Diego Hurtado: “El periodo kirchnerista fue el más rico para la ciencia y la tecnología desde 1810″
El actual viceministro de Ciencia y Tecnología de la Nación reflexionó sobre el Plan de CTI 2020 (“Argentina Innovadora”) y el 2030 que está en elaboración. El “péndulo” argentino, los aprendizajes, las capacidades, y la posibilidad de construir un proyecto de país autónomo.
Por Julián Bilmes, Andrés Carbel y Santiago Liaudat (Agencia Paco Urondo)
Diego Hurtado es secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, y está a cargo de la elaboración del Plan Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación 2030. Doctor en Física, se especializó en el estudio de la innovación y gestión de la tecnología y la historia de la ciencia en Argentina. Además, participó en la gestión pública como Secretario de Investigación (2006-2008) y Secretario de Innovación y Transferencia de Tecnología (2009-2014) de la UNSAM; Presidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear (2014-2015) y miembro del directorio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (2014-2017).
¿Cuál fue tu participación durante el período 2003-2015 en la planificación en ciencia y tecnología?
Yo arranqué en la gestión cuando me proponen ser secretario de investigación en el año 2006 en la Universidad de San Martín. Al día de hoy cuando uno ve las respuestas a la pandemia -el suero hiperinmune, kit de diagnóstico, el barbijo UNSAM-Conicet, la vacuna de Juliana Cassataro-, son desarrollos de la UNSAM en sociedad con CONICET, con otras universidades. Eso no es espontáneo, eso fue parte de una política de ciencia y tecnología que en algunas universidades o instituciones CyT impactó de manera más visible que en otras. La experiencia de la UNSAM para mí fue vital.
Cuando se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) y arranca el trabajo para el plan Argentina Innovadora 2020, una tecnología social -para decirlo de una manera- que se puso a funcionar fueron las mesas de implementación. Desde la UNSAM nosotros veíamos que los Fondos Argentinos Sectoriales (FONARSEC) iban a permitir dar un salto cualitativo. Era un instrumento en términos de «zanahoria» para que nuestros científicos se tomen el trabajo de salir a buscar empresas y que algunas de ellas entiendan que asociándose con sectores CyT del sector público podían lograr un financiamiento interesante para sus desarrollos.
¿Qué balance hacés de las experiencias de planificación estratégica del desarrollo que se llevaron adelante bajo los gobiernos kirchneristas, en particular en Ciencia, Tecnología e Innovación?
Me parece que hay que ver la película, hay que tener una clara mirada sistémica e histórica. Para mí fue el periodo más rico para la ciencia y la tecnología desde 1810. El gobierno de Néstor arranca en 2003 después de una crisis terminal, eso supone que la Argentina tenía capacidades estatales dispersas, fragmentadas, en algún sentido degradadas. Ahí es donde empieza a tomar sentido el rol de la Secretaría de CyT (SeCyT), un primer plan nacional, poner en marcha políticas que no existían en la Argentina, políticas sectoriales en el campo de incentivo y promoción de la industria del software, de los servicios informáticos, la biotecnología, la producción pública de medicamentos, que arranca básicamente con una enorme proporción de nuestra población que no accede a medicamentos básicos. Recuperación de la política nuclear, sector que había sido sometido igual que el resto de las instituciones de ciencia y tecnologías a políticas de achicamiento del Estado y retiros voluntarios. La creación de la empresa ARSAT como empresa pública en el año 2006 para las políticas de comunicaciones satelitales, volvemos a tener una política espacial. En esta trayectoria hay que ubicar como eslabón la creación de un MINCYT, primera vez que en nuestro país pasa a tener el rango ministerial para el sector de CyT.
Entonces llegamos al Plan Argentina Innovadora 2020, yo creo que es un salto cualitativo importante del que hoy, “con el diario del lunes”, podemos mostrar algunas debilidades. El hecho de haber utilizado la categoría de Tecnología de Propósito General a mí me parece un despropósito más que un propósito, porque en América Latina no se aplica el concepto, es un concepto que se aplica a las economías avanzadas. También podría mirarlo desde otra perspectiva y puede tener un efecto positivo de desplazar el centro de gravedad desde el conocimiento básico hacia lo tecnológico. Después definen 36 Núcleos Socio-Productivos Estratégicos, eso me parece que es muy positivo porque se trata de identificar demandas, cuando nuestro sector de ciencia y tecnología tiene un sesgo ofertista -claro que esto no es culpa del sector sino que se explica por el rol asignado en un contexto de altísima inestabilidad político-económica-. El Plan 2020 fue un logro, un salto cualitativo importante que fue acompañado de instrumentos como los FONARSEC o los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) de «startups”. No es un oasis en el desierto, realmente responde a una concepción sistémica.
