Condenan a Martínez Poch a 37 años de prisión
Estaba acusado de violar a sus hijas y a su expareja. «Me drogaba y me sometía a tratos violentos y obscenos», dijo la víctima. En la condena, el hombre sonrió al tribunal.
Un Tribunal platense condenó al disc jockey Jorge Martínez Poch a la pena de 37 años de prisión al considerarlo culpable de abusar de sus dos hijas cuando eran niñas y de encerrar, golpear y violar a su novia entre agosto y septiembre de 2013.
En su exposición de más de cuatro horas, la fiscal Budiño remarcó que el modus operandi de Martínez Poch para “seducir” y reducir a sus víctimas era con violencia psicológica y física.
Las dos hijas del acusado, hoy de 19 y 20 años, quedaron al cuidado de su padre al morir la madre de ellas y, a partir de ese momento, según declararon ambas víctimas, Martínez Poch las esclavizó, las obligó a ver películas pornográficas y a presenciar sus actos sexuales con otras mujeres.
Además, las tocaba en sus partes íntimas con su pene, entre otros vejámenes.
En el caso de Rial, según la fiscal, Martínez Poch, la sedujo con una imagen de “príncipe azul” (inteligente, culto, amable) para luego reducirla con narcóticos, golpearla y violarla, incluso permitiendo que al menos otro hombre abuse de ella.
[AMPLIAMOS] Así condenaron a Martínez Poch: deberá estar 37 años tras las rejas https://t.co/Lr7txNAHir pic.twitter.com/UDoHWwdyJm
— TN – Todo Noticias (@todonoticias) 31 de agosto de 2016
Al igual que con otras exparejas, según se probó en el juicio, el imputado se transformó en un ser posesivo y agresivo que aislaba a la mujer de su entorno familiar, laboral e incluso de las amistades.
Para Budiño, aun hoy las víctimas padecen daños psicológicos y físicos por los abusos sufridos, y en el caso de Rial se encuentra bajo tratamiento psicológico y medicada para no tener alucinaciones.
«Me pareció encantador, seductor, era haber encontrado al Príncipe Azul, pero al tercer día de la relación me dio la primera paliza y me mostró toda su maldad», contó Vanessa Rial, expareja de Poch.
«Ese lunes, cuando desayunábamos, vi que tomó un tupper transparente y sacó un puñado de pastillas y lo tomó. Luego me dijo que yo también las tomara, que eran vitaminas que me iban a hacer bien. Yo no quería, pero para no contradecirlo las tomé. En el trabajo me sentí cansada pero pensé que era yo la que estaba cansada», recordó. Ese mismo lunes, el hombre la pasó a buscar en moto sin avisarle y la obligó a subir al tiempo que la amenazaba con hacerles algo a sus padres.