Hernàn Brienza: El gran desafío del Kirchnerismo
Uno de los principales desafíos que tendrá el kirchnerismo de cara a las elecciones de octubre es enfrentar al electorado que en los últimos años de su gobierno fugaron a la oposición. Obviamente, se trata de un voto variado, policlasista, difícil de descifrar en una primera lectura, pero que pasado el tiempo debiera ser escrutado. Obviamente hay un voto muy duro antikirchnerista, de corte meramente ideológico, e irreductible. Existe también un voto refractario más amplio, que incluyen a los que ya se han arrepentido a votar al Macrismo pero que todavía no han logrado recomponerse en una opción positiva. Mucho de ese sufragio acompañó al Kirchnerismo en el 2011, pero ya no en el 2015. ¿Podrá Cristina recuperarlo?
Quizás los movimientos ascendentes en términos sociales y económicos del período 2003-2015 hayan construido un reflejo en términos actitudinales semejantes a los del post peronismo del decenio 1945-1955. Es decir creo que un ascenso social que copió pautas ideológicas aspiracionales, por un lado, pero por otro, ligó expectativas culturales de los sectores en ascenso a las pautas ideológicas de clases medias y altas ya consolidadas. Es decir, los elementos ascendentes intentaron, con las mejores económicas, hacerse de un mínimo status.
Arturo Jauretche lo explica bien en El medio pelo: “Esta ficción de status ha existido siempre pero sin el carácter masivo de los últimos años, en que dejó de ser episódico y excepcional para convertirse en el modo del vasto sector que se ha analizado. También se ha visto que esta generalización se produce en el momento histórico de lo que diremos el «aluvión zoológico» para emplear un término característico del «medio pelo». La posición inversa al mismo es ab-initio un signo de status. Ni remotamente toda la gente que se ubica contra el movimiento de 1945 es «medio pelo»; pero todo el «medio pelo» está en esa posición porque ella se convierte como signo negativo en un signo afirmativo del status que se busca.
Existe también un voto refractario más amplio, que incluyen a los que ya se han arrepentido a votar al Macrismo pero que todavía no han logrado recomponerse en una opción positiva. Mucho de ese sufragio acompañó al Kirchnerismo en el 2011, pero ya no en el 2015. ¿Podrá Cristina recuperarlo?
Cuando la clase alta, pasados los episodios de la Unidad Democrática se retrae a su propio medio alejándose de los contactos populares, el «medio pelo» afirma aun más este signo para convertirlo en el signo de los signos. A través de la Unidad Democrática, la gente del «medio pelo» ha tenido por un tiempo la ilusión del mismo status con la clase alta. Cuando esta se retrae necesita aferrarse a las pautas que motivaron la convivencia y el «antiperonismo» le resulta el único nexo subsistente.
Valorizarlo como símbolo es confirmarse en el status que se atribuye. Con el transcurso del tiempo se convierte en el símbolo por excelencia y así el antiperonismo se convierte en la pauta de las pautas: la Gran Pauta. Esta pauta las resume a todas porque es pauta de comportamiento y pauta ideológica. Como pauta ideológica contiene todos los elementos intelectuales aportados por el sarmientismo de la intelligentzia que se acaban de ver y como pauta de comportamiento resume, en la calcomanía de las pautas de la clase alta los signos de distinción que se buscan en ella.
Cumple además otra función integradora porque en la comunidad del símbolo, y por el contraste que este establece con el resto de la sociedad que el medio pelo considera por debajo de su status, es un instrumento de fusión endógeno al grupo, que permite en cierta manera reconstruir la imagen de la sociedad tradicional que había derogado el fenómeno inmigratorio. Para los supuestos del «medio pelo» se ha reconstituido la separación entre gente principal, «parte sana y decente» de la población, y clase inferior constituida por los «negros». Sólo que ahora la parte sana y decente se configura con los gringuitos adentro, lo que explica que uno de ellos haya podido hacer la calificación de aluvión zoológico.
Creo que con esto está bien claro que Perón o Peronismo no son más que nombres ocasionales, pretextos; el antiperonismo es tan hecho social como el peronismo; mientras aquel es el nombre que tiene la integración de toda la sociedad argentina en una nueva configuración, éste expresa la resistencia a la misma. Perón o Mongo, ese es el hecho adjetivo. Lo sustantivo es lo que se acaba de decir y se repetirá respecto del hombre o del grupo social que aparezca encabezando la integración inevitable; se reiterará la misma situación que se produjo entonces y cuyos valores entendidos subsisten, al margen de las virtudes o vicios que tenga la conducción.
Con mayor razón si el hombre o grupo conductor surge de los estratos medios de la sociedad, y aun por la influencia de un Alcibíades o un Julio César salidos de la clase alta. Este será un desertor que por el solo hecho de actuar al servicio de la causa nacional, identificada con la integración, recibirá las mismas calificaciones y servirá como pauta definitoria a contrario imperio. Perón y el peronismo, para emplear los términos corrientes de la Sociología de la Cátedra no son otra cosa que el marco de referencia”.
el Macrismo demostró que los ricos solo gobiernan para los ricos, a los sectores abandonados por las políticas del gobierno nacional solo les queda aferrarse al antiperonismo para seguir perteneciendo a la clase que creían que pertenecían si votaban a Mauricio Macri
Es sumamente interesante el párrafo de Jauretche. Porque sugiere que lo único que ata a los sectores medios y bajos con la clase a la que aspiran pertenecer es el antiperonismo y en este caso el antikirchnerismo. No es racional la cuestión ni argumentativa. El voto aspiracional antikirchnerista en realidad se construye sobre esa identificación social: quieren pertenecer a la “gente decente” y para ello deben separarse de todo lo que se asemeje a los “negro”, a lo plebeyo, a lo bárbaro. Aún cuando el enunciante sea negro, plebeyo y bárbaro. Lo que importa no es el ser sino el parecer. Y, ahora, que el Macrismo demostró que los ricos solo gobiernan para los ricos, a los sectores abandonados por las políticas del gobierno nacional solo les queda aferrarse al antiperonismo para seguir perteneciendo a la clase que creían que pertenecían si votaban a Mauricio Macri.
El Kirchnerismo deberá enfrentarse fundamentalmente a ese fantasma aspiracional desilusionado si quiere atraerlo en términos electorales. Es una tarea difícil. Muy difícil. Consiste en demostrar y convencer a esos sectores abandonados y despechados que deben aspirar a nuevas pautas de status. Y que ese status no puede estar en el pasado sino en el futuro. No puede ser recriminatoria. Debe reinstalar la afectividad aspiracional. Como hizo en cierta medida entre el 2009 y el 2011, cuando propuso una forma de ser transformadora y progresista. Y “cool” por qué no decirlo.
El problema es que esta necesidad de recuperar la promesa aspiracional se lleva a las patadas con ciertos discursos progresistas hacia el interior del propio Kirchnerismo. Para ser claros: los sectores ascendentes van en busca de una distinción –en términos de Bourdieu- atada a pautas tradicionales de riqueza en la Argentina. Ciertos sectores del Kirchnerismo, en cambio, llevan su distinción atada a la lanza del pautado moral e ideológico. No es fácil.