SociedadTecnología

Los problemas estructurales de la ciencia argentina

En un clima de ahogo presupuestario constante al sistema científico, Erica Carrizo, investigadora de la UNSAM, se pregunta por el problema político de fondo. ¿Hay lugar dentro del capitalismo para el desarrollo socioeconómico y científico de los países periféricos?

La traducción al campo científico y tecnológico del defecto de formación colonial de los Estados latinoamericanos, incluyendo el argentino, pivotea sobre un problema político que se desdobla en un componente teórico y otro metodológico.

El problema político es creer que podemos desarrollarnos socioeconómica, y también científica y tecnológicamente, como si fuéramos un país central y sin cuestionar el marco de referencia: el sistema capitalista. Sistema que, por cierto, siempre necesitó de vencedores y vencidos, y cuyo móvil es la acumulación del capital, no el bienestar de las mayorías. Por si fuera poco, resulta que no sólo no somos un país central, sino que dado que parimos al sistema, en base a nuestra propia degradación y genocidio, sería bastante improbable que la salida esté puertas adentro. Más de cinco siglos de historia avalan esta imposibilidad práctica. La salida está afuera del capitalismo no adentro. Por lo que tendría mucho más sentido trabajar en la generación de escenarios de transición con la mirada puesta en horizontes postcapitalistas que seguir invocando el milagro, y más, si es con las oraciones equivocadas. Sin embargo, este problema de erróneo autopercibimiento, que no es independiente de la falsa identidad que se nos adjudicara en la época de la conquista, está fuertemente enraizado en el sector de toma de decisión de la política de ciencia y tecnología (CyT), pero también en la comunidad científica nacional. El primero, debe orientar la CyT, y el segundo, ejecutarla. Se trata de dos campos de actividad con competencias muy específicas y diferenciadas, aunque tradicionalmente han aparecido mezcladas. Pero la pregunta por el sentido de su accionar debería ser la misma: ¿Cómo nuestra CyT alimenta el desarrollo de nuestra sociedad?

En el sector de toma de decisión, históricamente esto ha asumido la forma de mirar nuestro contexto con una teoría prestada, con los marcos teóricos que los intelectuales de los países centrales construyen para entender sus propios problemas, no los nuestros. Por si errores nos faltaran, esto también se asocia al análisis de indicadores vacíos. Si el problema a resolver es que la ciencia y la tecnología alimenten los procesos de desarrollo socioeconómico ¿Por qué los números que se siguen mirando son el porcentaje del PBI invertido en CyT, el número de publicaciones científicas argentinas en revistas de impacto global, y el número de patentes registradas en el país sin que ni siquiera se evalúe si emergieron del sector CyT, por nombrar algunos?¿Acaso estos números nos dicen algo del impacto de la CyT en el desarrollo socioeconómico nacional?

Pero el problema no termina ahí. Mientras discursivamente se resalta la importancia de que la ciencia y la tecnología impulsen la industria, el desarrollo social y económico ?y si es inclusive y environmentfriendly mejor?, el principal rasgo de la política científica y tecnológica nacional desde sus inicios hasta hoy ha sido impulsar, casi exclusivamente, políticas horizontales: expansión de la infraestructura CyT, formación de recursos humanos altamente calificados, y financiamiento a proyectos de Investigación y Desarrollo (I+D) con una muy deficiente orientación de las capacidades creadas. En otras palabras, la convergencia de esas capacidades que demandan décadas y muchísimo dinero desarrollar, con los problemas de verdadera relevancia socioeconómica, brilla por su ausencia. ¿Se espera entonces que esto surja por generación espontánea? En casi setenta años de historia de la política científica y tecnológica argentina ¿Dónde pueden verse los resultados concretos, no los intentos fallidos que son parte obvia del proceso de aprendizaje, de esa convergencia?

¿Esto significa que la ciencia y la tecnología de nuestro país nunca generaron productos, conocimientos y soluciones tecnológicas que hayan alimentado nuestro desarrollo socioeconómico? De ninguna manera. Lo que estamos diciendo es que éstos no han sido el resultado de una política de CyT sistémica. Se trata más bien de una rareza de la oferta en la que los elementos comunes fueron y son la acumulación de aprendizaje institucional, así como la presencia y apoyo del Estado, si bien intermitentemente. Rasgo propio de los países que atraviesan períodos recurrentes de inestabilidad política, económica y social, como el nuestro.

Y acá volemos al inicio del círculo: esto no se resuelve sólo con más presupuesto, se necesita una estrategia enraizada en el propio contexto, altísimas capacidades científicas y tecnológicas no sólo para producir conocimiento y desarrollar tecnología, sino también para diseñar y gestionar la política pública y, sobre todo, responsabilidad ético-política de quienes deben representar los intereses de la sociedad en el campo de toma de decisión en CyT y traducirlos en soluciones concretas para nuestros problemas. Técnicamente, esto requiere como mínimo, el desarrollo y la consolidación de eficientes esquemas organizativos de diseño, ejecución, monitoreo, y evaluación de impacto, hacia dentro y hacia fuera del sector científico y tecnológico, de las iniciativas de política de CyT que se decidan impulsar. Una tarea, diríamos, casi exclusiva de los gobiernos progresistas. No esperemos que lo haga el neoliberalismo.

¿Y la comunidad científica local cómo percibe estos problemas?¿Tiene algún grado de responsabilidad social en todo esto? Sin ánimos de quitarle matices a la complejidad de este grupo social, podemos decir que en Argentina es posible identificar al menos dos tendencias bien diferenciadas, con sus obvias mixturas. Una que, por sobre todo, defiende la autonomía científica y la continuidad del financiamiento y apoyo estatal, no importa bajo qué orientación de política pública, asociada a qué problemas socioeconómicos y modelo de país, y funcional a qué sistema civilizatorio. La otra, percibe que algo no funciona bien, y entiende que la ciencia, y también la tecnología, no son neutrales, que deben ser orientadas a las necesidades socioeconómicas de las grandes mayorías que habitan nuestro entorno, y que indefectiblemente forman parte de la maquinaria que elige reproducir el orden actual o bien construir versiones de otro mundo posible.

Apostamos a ésta última opción para encarnar todas las transformaciones que fueran necesarias para hacerla efectiva.

Por Erica Carrizo Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora de la UNSAM. Fuente: Periferia

 

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