición se juntan inescrupulosamente. En la propuesta económica del gobierno, Caputo va de fracaso en fracaso y hay quien auguran que está cerca del fracaso final. No es posible una política oficial que solo contemple los negocios de los megacanjes y las rapiñas en favor de una suma de privilegiados que están a metros de un choque, frente al cual, el poder parece anestesiado en su soberbia.

En el plano político, el gobierno ya tiene dos frentes internos difíciles: uno es que denuncia Grabois con la presunta alianza de la vicepresidenta y el empresario Macri, donde se alude de modo directo a un intento posible de golpe de Estado. Hay quienes en el mismo gobierno sugieren, en voz baja, que “se busca un José María Guido”, en alusión al presidente que acomodaron en 1962 los militares para tener un empleado afín en la sucesión de Arturo Frondizi, luego del golpe del 29 de marzo. Otro frente en el oficialismo, lo construye según se dice, Eduardo Menem quien ya tiene a su hijo, no dotado de sus mañas, en la titularidad de diputados y con una actuación mediocre para el gobierno. Menem padre tiene diálogo incluso con Pichetto, y uno de sus cercanos, Rodolfo Barra llega en sus conversación no difundidas a la misma Corte – en las alturas- a donde llega información por esa vía. Las mismas hablan de las desaveniencias profundas en el gobierno, la anarquía no libertaria sino semejante el caos, de los procedimientos y los riesgos que trae ese andar a los tumbos por la emperrada vida de palacio.

Los gobernadores del peronismo se alistan pero no salen aún al campo. Observan, analizan y van midiendo los alistamientos y la situación general en el afán de saber cuáles van a ser las características del nuevo frente político que intuyen, ancho en unidad de concurrentes de diferentes partidos y emblocamientos según las necesidades históricas mixturadas por las debilidades y los requerimientos del momento. Hay diferencias pero el tono general es de prudencia, rasgos de desconfianza a superar ante lo que tiene un costo que está pagando el pueblo argentino, y la exigencia política profunda de reparación que se impone de todos modos ante lo que puede ser un contexto que deje heridas visibles y dolorosas.

Es cierto que hay un clamor por lo urgente pero nunca puede estar desprovisto del análisis, muchas veces molesto hasta la impaciencia, de las condiciones sobre las cuales es posible actuar. Ahora, la situación Argentina le lleva al campo político una problemática nueva y acuciante: la solución en este entuerto no es económica. Es política porque se acabó el armado que sucedió a la dictadura militar en 1983. De aquí no se sale con “especialistas” en macroeconomía, varios de ellos gánsteres de incuestionable avaricia y servicios contra el país, que hacen negocios para el entramado internacional de la globalización. Aquí hay un no va más que es imposible esconder. Se trata ahora de desarmar la trama de la entrega y el saqueo, fuera de eso, no hay salida. La multilateralidad puede ser el camino para encontrar los claros por donde caminar. Que lo débil venza a lo fuerte y lo blando venza a lo duro, se escucha decir hace siglos en el taoísmo, no aún por aquí.

 

 

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