Y déjenme poner un epílogo inevitable: el gobierno que llega en diciembre del 2015 decide discontinuar un plan que no es kirchnerista. Argentina tiene que tener Plan CyT por ley para orientar la producción de conocimiento a escala nacional con ciertos requisitos y eso es el Plan Argentina Innovadora 2020. Yo continué en el directorio de la Agencia (anterior ANPCyT, hoy Agencia I+D+i) -es un cargo ad honorem- y terminé renunciando en diciembre de 2017, pero desde el directorio vi cómo se empezaron a definir sectores estratégicos. Un plan nacional no lo hacen a puerta cerrada cinco o seis iluminados, es una tecnología social que utiliza una metodología de planificación y pone en movimiento o moviliza universidades, distintos organismos de consulta, consenso, y concertación. Lamentablemente el Plan 2020 fue discontinuado, pero en el momento que estuvo en vigencia y guió las políticas, dejó muchísimas enseñanzas.
Yendo hacia el Plan Nacional CTI 2030, ¿cómo impactó la pandemia en su elaboración?
Cuando llegamos a diciembre del 2019 la primera meta de esta Secretaría era ponernos a trabajar en recuperar un plan. Arrancamos trabajando en definir sectores estratégicos en enero del 2020. Yo tenía muy claro por lo que veníamos conversando con el ministro Salvarezza que debíamos avanzar de manera real en la federalización. Federalizar tiene que ver con la estructura socioeconómica de nuestro país, la ciencia y la tecnología tiene que poder aportar su grano de arena, por lo menos con la distribución de los recursos humanos altamente calificados, la inversión en infraestructura para CyT y en proyectos que ayuden a impulsar a las economías regionales desde la incorporación de conocimiento. En esto el Plan 2020 probablemente no logró dar pasos importantes. Elaborar estrategias para la federalización es un tema muy complejo y si no son acompañadas de planes de desarrollo provinciales, de demandas claras de conocimiento y de tecnologías de las provincias o de las economías regionales, lo que nosotros podemos hacer es muy limitado. Digo esto porque me gustaría poner el tema de la federalización en el centro de la escena de nuestro plan.
Luego se declara la pandemia en marzo del 2020 y realmente nos pateó el tablero, nos obligó a reconfigurar la dinámica de trabajo del Ministerio para ponerlo al servicio de la situación. Creamos la Unidad Coronavirus, tratamos de centralizar todas las actividades a escala nacional que creemos que podrían hacer aportes positivos a la pelea contra la pandemia y ahí empezó otra película. Respiradores, kit de diagnóstico, insumos críticos, tratamientos, secuenciación, modelización de dispersión, todo lo que es acompañar estrategias de estadísticas, el uso de los diagnósticos, etc. Hubo gran respuesta del sector de ciencia y tecnología, incluidas las ciencias sociales, en estudiar los impactos de la pandemia sobre los sectores más vulnerables. La pandemia no sólo acentúa esas problemáticas que heredamos sino que además nos dificulta la capacidad de atención.
Digamos que ahí hay un interregno de tres a seis meses que nos obligan a reconfigurar el escenario. Entonces volvimos a la carga con retomar las tareas de planificación y tiene que ver también con tareas de involucramiento de las provincias y de los distintos sectores del Estado. Nosotros no planificamos solos. El trabajo de planificación nuestro es conectar las políticas públicas que se formulan desde el Ministerio con las demandas y entender dónde hay agendas de producción de conocimiento.
¿Cómo creés que afectó la pandemia a la capacidad de prever, anticipar, proyectar e incluso imaginar futuros posibles o deseables?
