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Carlos Almeida: Modelos econòmicos. La creación de condiciones

Por Carlos Almeida especial para Infobaires24

 

Dos grandes vertientes económicas  conviven en un mundo cada vez más complejo. Una, lo que aún hoy podríamos seguir llamando el capitalismo, que ha derivado hacia un estado perverso, denominado neoliberalismo, que promete montes y maravillas, pero que no es otra cosa que la acumulación de recursos y de poder, concentrándolos en muy pocas manos, pero vendiendo otra cara, basada en el cuento del “esfuerzo propio”, de la “meritocracia”, en definitiva del individualismo.

No hay proyecto colectivo y cada uno tiene lo que se “merece”, dependiendo de los riesgos asumidos. A mayor riesgo, mayor es la posibilidad del beneficio. Según esta visión del mundo, porque de eso se trata, de una visión del mundo,  el enriquecimiento de cada uno, sobre todo de las empresas, provocaría un “derrame” sobre las capas menos favorecidas de las sociedades, que llevaría a la prosperidad universal.

Claro que esto es la teoría, que suena muy linda, que, son algún acomodamiento de la verdad, es seductor, pero que en la realidad se da de otra manera. El vaso no se llena nunca y jamás derrama. Dejando con sed a los que están abajo. Según esta manera de ver el mundo, el Estado debe inmiscuirse lo menos posible en la economía y en las relaciones entre trabajadores y empresas, ya que estaríamos todos en un plano de igualdad para negociar, por ejemplo salarios. Por supuesto, los precios, en este esquema, son fijados libremente por las empresas, mediante el juego de oferta y demanda y regulados por “el mercado”, que es una entidad anónima e imparcial que nadie nunca vio o nadie puede – o quiere – explicar, porque explicarla significa sacarle la careta.

El vaso no se llena nunca y jamás derrama. Dejando con sed a los que están abajo. Según esta manera de ver el mundo, el Estado debe inmiscuirse lo menos posible en la economía y en las relaciones entre trabajadores y empresas

Cuando Adam Smith habla en su obra Teoría de los sentimientos morales (1759), de la “Mano invisible del mercado”, lo hace desde un punto estrictamente teórico, omitiendo que esa mano tiene dedos largos, gruesos… y penetradores.

En su obra posterior, La riqueza de las naciones (1776), Smith profundiza o modifica esta lógica, indicando que dicho proceso se ve expresado a través de la competencia, etc., mecanismos que serían capaces por sí mismos de asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos como el producto de la actividad económica. Nuestros economistas neoliberales, no consideran el contexto general, ni las interrelaciones existentes entre las distintas partes y toman solamente de Smith lo que les conviene. Produciendo los desastres que producen, no solamente en cada país, sino a nivel global, por la aplicación de estas premisas.

El capitalismo no es malo per se. Es malo por la interpretación incorrecta que se hace de él en provecho de unos pocos.

En otra posición, está lo que podríamos llamar el comunismo, donde todos los medios de producción son socializados. Surge en el siglo XVI en base a diversas utopías basadas en el colectivismo agrario: las más conocidas fueron la obra Utopía de Tomás Moro y desde allí derivó del movimiento jacobino de la Revolución Francesa. El ideario comunista se convirtió a comienzos del siglo XIX en un complejo proyecto económico industrial gracias a las diferentes corrientes del llamado socialismo utópico, del anarco comunismo y las ramas obreras del comunismo cristiano. Por la influencia de la obra de Marx y Engels, el movimiento comunista adoptó una interpretación revolucionaria de la historia y la forma de partido político, convirtiéndose luego en una organización internacional unificada bajo la doctrina marxista y sus derivaciones.

Hay una tercera opción, que comienza a aparecer en los años 20, luego de la primera guerra mundial, sobre todo en los países que habían sido castigados por la derrota. El fascismo, que basa su lógica económica y social en el corporativismo.

Este es un sistema de organización o pensamiento económico y político que considera a la comunidad como un cuerpo sobre la base de la solidaridad social orgánica, la distinción funcional y las funciones sociales entre los individuos. El término corporativismo procede del latín corpus que significa cuerpo. Es la versión japonesa de la economía, que necesita de sindicatos débiles para poder sustentarse. En esta interpretación de la economía y la sociedad, el Estado también tiene una gran presencia.  Los modelos corporativistas formales se basan en el contrato de grupos corporativos, tales como afiliación agrícola, de negocios, étnica, laboral, militar, científica o religiosa, en un cuerpo colectivo.

