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LA VECINA INDISCRETA: XIMENA DE TEZANOS PINTO MC LOUGHLIN

En esta crónica, la décima de la serie, sabremos algunos primeros datos de quien pasó a ser conocida como «La vecina de Cristina», Ximena de Tezanos Pinto McLoughlin. Una mujer de cabello colorido, banderas desplegadas en su ventana alusivas a su vecina más famosa, una militante de extrema derecha con un enorme conglomerado de relaciones con casi todos los involucrados en el intento de crimen a la vicepresidenta y su casa como punto de confluencia. En esta primera parte, contamos algo de su vida hasta agosto de 2022.

Quienes vienen siguiendo el devenir de estas crónicas sabrán que ya la nombramos casi de soslayo, sin extendernos en detalles. Ximena de Tezanos Pinto, de quien nos referimos, asomó a estas páginas cuando hablamos de «las Mabeles», esas mujeres así rotuladas por Jonathan Morel, líder de «Revolución Federal», a quien ellas acompañaban en sus bravatas de guillotinas, horcas y teas ardientes, bajo la amenaza de «Muertos, presos o exiliados» para todos aquellos que fuesen peronistas o kirchneristas, el blanco de su odio.

 

 

Las Mabeles son en realidad, y como explicamos en la crónica precedente, las mujeres que conforman desde 2015 «Equipo Republicano», el sello que oficializó ese agrupamiento de señoras que pasada la medianía de su vida confluyeron primero por Facebook y luego en los cacerolazos de 2012 donde pudieron expresar todo lo que desde entonces, simbolizó Cristina Fernández de Kirchner para ellas.

Si enero de 2015 fue para Equipo Republicano su lanzamiento oficial en los actos de pedido de justicia por la muerte del fiscal Alberto Nisman, causa que tomaron como propia hasta hoy, el «caso Chocobar» fue otro mojón en su historia. Vale recordar brevemente qué fue lo sucedido con el polícía Luis Chocobar, y que marcó un hito en la política represiva del entonces gobierno macrista cuya tutela llevaba Patricia Bullrich como ministra de Seguridad.

El 8 de diciembre de 2017 el policía Luis Chocobar, un policía local de Avellaneda, estaba vestido de civil y de franco de servicio y salía de su casa en el barrio porteño de La Boca cuando vio que dos ladrones pretendían arrebatarle la cámara de fotos a un turista. El hombre se resistió al robo, y los ladrones lo golpearon y asestaron algunas puñaladas y salieron corriendo con el objeto robado. Eran las ocho y cuarto de la mañana y varias personas vieron lo sucedido y escucharon los pedidos de auxilio del hombre herido. Mientras algunos lo asistían, tres personas corrieron a los ladrones y un par más se sumaron a la persecución en una moto. Chocobar, que no había visto el atraco, solo escuchó los gritos y vio la carrera, y se sumó. Uno de los ladrones pudo escabullirse pero el otro, de apellido Kukok, fue apresado por los motociclistas, a quienes se sumó un tercero que venía a pie. Lo golpearon, y recuperaron la cámara sustraída, que fue devuelta al turista malherido. Kukok había quedado solo, tendido en el piso, y no había ofrecido resistencia. El caso habría terminado ahí, si no hubiera aparecido Chocobar.

Kukok pretendió incorporarse y el policía interpretó este movimiento como de posible agresión y disparó tres veces en dirección al ladrón, sin dar en el blanco. Kukok intentó huír, corrió unos metros, y Chocobar disparó cuatro veces más. Dos balazos dieron de lleno en el ladrón, uno en su espalda, otro en su pierna. Falleció cuatro días después.

El hecho y su desproporción generaron un parteaguas en una ya caldeada sociedad argentina que venía espantada por el caso Maldonado, el muchacho asesinado por Gendarmería y cuyo cadaver desaparecieron, para hacerlo pasar por accidentado muchos días después. La pretendida instalación de la «mano dura» que agitaba Patricia Bullrich ganaba cada vez más adeptos y otro tanto de espantados, y las violaciones a los derechos humanos y a las reglas básicas de accionar de fuerzas de seguridad eran cada vez más laxas. Chocobar vino, entonces, a agitar esas aguas entre los que lo aplaudían por haber asesinado a un ladrón, en una enorme desproporción entre crimen y castigo y los que se espantaban por el imperio de la ilegalidad avalada por el Estado. El policía fue recibido por el presidente, ponderado por todo el gobierno, dio entrevistas, notas y recibió homenajes y reconocimientos.