Primero significó un gran obstáculo, una gran fuerza desordenadora, entrópica, centrífuga, pero en la medida en que nos fuimos reacomodando, empiezan a aparecer «ventanas de oportunidad» que la respuesta a la pandemia nos demuestra que podemos ahora potenciar. Por ejemplo, el sector farmacéutico: estrategias de articulación público-privada entre universidades, laboratorios públicos y empresas farmacéuticas privadas. Dado que vamos a convivir con la pandemia y con sus consecuencias durante varios años y que nuestro horizonte de planificación es el 2030 entendemos que hay que incorporar las consecuencias de la pandemia como algo permanente. Eso está incorporado en los ocho grandes desafíos que planteamos.
Y esto también tiene una vertiente de cooperación regional, porque donde la Argentina demuestra capacidades importantes de respuesta en respiradores, en insumos como los barbijos o como los kits de diagnóstico, hasta la posibilidad de contar con una vacuna o con un tratamiento como el suero equino hiperinmune, que hoy estamos tratando de ver de exportar a distintos países de la región, podemos decir que hay una vertiente regional en la que impactan estas «ventanas de oportunidad».
¿Qué función o valor tiene la participación en la planificación? ¿Hay algún actor privilegiado en el Plan 2030 para la definición de las agendas?
Si uno piensa en un contexto de democracia, la participación es una condición de posibilidad para tener un plan. Ahí se pone en juego como condición de posibilidad la metodología. Cuán sofisticada es tu metodología, con cuántas competencias sos capaz de aplicarla para que tu metodología realmente suponga un grado importante de participación. La planificación es cara, requiere inversión. Cuando Alemania planifica, o Rusia o China, son millones de dólares. Como nuestros recursos son finitos necesitamos optimizar la metodología para que no se nos vaya todo en planificar y después no nos queden fondos para ejecutar. Detrás están las capacidades técnicas, burocráticas, de gestión estratégica del conocimiento. Acá hay mucha experticia involucrada. Llevar adelante un proceso que tenga como producto un plan, supone llevar adelante una construcción de escala nacional, procesos de interpretación de aquellos actores que nuestra metodología clasifica como relevantes.
Permítanme simplificar pero un poco la estructura institucional nos permite detectar actores relevantes. Primero, el Estado. Aquellos ministerios cuyas políticas públicas demandan agendas de producción de conocimiento: salud, desarrollo social, energía, desarrollo productivo, defensa, ambiente, entre otros. Pensando que Argentina es un país de una enorme extensión territorial en donde se pueden definir economías regionales, entonces las provincias son otro actor relevante. El CoFeCyT [Consejo Federal de Ciencia y Tecnología] tiene como integrantes los representantes CyT de cada provincia, entonces es el actor natural para trabajar la variable federalización. Después aparecerá la vertiente empresarial y tal vez deberíamos involucrar a las provincias para que nos ayuden a detectar provincialmente otros actores relevantes vinculados al sector privado.
Por otro lado está el CiCyT [Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología], donde se congregan las instituciones de ciencia y tecnología, y donde obviamente otros actores relevantes son las instituciones CyT.
Entonces CoFeCyT, CiCyT, Estado en sus distintos ministerios sectoriales, asociaciones empresariales y finalmente las universidades públicas, que a la vez tienen sus ramas que nos ayudan como capilares a llegar por otro camino a los territorios. Como nos ayuda también el INTA [Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria], que es una institución federalizada.
¿Y cuáles son los principales lineamientos que establecieron desde el MinCyT?
El MinCyT pone algunos lineamientos de partida, nosotros lo definimos en un documento que se llama Plan Nacional de CTI 2030, documento preliminar. Este documento preliminar define cuatro conceptos básicos. El Estado como protector y emprendedor: no solo emprendedor, primero protector y después emprendedor, van juntos. El desarrollo sostenible de acuerdo a los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable a los que Argentina adhiere en 2015 que son de Naciones Unidas. Al concepto de cambio estructural lo tomamos de la CEPAL, y las agendas de producción de conocimiento que tienen que involucrarse, evolucionar dentro de senderos sectoriales a mediano y largo plazo. Básicamente supone una transformación radical de nuestra estructura productiva que permita que nuestro país pase de ser un país productor mayormente primario o de productos de baja incorporación de valor agregado, a un país cuyo centro de gravedad productivo se vaya desplazando a la incorporación de valor y generación de trabajo calificado, en donde hay una apuesta a sectores estratégicos. El último eje es el de territorialidad que se vincula a lo que ya hablábamos de federalización. Ese es el grado cero en el que arrancamos o con el que proponemos la construcción de un plan.
