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Salta: niñez condenada al hambre es vendida al mundo

«No hay agua», no hay comida, ni atención sanitaria. No existe en el norte de la región denominada Chaco Salteño, un modo de supervivencia que impida el silencioso genocidio.

Son salteños y salteñas que viven según sus costumbres ancestrales, miembros de la sociedad hipermodernizada pero sin acceso a los elementos básicos de vida digna; agua y comida.

La situación de las comunidades o pueblos originarios se ha dado a conocer en las redes sociales, tras comprobarse la mortandad infantil en los nosocomios públicos, por causas relacionadas con el hambre y la deshidratación extrema.

El beber aguas contaminadas en la zona, hace que las personas contraigan enfermedades gastrointestinales, además de aquellas que por hambre implican una agonía intensa que no pueden soportar dadas las condiciones de desnutrición evidente. Así es que tuberculosis, diarreas y los males provocados por el Chagas, terminan con la vida de no pocos habitantes de las fronteras argentinas.

En los medios digitales, se publica desde mediados del año pasado, las realidades de los pueblos originarios y consecuentemente, la inacción o la falta de asertivas acciones políticas que les otorguen a ellos, salvar las vidas de niños, niñas y adolescentes.

Xenofobia maldita

Por los indios se ha hablado siempre, se les ha quitado mucho de su cosmovisión y cultura. No se respeta, como grupo humano, sus propios procesos de construcción identitaria y en la pulsión de la hegemonía criolla, siempre se conserva el modo de imperarlos o someterlos tal como fuera realizado desde la colonia. En la actualidad, los modos, los instrumentos y las presiones, cambiaron de gestualidad, pero el discurso y el objetivo siguen siendo los mismos que los del siglo XV.

Así es como del «indio» se dice y se presupone lo peor; invisibilizados, desprestigiados y agredidos. Las mujeres cuestionadas por su condición de género, su procedencia originaria y empobrecimiento, se las culpabiliza por las muertes infantiles y se las denigra aún de peor modo.

Cuando los pueblos originarios, protestan, son profundos movimientos y organizaciones sociales reclamando ante lo que es inhumano.

Algunos medios de comunicación llegaron a dedicarle varias líneas al discurso discriminatorio en contra de las comunidades originarias, aprovechándose del desconocimiento general, sobre los modos, medios y costumbres existentes, para echar sobre las mismas toda la culpa de un estado de pobreza impuesto por una super estructura dominante y usurera, en la que agroexportadores, tienen mucho que ver.

Las inundaciones son el resultado de la deforestación del bosque nativo, la extinción de especies arbóreas que componían la alimentación y vida de los ciudadanos y ciudadanas originarios.

Un dato de la construcción cultural

Tampoco ayuda estigmatizar a las personas por ser empobrecidas tras las políticas neoliberales porque pese a todo, las comunidades originarias luchan por mantener su identidad, sus costumbres y sus historias orales.

Nifwotaj, lo relata en sus redes sociales, un joven wichí que explica la particularidad de los nombres y las individuales en esta pelea por subsistir.

«El NOMBRE o apodo en los pueblos indígenas del chaco -matacos o wichis, chorotes, chulupies,- no le ponían al niño cuando recién nacido. Ellos esperaban un tiempo y cuando era grandecito, y lo padres estaban seguros que iba a vivir, recién se lo ponía. Era TABÚ poner el nombre de un muerto. El nombre era de algun animal o cosa de la cual el niño tenia alguna de esas cualidades. Por ej. «Fiyahen» significaba «el que no se asusta por nada» porque el ese niño se mostraba así, no se asustaba ni con los espíritus de los muertos. Otro ej. es «Nowaichés» que era el nombre de un tipo de oculto que son bien ariscos ante la presencia de los cazadores»

El inmenso respeto a la niñez y a la ancianidad, dos etapas de la vida que las poblaciones originarias poseen en su escala de valores son inasibles para el criollaje; bajo la sociedad del uso, abuso y consumo.

La comercialización de la desgracia

En las muertes por hambre y deshidratación estamos viendo, los resultados de todo aquello que de modo directo o indirecto se hace sobre las poblaciones originarias, al continuar desconociéndoles como ciudadanos y ciudadanas en igualdad de derechos y garantías constitucionales.

El abandono del Estado se recrudece porque la costumbre hegemónica es desatender las reales, concretas y vitales demandas humanitarias realizadas por quienes habitan las fronteras internacionales del norte argentino.

Dado esto, cabe recordar a qué punto se erige sobre ellos, la absoluta malicia del conservadurismo salteño y bastará para el caso, al menos citar, en la historia contemporánea lo cometido por el ex mandatario Juan Urtubey y su ministro Carlos Abeleira con respecto a la administración del área de Primera Infancia.

Esto lo hemos expuesto incluso, meses pasados: https://www.infobaires24.com.ar/salta-ex-funcionario-venderia-datos-de-ninos-al-gobierno-local/

Crece en este sentido, el malestar por los elementos que surgen con respecto a las maniobras realizadas por quienes estuvieron a cargo del Ejecutivo local durante más de una década, sin importarles las circunstancias que llevan hoy a la creciente mortandad infantil de niños y niñas en Salta, integrantes de los Pueblos Originarios.

Técnicamente, el ex funcionario Carlos Abeleira, viajaba comercializando los datos estadísticos obtenidos de las comunidades y sectores vulnerables de la sociedad, aquéllos referidos a la vida y muerte de la Infancia norteña en sus primeros años. Comercializaba la información con respecto a la capacidad de proveer alimentos o no y hasta qué punto, lo que se les otorgaba les permitía alcanzar un peso y talla determinados, o un básico bienestar con políticas sociales públicas insuficientes.
Obtuvieron réditos sobre la miseria, la hambruna y la inequidad de niños y niñas, exportaron dicho modelo sin inmutarse; llevándolo como una pretendida herramienta tecnológica y de conocimientos, a otros países.

El Proyecto HORUS, que fue confeccionado durante el gobierno urtubeicista, hizo de la miseria infantil, una oportunidad de negocios.

 

 

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