La justicia no pudo dejar de intervenir, y Chocobar fue a juicio. Y es en esos tiempos donde la causa se llevó adelante en los Tribunales de Comodoro Py en donde aparecen las mabeles de «Equipo Republicano». Se instalaron durante larguísimas jornadas en la vereda del Juzgado, desplegaron cartelería profusa, agitaron banderas, cantaron consignas de apoyo al policía quien, para entonces, era su ídolo, vocinclearon con un megáfono, y pulsaron redoblantes por horas sin encontrar nunca el ritmo. Ya corría el 2021. Entre esas mujeres lideradas por la abogada peruana Aura Marina Ríos Flores y secundada por la jubilada Luz Lasala, participaban Sabrina Basile y Cristina Luján Romero, que un día de esos invitó a una de sus clientas en la peluquería que por entonces tenía en uno de los locales del Hotel Alvear: Ximena de Tezanos Pinto.

Ximena ya era, por entonces, levemente conocida en algunos medios. Tímidamente había aparecido en redes sociales que mostraban las banderas que colgaba de la ventana de su casa y que si su dirección hubiera sido otra, nadie hubiera registrado. Pero Ximena vivía en Juncal y Uruguay, justo en el departamento de arriba del que ocupaba por entonces la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Una esquina y un departamento que un año después sería central en esta historia que contamos en estas crónicas.

Cuando Cristina Luján Romero, la peluquera que hasta hoy le tiñe el pelo cano de violeta, de verde o de rojo, la invitó a participar de una de las manifestaciones en apoyo a Chocobar ni dudó. Manifestarse en la calle era el paso siguiente y casi inevitable de lo que ya había decidido desde un tiempo antes, cuando empezó a colgar enormes banderas argentinas con inscripciones que iban desde «Basta de corruptos» a «Por una República Democrática», que caían justo por encima de la ventana del living de Cristina Fernández de Kirchner. Era un manifiesto pero también una provocación. Ya había salido en algunos medios, unas pocas fotos en diarios y revistas, o redes sociales, pero su rostro aún no lo conocíamos. Era momento de dar la cara y allá fue, una mañana de mayo de 2021, a manifestarse con «Equipo Republicano» a favor del policía que había hecho «justicia por mano propia», aunque nunca es justo matar por la espalda, sin juicio previo y mucho menos condena legal. Una justicia, además, desproporcionadísima aún para el Código Penal: no hay pena de muerte por un hurto, al menos en la democracia que supimos conseguir. Ximena hacía muchos años había elegido dónde pararse ideológicamente, ahora lo hacía explícito.

Ximena de Tezanos Pinto Mc Lounghlin es parte de una familia patricia de larga raigambre en la Argentina. Jueces, abogados, empresarios, estancieros son los pater familiae desde hace más de ciento cincuenta años. Con el paso de las generaciones y su crecimiento exponencial, que se sumaron a cierta incapacidad de algunos de sus miembros para sostener o acrecentar la fortuna, hizo que algunos mantuvieran el apellido pero no la billetera, al menos, en su capacidad de «tirar manteca al techo».
Ximena, con todos los personajes que vamos mostrando en este ballet de difusos que convergieron en un mismo tiempo, lugar y con un mismo fin, el intento de asesinato a Cristina, tiene algo en común: todos, pero todos, se sienten borrados de la foto, corridos del sitio al que creen pertenecer y negados en aquél al que quieren arribar. Esa nebulosa de haber sido, querer ser y saber que nunca se será es la que define a Ximena con precisión.