En la Argentina en particular, y en Latinoamérica en general surge un movimiento que busca una identidad propia, tanto política como socialmente. Su primer exponente fue la Revolución Mexicana, llevada a cabo por  fuerza populares lideradas por Emiliano Zapata. Dicha revolución se vio frustrada por la toma del poder de la burguesía mexicana, entregada a los intereses de los EEUU, que por supuesto, no tenían ningún interés en ver surgir al sur del Río Bravo un competidor en potencia.

Otros movimientos revolucionarios vieron la luz en nuestro continente. Sandino en Nicaragua, Farabundo Martí en El Salvador, sin olvidar la primera revolución cubana, comandada por José Martí.

En 1930 brota una experiencia nueva en Brasil con Getulio Vargas. Esta Revolución creó el Ministerio de Trabajo, Industria y Comercio y el Ministerio de Educación y Salud.

Durante ese período, Getúlio Vargas dio inicio la modernización del estado. Creó el código de las aguas. El 19 de marzo de 1931, fue creada la Ley de Sindicalización, volviendo obligatoria la aprobación de los estatutos de los sindicatos por el Ministerio de Trabajo, un hito en la historia de los trabajadores de América Latina.

La intervención del Estado en la vida de los ciudadanos se hizo cada vez más patente, mejorando las condiciones de vida del pueblo brasileño.

En 1943, en nuestro país, se cortó un ciclo nefasto conocido como “la década infame”, que en realidad comenzó en 1930 y se extendió por trece años. El 4 de junio de ese año, el ejército dio un golpe de estado, el segundo en el siglo XX, pero animado por otro espíritu, una cición más popular y nacional. Se comenzaron a tomar medidas a favor de los trabajadores y con el advenimiento del peronismo, unos años más tarde, esas mismas medidas se fueron profundizando. Ese ciclo se cortó en 1955, retomado brevemente en 1973 – los 49 días de Cámpora – y recién en 2003, con la llegada de Néstor Kirchner al poder, se reinició el ciclo de un Estado más presente, con las modificaciones pertinentes, que a su vez se acentuaron durante las presidencias de Cristina Fernández.

recién en 2003, con la llegada de Néstor Kirchner al poder, se reinició el ciclo de un Estado más presente, con las modificaciones pertinentes, que a su vez se acentuaron durante las presidencias de Cristina Fernández

En estos procesos, se advierte una fuerte presencia del Estado, una de cuyas principales preocupaciones es el de crear las condiciones necesarias para el progreso en general. Inventivos a la industrialización, a los avances científicos y tecnológicos, un acento pronunciado a la función social del Estado, la construcción de obras de infraestructura, de escuelas, hospitales y viviendas populares, que a su vez generan cientos de miles de miles de empleos, iniciando un “círculo virtuoso” que permitió salir de la pobreza y la marginalidad a muchas personas, que en algunos casos habían perdido la esperanza.

Si el Estado crea las condiciones necesarias para un desarrollo, sin que esto signifique un “regalo”, contrariamente a lo que pretenden los defensores del neoliberalismo, la “meritocracia” y el “esfuerzo propio”, se puede lograr una sociedad más justa.

Llevar un calendario de vacunas de 6  a 19, no es fácil, ni gratis, pero es el Estado el único que puede hacerlo, porque es solamente de esa forma se logra que llega a toda la población, incluyendo a los rincones menos “rentables”. Construir escuelas en parajes perdidos en medio de la Patagonia o de la Puna, con las herramientas didácticas y tecnológicas de avanzada, es darle la posibilidad a esos chicos de poder construir un mejor futuro, para ellos y sus familias. Y es el Estado el único que puede hacerlo.

Estamos asistiendo a la destrucción de un sector que se dinamizó en los últimos 12 años, que creó 1.000.000 de empleos y que aportaba el 7.7% del PBI y que hizo revivir a cientos de pueblos y ciudades en nuestros país

Los ejemplos abundan, sería ocioso hacer una lista. Así todo, y vista la situación por la cual está atravesando la Argentina, quiero terminar este artículo con un párrafo particular para el sector turístico. Estamos asistiendo a la destrucción de un sector que se dinamizó en los últimos 12 años, que creó 1.000.000 de empleos y que aportaba el 7.7% del PBI y que hizo revivir a cientos de pueblos y ciudades en nuestros país. El turismo, por efectos colaterales, intensificó la economía y la vida social de muchas personas, mostrando, de manera concreta, lo que es la intervención del Estado en la creación de condiciones.

 

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