Opinión

El papa no recibe a Massa, ni habla con él por teléfono

 

 

 

Pablo de León escribió “El salto del Tigre”, que salió en la segunda semana de agosto de 2013 a la venta. El libro abunda sobre la trayectoria corporativo política de Sergio Massa. Según el periodista, la designación de Bergoglio hizo definir a Sergio Massa su precandidatura a presidente de la Nación. Y lo plantea como a una señal de la providencia. Relato auspicioso, creíble para algunos (en particular sus amigos) e inexacto luego de conocerse por diferentes fuentes, que Massa encaró acciones de desgaste de la figura de Jorge Bergoglio desde la década de los años noventa. Esas acciones, por otra parte, lo hicieron aliado de enemigos declarados del ahora Papa. Es posible entonces, suponer que el relato del libro, sea parte de un montaje para bajar el nivel de diferencias entre el más influyente personaje del Tigre y sus alrededores, y el principal morador de El Vaticano.

Cuenta Pablo de León, que el 13 de marzo de 2013, cuando se supo la elección del Papa Francisco para dirigir los destinos de la iglesia. Massa estaba en su oficina. Es más, en jornada de trabajo. Iban a visitarlo a su despacho en el municipio de Tigre, jóvenes de Rafaela. Cuando conversaba con los rafaelinos, en el televisor de su despacho se anunció el nombre del nuevo papa, un argentino al que Massa había maltratado durante su gestión como Jefe de Gabinete del gobierno. El francés Jean Louis Tauran, con voz temblorosa, daba el anunció y mencionaba a Bergoglio. De repente, como si hubiera recibido una señal divina, se relata más o menos en esos términos en el libro, Massa sufrió de emoción. Según su cronista, el ex intendente cuestionado por presuntos lazos con el narcotráfico, se lanzó a lagrimear. Los jóvenes se sorprendieron, dice el narrador de León, y definió a ese efecto como una señal. Sin que mediara explicación alguna, Massa pasaba de conspirar contra Bergoglio, a emocionarse por Francisco. No es creíble.

 

Siguió el relato señalando que por lo bajo, Massa exclamó (es posible que susurrara para sus adentro y que así, la frase no hubiera colisionado con el oxígeno): “Tomar decisiones”. Y se largó nomás. Les dijo a los jóvenes: “Esto es una señal, chicos. Y hay que saber interpretarla”, y luego insiste de León, dijo a su esposa en su casa: “Me pegó fuerte, fue una trompada al medio del mentón”.

Lo que vino luego, fue el rechazo de Bergoglio a recibir a Massa. Ignacio de Mendiguren, su socio político, un hombre al que el 2001 le dio enormes satisfacciones económicas, procuró una y otra vez que el joven influyente de Tigre llegara a el Vaticano para echarse una sonrisa y una foto con el Papa y no pudo. Lo intentó desde Madrid cuando el diario del banco HBSC, “El País”, lo recibió como si se tratara de un académico o un estadista, y quiso cerrar su gira con una ida a Roma y otra vez la puerta se le cerró en la cara.

Una nota del semanario “Perfil” del 15 de marzo de 2014 que firma Rosario Ayerdi sobre el tema, intenta ayudar a Massa con la presunta revelación de las charlas telefónicas que habría tenido con el Papa. Cosa que es absoluta ficción para la gilada. Dice Rosario Ayerdi (¿será un seudónimo el que determina que la periodista que toma la cuestión se llama nada menos que Rosario?): “Este medio pudo reconstruir algunas conversaciones telefónicas entre el Papa y Massa. La primera fue tras el triunfo electoral del Frente Renovador en los comicios del 27 de octubre, en los que el diputado se impuso con cerca del 44% de los votos. La llamada llegó del Vaticano y fue para saludarlo por el resultado”.

Esas llamadas no existieron nunca. Y además, si un periodista o un medio tienen las llamadas entre Massa y el Papa, ¿Qué hacen? Las publican. En este caso, por pudor, Rosario decidió contar que las tenía pero no publicarlas. No lo creería ni una carmelita descalza.

 

El 30 de agosto de este año, el diario “Hoy” de la ciudad de la Plata (en conflicto actualmente), que dirige Myriam Renée Chavez de Balcedo, con llegada a la curia platense, dice con indiscutible calidad de fuentes que “Desde que llegó al trono de Pedro , el Sumo Pontífice viene evitando reunirse con el líder del Frente Renovador. En el Vaticano preocupan los narcotraficantes instalados en Tigre y recuerdan las infames operaciones que hizo Massa contra Bergoglio”. Por ahi cantaba Garay. En “Hoy” dicen en La Plata, se conocen bien esos temas. Por eso el diario continuaba en su nota afirmando que: “Otro factor del desdén del Sumo Pontífice hacia la figura de Massa se remonta a la época en que el ex intendente era jefe de gabinete y un fiel servidor de Néstor y Cristina Kirchner. En aquel entonces, el matrimonio presidencial, atacaba de la forma más infame a Jorge Bergoglio, al que acusaban –injustamente- de ser el jefe de la oposición sólo por el hecho de que en sus homilías denunciaba aquello que gran parte de la clase política callaba: el clientelismo,  el narcotráfico, el trabajo esclavo, etc. En ese contexto, habría sido Massa el que le propuso a los K puentear al entonces arzobispo porteño y acordar directamente con sus enemigos en el Vaticano. Entre ellos, un par de ultra conservadores como el embajador de Benedicto XVI en Buenos Aires, Adriano Bernardinio, y el ex secretario de Estado, Angelo Sodano”.

De manera que la distancia entre el Papa y Massa, motivada por diferentes razones y fundamentalmente por la acción del actuar interlocutor radical del Tigre, parece ser una medida que no ofrece cambios. Y eso, explicaría las operaciones. Tal vez un libro con “señales” y estados espirituales fingidos o sostenidos en una rica ficción, intercambios telefónicos que jamás existieron, salvo en la imaginación de alguien dedicado a rezar rosarios en la prensa, o finalmente, de seguir el camino del relato sin sustento, un encuentro que jamás se produjo.

Las preocupaciones de la iglesia de Roma respecto de Massa, el diputado que no va a la Cámara de Diputados a tratar las leyes porque a su modo de ver, carecen de interés, son las mismas que le prodigaron en críticas Lilita Carrio y otros pares. Lo que no parece correcto, es intentar anudar hechos que no sucedieron y contarlos como si se hubiese producido. Hoy el periodismo abunda en esos ejemplos pero eso no significa que cada mentira que se largue a las calles, es verdad.

Alejandro Tarruela

 

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