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Biden repite errores del pasado e ignora la realidad

Que el Senado de EE.UU. haya exculpado a Donald Trump era esperable. Sin embargo, es raro que el gobierno quiera repetir los crímenes de Clinton, Bush y Obama y nadie se escandalice

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

Estados Unidos parece hoy El Reino del Revés al que cantaba María Elena Walsh en la década de 1960. Se escandalizan por lo que el sentido común indica y no se asombran por las más flagrantes infracciones al realismo y a un mínimo de moralidad política. Tanto los medios norteamericanos como las redes sociales siguen clamando al cielo, porque el Senado el sábado pasado rechazó la condena a Donald Trump, pero nadie se asombra de que la política exterior y de Defensa de Joe Biden repita las fórmulas y esté conducida por los mismos funcionarios que en los últimos 30 años han llevado a su país a las derrotas que llevaron a un sector importante del electorado a votar a un personaje tan excéntrico como el expresidente. Lamentablemente, el ímpetu vengativo de estos dirigentes del establishment es tal, que pueden causar dolor y sufrimiento a mucha gente en muchos sitios del globo al mismo tiempo.

El pasado sábado 13 Donald Trump fue absuelto por el Senado por segunda vez. Sólo 57 senadores votaron por su condena en el juicio político por la toma del Capitolio el pasado 6 de enero, impidiendo así que los demócratas alcanzaran los dos tercios necesarios para desposeerlo de sus derechos políticos. De este modo puede preverse que el exmandatario asuma formalmente el liderazgo del Partido Republicano y en 2024 se candidatee de nuevo a la Presidencia.

Se trata de una derrota mayor de la estrategia demócrata de hacer tabla rasa con todo lo que sucedió en los últimos cinco años y de su pretensión de retornar a la situación de 2015. Trump ha conquistado en la elección pasada 74 millones de votos, entre los cuales (como atestiguó el lunes  15 una encuesta del New York Times) el 75% sigue aprobando su gestión. Entre los más fieles de ellos, en tanto, se encuentran grupos de supremacistas blancos armados y dispuestos a seguir toda orden del líder y nadie con poder se atreve dentro del Partido Republicano a cuestionarlo.

La absolución no es noticia, ya que desde el inicio del show se sabía que la inmensa mayoría de la bancada republicana en el Senado rechazaría la condena. Sí, en cambio, debería ser noticia la repetición de gestos y actitudes que denotan el alejamiento de la realidad por parte de la elite del país y el retorno a puestos directivos de equipos enteros de las tres presidencias entre 1993 y 2017 que, además, sostienen convencidos que volverán a hacer lo mismo que ya hicieron entonces.

Cuando el 4 de febrero Joe Biden se dirigió al cuerpo diplomático desde la Secretaría de Estado, afirmó que «America is back» (EE.UU. ha vuelto al escenario) y sostuvo que “el liderazgo norteamericano debe enfrentar este momento de renovado avance del autoritarismo, incluidas las crecientes ambiciones de China para competir con EE.UU. y la determinación de Rusia de dañar e interrumpir el funcionamiento de nuestra democracia”. Nadie ha pedido recientemente que Estados Unidos ejerza liderazgo alguno y no se sabría para qué. Nadie puede afirmar tampoco con seriedad que China se lo quiera arrebatar. Que Rusia haya interferido en la elección norteamericana de 2016 está todavía por probarse y usarlo cinco años después como justificativo de actos agresivos es sangrar por la herida o una burda mentira.

Ya antes, el 26 de enero, durante su primera conversación con el presidente ruso Vladímir Putin, Joe Biden se había referido en tono enérgico a la supuesta intromisión rusa, había condenado la detención del opositor Alexei Navalny, reflotado el rechazo a la reincorporación de Crimea a Rusia en 2014 y repetido la acusación sobre el supuesto respaldo ruso a atentados contra soldados norteamericanos en Afganistán. Cierto que el miércoles 3 de febrero ambos países acordaron prolongar por cinco años más el Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas (START, por su sigla en inglés) que caducaba esa misma semana, pero el tono agresivo no ayuda al entendimiento.

Dos semanas debieron pasar, hasta que el norteamericano llamara a su homólogo chino el pasado miércoles 10, para quejarse por la alegada violación de los derechos humanos en Xinjiang, las regulaciones comerciales de China, la represión contra opositores en Hong Kong y la presión que la República Popular ejerce contra el independentismo de Taiwán. Por el contrario, el tenor de la información oficial china sobre la conversación fue extremadamente gentil. De acuerdo al oficioso Global Times, Xi habría recalcado la importancia de la cooperación para ambos países y advertido que la confrontación dañaría a ambos. Pero –llamó la atención, aludiendo a las críticas de su interlocutor-, nadie debe inmiscuirse en los asuntos internos de China.

