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Lo que hicimos con lo que hicieron de nosotras

Alma Rodriguez

Luego de un arduo debate, el viernes pasado se dio media sanción a la ley que permite la interrupción voluntaria del embarazo y por la cual se garantiza la salud integral de la mujer al momento de decidir abortar. Se trata de la segunda vez que asistimos como sociedad a un debate parlamentario de estas características -el anterior fue en agosto de 2018- y si bien el debate volvió sobre aristas, puntos y aspectos ya tratados, cabe señalar la diferencia en cuanto al momento histórico, social pero, sobre todo, político en el que nos encontramos en vistas a aquel invierno macrista de 2018.

Por Alma Rodríguez

La jornada de aquella fría noche de agosto permitió visibilizar en las calles lo que se conoce como “marea verde”, un oleaje de mujeres peleando por sus derechos y haciendo del espacio público un lugar donde encontrarse para luchar. De por sí, ese movimiento tiene un significado histórico y cultural que puede leerse como quiebre en cuanto a las prácticas históricas asignadas a la mujer y los vínculos entre los espacios: el tradicional mujer/hogar frente a este nuevo mujer/las calles.

Por ese año, padecíamos los efectos y las ejecuciones más nefastas de un gobierno neoliberal que dejó a nuestro país sumido en la miseria y en índices de pobreza, al parecer, irremontables, sin Ministerio de Salud y con una crisis sanitaria sin igual. Ese también fue el primer debate acerca del aborto que pudimos presenciar.

Lo del jueves y viernes pasado vino a reparar aquella sensación de agosto de 2018

Al momento  del uso de la palabra, se escucharon argumentos muy potentes de parte de quienes entienden el cuerpo de las mujeres como un territorio de disputa sin poder de decisión propia y también sobrevolaron argumentos muy irrisorios de parte de quienes no logran entender que estamos en el 2020 y que el sistema patriarcal parece haber colapsado. En este sentido, se comparó a la mujer con una perrita que da a luz sólo por mencionar algunas de las ridículas figuras retóricas recurrentes. De todos modos, esos no serían los argumentos más peligrosos, sino los utilizados por aquellos que a la hora de exponer sostuvieron, a capa y espada, un sistema en el que muchas de las víctimas son niñas menores y muchos de los embarazos son producto de violación o relaciones intrafamiliares. En aquel momento pudimos ver claramente cómo funciona el sistema patriarcal en el interior de las provincias del resto del país.

Lo del jueves y viernes pasado vino a reparar aquella sensación de agosto de 2018 en el que volvimos a nuestras casas con el sabor de haber logrado sólo una parte de lo que queríamos. Y la diferencia, ahora, es fundamental con respecto a aquel momento: estamos bajo un gobierno que vino a reparar el daño histórico hecho a las mujeres. El gobierno de Alberto Fernández comenzó su gestión pensando en la configuración de un Estado en el que la mujer ocupara espacios con poder de decisión real y tuviera incidencia decisiva en la gestión.

Un buen estadista es aquel que sabe interpretar las necesidades del pueblo y logra empatizar con esos reclamos

Alberto Fernández sabe hacer de eso una parte esencial de su política y posee esa capacidad de empatizar que muchos tienen pero no todos se animan a poner en acción. Momento histórico más acompañamiento político parece ser la clave para que las mujeres demos un paso fundamental en la historia de nuestros cuerpos y nuestras luchas. Que la clase dirigente sepa que tiene en sus manos la posibilidad de pasar a la Historia. Y que sea Ley.

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