Mencionaste que el Plan 2020 fue abandonado a partir de 2015. Siendo que para cuando el plan entre en acción ya va a haber pasado más de la mitad del mandato presidencial, ¿cuál es tu mirada acerca de cómo se pueden aprovechar mejor los esfuerzos en planificación y que sean efectivamente implementados?
Si no hubiéramos tenido pandemia en el medio podríamos haber tenido el plan a fines del 2020 o a comienzos del 2021. Ahora, que estemos trabajando en un plan no quiere decir que hoy no estemos ejecutando políticas y no estemos impulsando sectores estratégicos. Llegamos en diciembre del 2019, tratamos de recuperar la proa. Trabajamos con la Agencia, lanzamos una convocatoria en producción pública de medicamentos, lanzamos una convocatoria en transición energética, otra en “Argentina contra el hambre” y mientras vamos trabajando en la meta 2030. Es como ir construyendo un barco pero como habíamos naufragado, nos agarramos de un botecito y empezamos a construir un barco alrededor del bote mientras navegamos. Y vos me decís: «che, ¿tenemos plan para el barco?”. Sí, pero vamos construyendo el barco en alta mar mientras vamos remando, porque hay que tener un barco para darle a los 45 millones de argentinos.
Una primera versión del plan, orientadora, llegará en septiembre de este año. Queremos ensamblar el plan con el aumento presupuestario, que le da mucha previsibilidad a las políticas. Es un logro de nuestro ministro y de otra gente haber llegado a que el congreso aprobara la Ley de aumento gradual del presupuesto de la función ciencia y técnica, que además nos va a servir para traccionar inversión privada.
En realidad, cuando hablamos de un Plan 2030 no es que ahí llegó al puerto, lo que esperamos es que el plan vaya iterando, vaya siendo reformulado y vayamos corrigiendo el rumbo a medida que vamos teniendo la experiencia de aplicarlo. El plan no tiene una estación de llegada, es un proceso de construcción permanente.
Vamos al problema político. Fíjense cómo rápidamente se conecta la ciencia y la tecnología con la calidad de nuestra democracia, porque no podemos garantizar alternancia democrática. Viene un gobierno, define políticas, viene otro gobierno y “refunda la república”, incumpliendo las promesas de campaña. Lo primero que tenemos que garantizar es que en la Argentina haya alternancia democrática. Donde haya una política pública eso no se toca. Por ejemplo, la Ley de creación de la ANLAP [Agencia Nacional de Laboratorios Públicos] aprobada en noviembre del 2015 y la Ley de promoción de la industria satelital. Llega el gobierno de Macri y no pone en órbita el ARSAT 3, no cumple con el financiamiento de la ANLAP, no mantiene la inversión en CyT al 1,5%. Si vamos a jugar así es imposible. Aprender a hacer un satélite no lo hace la gente, aprenden las instituciones y las empresas. Si vos llegaste al gobierno y rompés las instituciones y las empresas que están involucradas y que además aprenden de manera interconectada, desaprendemos. Cuando volvamos a querer hacer satélites vamos a tener que volver a aprender. ¿Cómo que no importamos autos?, ¿cómo que no exportamos vacunas?, ¿cómo que no tenemos tecnología para el petróleo si creamos YPF en 1922?. Bueno, por el “péndulo” que no permite generar la estabilidad de aquellos núcleos que en una sociedad aprenden, acumulan y ejecutan.
Dicho esto paso a lo otro: ¿cómo generamos el compromiso con el plan? Bueno, es construcción política. Esta secretaría se llama Secretaría de Planeamiento y Políticas de CTI. Que planeamiento venga pegado al concepto de políticas, porque en la construcción política está sustentada por una democracia en evolución que cree en los procesos de concertación y consenso. Entonces primero formular el plan, porque no existe el manual del desarrollo argentino. Las instituciones son cosas muy complejas, hay que crear e interconectar y generar entornos sistémicos. Nosotros arrancamos comprometiendo a las provincias para elaborar sus agendas de I+D. Cuando llegamos al plan nosotros no ejecutamos, pero generamos una red de consensos y compromisos de todos los actores involucrados, y a partir de ahí a arremangarse y a trabajar.