El esfuerzo chino por demostrar cordialidad no logra ocultar su enojo por la agresividad norteamericana. El mismo día de la conversación entre ambos mandatarios Biden anunció la creación de una fuerza de tareas especial, para contener a la potencia oriental. Lo aclaró el secretario de Estado Antony Blinken en una entrevista que dio el martes 16 a la productora pública de radio NPR: “Si pensamos cómo tener éxito en las relaciones con China –sea que hablemos de la competencia o a la cooperación con ella- en todo caso debemos tratarla desde una posición de fuerza, que se nutre de algunos pocos elementos: una estrecha cooperación con los aliados y socios que hayan sido afectados por las prácticas de China, intervenir enérgicamente por nuestros valores, como por ejemplo contra los campos de concentración en Xinjiang o el pisoteo de la democracia en Hong Kong. Y, por supuesto, estaremos actuando desde una posición de fuerza, si invertimos en nuestra propia gente y en nuestra propia tecnología, para ser tan competitivos como sea posible.”

El secretario de Estado Blinken durante la entrevista con la radio pública norteamericana NPR el 16 de febrero
El secretario de Estado Blinken durante la entrevista con la radio pública norteamericana NPR el 16 de febrero

El general Lloyd Austin, secretario de Defensa y exejecutivo de la fabricante de armamentos Raytheon corresponde en el plano militar al retorno a la estrategia de Obama concentrando las fuerzas militares en la “contención” de China y de Rusia, supuestamente sin retirar fuerzas del Medio Oriente y todo con un reducido presupuesto para el Pentágono. El Departamento de Defensa, obviamente, no cuestionó el cambio de prioridades de la nueva administración, pero sí planteó reparos sobre la compatibilidad de las nuevas metas con el objetivo de completar esta misma primavera boreal el retiro de las fuerzas de Afganistán.

Aunque el secretario de Estado Blinken presenta la concentración estratégica en China como una continuidad respecto a la línea de Trump, se trata más bien de retomar las líneas de Bush y Obama. Desguarneciendo el Medio Oriente y concentrándose en Asia Oriental, EE.UU. deja el campo libre para el fomento del terrorismo por Israel y Saudiarabia, que así minan la influencia de Irán en la región, amén de dificultar las gestiones de paz de Rusia y la expansión del Nuevo Camino de la Seda hasta el Mediterráneo.

Victoria Nuland, designada subsecretaria de Asuntos Políticos en el Departamento de Estado
Victoria Nuland, designada subsecretaria de Asuntos Políticos en el Departamento de Estado

Finalmente, la designación de Victoria Nuland como subsecretaria de Asuntos Políticos del Departamento de Estado, aún pendiente de confirmación senatorial, ejemplifica palmariamente la continuidad y repetición de las peores prácticas de Clinton, Bush y Obama en el actual gobierno. Desde la década de 1990 Nuland sirvió a la política de sucesivos gobiernos hacia Rusia y en el Medio Oriente. Entre 2000 y 2003 representó a su país ante la OTAN, entre 2003 y 2005, a su vez, fue la principal asesora de política exterior del vicepresidente Dick Cheney, de 2005 a 2008 nuevamente estuvo en la OTAN. No obstante, su compromiso con el gobierno de George W. Bush, en 2011 se convirtió en vocera del Departamento de Estado conducido por Hillary Clinton, puesto desde el cual convocó a y justificó el asalto al poder en Libia. Una vez que este se produjo y que los yihadistas se apropiaron de los arsenales libios, EE.UU. los envió a Siria y Nuland nuevamente salió a defender las “manifestaciones pacíficas” contra el gobierno de Bashir al Assad.

En septiembre de 2013 Victoria Nuland fue designada secretaria de Estado adjunta para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, cargo desde el que dirigió el alzamiento ucraniano que culminó en febrero de 2014 con el derrocamiento del presidente Yanukovich y el establecimiento de un régimen pronorteamericano. Finalmente, en 2016 proveyó los datos que alimentaron el informe de Christopher Steele acusando a Donald Trump de estar sostenido por Rusia. Durante toda su carrera Victoria Nuland ha promovido políticas exteriores de intervención mediante golpes de estado, guerras sustitutas, agresiones directas y ocupaciones militares en Afganistán, Irak, Libia, Siria y Ucrania. Se trata de una militante antirrusa que propaga la guerra permanente y ahora quiere completar su obra atacando a Rusia.

Repitiendo la misma política que llevó a los desastres de la década pasada, con las mismas personas a cargo que, además, juran que harán lo mismo de entonces, el gobierno norteamericano no puede esperar recuperar el liderazgo mundial, como dice que se propone hacer. La actitud del gobierno de Joe Biden es prepotente, pero sobre todo desubicada. Rusia y China son mucho más poderosas que hace cinco años, Irán avanzó sustancialmente en su plan nuclear y misilístico, Europa y los demás aliados de EE.UU. sufrieron mucho desdén y en América Latina fracasó el plan restaurador de Obama.

Apreciar la realidad en todas sus variantes es el primer requerimiento para ejercer el liderazgo político. Y si ésta cambia, deben modificarse las políticas a aplicar. Probablemente, también las personas encargadas de aplicarlas. No es noticia que el Senado haya absuelto a Donald Trump. La noticia que debería preocuparnos es que Estados Unidos insista en las fórmulas que ya se chocaron con la realidad hace cinco años y lo haga con los mismos funcionarios que entonces llevaron a la derrota.

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