Hizo el secundario en el mismo colegio que muchas chicas de su clase: el Mallinckrodt de la calle Juncal, en el corazón de la Recoleta, un barrio que la vio nacer y del que nunca se fue. Sus compañeras de aula, cuarenta años después, la recuerdan como a una chica que fluctuaba entre la tristeza y el afán de hacerse ver, sin que logre integrarse nunca. No tenía ni el aspecto, ni la ropa, ni el poder adquisitivo ni los viajes a Europa que eran corrientes en el resto. Tampoco era pobre y era una de las que tenía algo que muchas de las que tenían dinero, carecían: apellido. Pero nunca pudo soportar el soterrado bullyng del que era víctima y eso, entre otros devenires, posiblemente lo arrastre hasta ahora. Esas personas no hacen terapia.

Ximena se casó muy joven con el recién recibido abogado Alejandro José Kenny Padilla y con él tuvo cuatro hijos: Vicente Alejandro, Alfredo José, Eugenia Belén y Sebastián Nicolás hoy todos adultos independizados. Alejandro José Kenny Padilla integra el estudio Padilla, Kenny & Alchourrón, y en la biografía de su página de internet el abogado destaca que entre 1981 y 1983 formó parte del equipo de negociación de la quiebra de Sasetru S.A., una de las principales empresas de alimentos del país, cuya quiebra y vaciamiento en 1981 fue forzada por la dictadura, cuyos personeros amenazaron y detuvieron a sus directivos. El tribunal que aún entiende en la causa analiza declararla crimen de lesa humanidad por haber participado personal del Estado en el robo y secuestro.

Ximena también tiene un parentesco político con Jose Antonio Aranda, vicepresidente del Grupo Clarín; y con Marta García Tezanos Pinto, quien integró la tenebrosa banda de Aníbal Gordon, aunque a diferencia del marido, esos son parentescos que no se eligen. Tezanos Pinto es una familia con arraigo en Jujuy y Salta, provincia en la que fueron acusados de tener a trabajadores rurales en régimen de virtual esclavitud.

Ximena se separó del padre de sus hijos hace más de catorce años. En la separación de bienes a ella le tocó quedarse con el departamento familiar de seis ambientes en una de las esquinas más coquetas de Buenos Aires, la de Uruguay y Juncal. Ella había decorado ese hogar con la intención de que sea un espacio cálido para su numerosa prole, en donde pensaba envejecer acompañada por Alejandro José. No pudo ser y entonces tuvo que reformular su vida y sus ingresos. También le tocaron en la repartija algunos departamentos que junto a su marido había ido comprando, siempre en Recoleta, con el destino de alquiler.

Hace alrededor de quince años Ximena volvió a formar pareja. Se enamoró de un actor que hoy es un fervoroso kirchnerista; pero en ese tiempo de coincidencias, con él organizaba cenas en su renovado departamento de soltera, en las que nucleaba a artistas, influencers y adinerados que pagaban una entrada y concurrían a fiestas donde además de comer se presenciaban funciones de microteatro, o recitales, o lectura de poesía. Eran las «Tertulias del Sapo» con las que Ximena sobrevivió algún tiempo pero, sobre todo, conoció un mundo hasta entonces desconocido, divertido y loco y de entonces le quedaron algunos recuerdos, como fotos en las que se la ve fumando marihuana en la terraza o el VHS en el que grabó su intervención como actriz en uno de esos programas de juicios simulados, en donde se presentan supuestos litigantes con casos absurdos, discuten, pelean, y un juez sentencia y a donde llegó para ganarse un bolo junto con su novio actor. La bohemia le duró poco, no era vida para ella y al actor lo fletó para no verlo más. Luego tuvo otro novio con un panadero de extrema derecha, con quien instaló un vivero llamado «Jardín del Cielo». Pero el amor nuevamente naufragó.

Pero vayamos a lo importante, y que tiene que ver con lo que nos convoca. ¿De qué vive Ximena de Tezanos Pinto hoy? En su perfil de Linkedin hay actividades laborales registradas hasta octubre de 2021. Allí aparece como responsable del vivero que ya no existe, como coaching motivacional -su única actividad reconocida en ese rubro fue una charla motivacional para el personal de Unilever, y otra, ad honorem, acerca de la inversión en bitcoins, durante 2021- y como rentista de departamentos de alquiler temporario.