¿Cuál es tu balance general sobre la estrategia de desarrollo del período 2003-2015? ¿Qué faltó para que ese desarrollo fuera sostenible y para llevar adelante el cambio estructural, y cómo eso se traduce en cómo debería plantearse la estrategia de desarrollo productivo en la actualidad?
Hay que arrancar en 2003 y ver evolucionar la película al 2015. En esa película hay claroscuros, por ejemplo ARSAT. Iba a ser una empresa mixta, no iba a ser una empresa del Estado, ¿y por qué se creó como empresa del Estado? No aparecieron los actores privados. Podría ir a otra pregunta: ¿por qué recién se estatiza la mayoría accionaria de YPF en el 2012? Porque primero se intentó salir a buscar y alimentar y hacer crecer una “burguesía nacional”. La supuesta proto burguesía nacional empezó a comportarse con todos los hábitos y culturas empresariales especulativas y predatorias del Estado. No hubo manera o no hubo capacidad para disciplinar -palabra difícil, pero yo creo que necesaria- e incentivar a sectores empresarios nacionales para que empiece a germinar en Argentina una burguesía nacional.
Sectores que se traccionaron desde la CyT y desde la industria como sectores estratégicos, como electrónica de consumo o automotriz, no funcionaron. Bueno, ahí apelo a las capacidades, a los aprendizajes, a los errores. Con esto puesto en el mapa yo diría: al kirchnerismo hay que entenderlo como un ciclo que viene a recuperar las capacidades del Estado para que este lidere un proyecto de país, que había que construir. Yo creo que sí se lograron cambios estructurales, porque cuando uno mira cómo empiezan a crecer sectores o entornos institucionales, empresariales, sistémicos, esto se empieza a ver en todo el país. Claro, de manera embrionaria, probablemente más lento de lo que hubiéramos querido.
Dicho esto de manera un poco general, en el sector CyT es muy claro lo que ocurrió. Se crea un ministerio de ciencia desde una dimensión, yo creo que cientificista. A pesar de que los actores que dominan el escenario acompañan el proyecto de país que plantea el ciclo de gobiernos kirchneristas, vemos un proceso de encapsulamiento. Si miramos las expectativas de lo que debe aportar el MinCyT al comienzo, llegamos al 2015 con un MinCyT que tiene la Agencia y el CONICET, que dialoga con las universidades, pero donde muchos de los sectores estratégicos no están: nuclear, satelital, Conectar Igualdad, producción pública de medicamentos. De manera simplificada: tuvimos un ministerio para alimentar la ciencia académica con algunos logros muy positivos como Y-TEC, y por otro lado un ministerio de tecnología que fue el Ministerio de Planificación. Ahí hay una limitación que tiene que ver con la historia de una ciencia ofertista que descuida el factor tecnológico.
Ya lo decía [Jorge] Sábato en los setenta. No es echarle la culpa a los científicos y a las científicas. Esto tiene que ver con una historia política, económica e institucional que va sesgando la producción de conocimiento, la va desconectando de la realidad socioeconómica, va generando como decía [Oscar] Varsavsky componentes de dependencia cultural y económica. Entonces ahí tenemos un núcleo importante que todavía hoy estamos tratando de entender cómo hacer, que instrumentos debemos generar o diseñar desde las políticas públicas para atraer, redireccionar o reorientar la actividad científica a dar respuesta a la demanda de conocimiento de nuestra realidad socioeconómica.
Ejemplo: transición energética y sustentabilidad ambiental. El Green New Deal que se plantea hoy ¿qué es? Crédito del BID, del Banco Mundial y del FMI para transicionar comprando tecnología importada llave en mano, no generando industria nacional, no generando puestos de trabajo pero teniendo una economía verde ¿Es posible una economía verde con desigualdad y con hambre? Bueno, para nosotros no. Para nosotros el Green New Deal es gas hasta el 2050. Nosotros tenemos que descarbonizar pero vamos a hacerlo con gas, porque no somos deudores sino acreedores ambientales. Necesitamos utilizar nuestras temporalidades hacia la economía verde al ritmo en el que podamos ir incorporando industria nacional y desarrollo tecnológico, y no como el macrismo, haciendo negocios financieros con parques eólicos importados, con desocupación y desindustrializando. Yo a esa ecuación no la entiendo, hay que ir por el otro sendero de descarbonización y eso supone una política exterior importante que defienda las metas nacionales, los sectores estratégicos y las temporalidades del país.