Cuando vamos a la página de AFIP, vemos que Ximena no es monotributista, y que dejó de tributar en 2013 cuando se dio de baja, mucho antes del vivero y de los departamentos en renta por lo que la consigna que suele esgrimir: «mantengo vagos con mis impuestos», no es del todo cierta. La página de departamentos en alquiler, www.1054.com.ar está inhabilitada hace, por lo menos, dos años por lo que no se sabe qué destino tuvieron esas propiedades, quizá en manos de sus hijos.

Hasta octubre del 2021 Ximena figuraba en el Veraz como “morosa categoría 5”, es decir, incobrable. Pero a partir de noviembre de ese mismo año su situación experimentó un drástico cambio, al punto de que pagó todas sus deudas,y no solo dejar el rojo para pasar al verde, sino que también obtuvo un crédito del HSBC. ¿Cómo logró ese flujo de dinero? En los últimos años no parece haber fallecido ningún familiar al que pudiera haber heredado, por lo que constituye un misterio. Misterio coincidente con el mes en que Jonathan Morel y Leonardo Sosa, de «Revolución Federal», empezaron a tener un flujo de dinero millonario por la supuesta venta de mesas de luz al Grupo Caputo, tema en el que ahondaremos en las crónicas por venir.

Curiosamente, y siempre anclando en sus propios dichos, siempre tuvo inquilinos en los cuartos vacíos de su propio departamento de Juncal y Uruguay. En mayo de 2022 encontró una nueva inquilina: una abogada llamada Gladis Egui. Gladis, que se recibió en leyes pasados sus cincuenta años, hasta recibirse había sido empleada de algunas inmobiliarias. Algunos datos imprecisos hablan de vínculos directos con los servicios de inteligencia, inchequeables. La cuestión es que la buena de Gladis, que no tenía donde vivir, en mayo de 2022 le alquiló un cuarto a Ximena, del que se fue a fines de ese año, cuando el intento de crimen a Cristina ya había sucedido.

Casualmente, Gladis y Ximena tenían amigos en común. Ximena era amiga de Cristina Luján Romero, como dijimos, quien la llevó a militar a Ximena en Equipo Republicano. Juntas, todas «las mabeles» no solo se apiñaron en la puerta de Comodoro Py por Chocobar, sino en el Palacio de Tribunales para apoyar a la Suprema Corte, en recorridas por actos de Patricia Bullrich (Ximena puso su auto y dejaron profuso registro fotográfico de viajes a otras partes del país acompañando a la entonces candidata), y en actos organizados por «Revolución Federal» en Plaza de Mayo o en el Obelisco, donde agitaron pancartas, Ximena tocó un redoblante, y encendieron antorchas, se tomó fotos con «El Presto», quien en ese mismo momento era novio de Brenda Uliarte. Gladis, coincidentemente, también participó de algunos de esos actos pero, sobre todo, se erigió en la abogada de Leonardo Sosa y de Gastón Guerra (Jonathan Morel tiene como abogado a Nilo Medina) cuando fueron procesados por los escraches a diferentes figuras públicas como el actor Pablo Echarri o al entonces ministro Sergio Massa.

Ximena, que empezó el 2022 con las cuentas en verde y holgada de dinero, no escatimó en banderas para su balcón, marchas políticas, y notas periodísticas. Porque de pronto, desde una primera nota en el diario La Nación, medio al que por primera vez le abrió las puertas de su casa, le mostró todas las instalaciones y se tomó simpáticas fotos; Ximena empezó a ser una figurita simpáticamente repetida en los medios del hegemón, en los que se explayaba en explicaciones morales, éticas y políticas del por qué de sus banderas desplegadas. «Republicanismo» era la palabra más repetida. Citas a Lopez Murphy o a Alberto Benegas Lynch, el «prócer» de Javier Milei. Un discurso solvente ante el que la mayoría de los cronistas no se animaban a debatir: muchas veces inhibe la portación de clase y apellidos.

Hasta que llegó agosto de 2022 y la esquina de su casa, y la de la casa de Cristina, se llenó de gente y de medios durante días. Pero eso lo contaremos en la crónica siguiente.

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