La inflación no baja porque es producto del saqueo: 4,7% en marzo
A pesar de que el gobierno finge preocupación cuando se habla del tema, Macri y sus cómplices saben que la inflación es consecuencia necesaria de las políticas depredadoras de Cambiemos. El índice de marzo alcanzó el 4,7 por ciento, lo cual ubica en el 11,8 por ciento el avance de los precios en el primer trimestre, según informó el Indec. El rubro de alimentos y bebidas, el que más le importa a un gran porcentaje de la población, lleva en tres meses un aumento del 15,8 por ciento y alcanza el 64 por ciento interanual.
Por Claudio Siniscalco
«La inflación se está desacelerando», repetía en octubre del año pasado el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. «Bajar la inflación es lo más fácil» y «La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar», son dos afirmaciones ya tristemente célebres, pronunciadas por el entonces candidato presidencial Mauricio Macri, durante la fraudulenta campaña electoral de 2015.
Pero por tratarse de un fenómeno alimentado a fuerza de tarifazos, devaluación y abusos de los formadores de precios, el régimen de Cambiemos sabe perfectamente que los aumentos fuera de control son funcionales a la brutal transferencia de ingresos que vino a ejecutar desde que llegó al poder.
La diferencia entre lo que cuestan los productos y servicios (alimentos, dólar, tarifas) y lo que deberían costar sale del bolsillo de la mayoría de la población y entra en las cuentas bancarias de financistas (en la Argentina y en el exterior), propietarios de empresas de energía y productores de alimentos. Así se explica la inflación que el macrismo no quiere bajar. De todos modos, si fueran menos incapaces la tendrían un poco más controlada, lo que les permitiría no estar caminando constantemente por la cornisa.
Ahorta el gobierno enfrenta una paradoja: dejar de saquear para poder seguir saqueando. Todo a la vez no se puede: o saquean o bajan la inflación. El gobierno adoptó desde el principio la primera opción, y el único motivo que tendría para cambiar sus prioridades es que la ejecución del saqueo sin interrupciones, en un año de elecciones presidenciales, podría costarle, precisamente, la pérdida del poder, sin el cual, obviamente, no puede continuar con el saqueo.
La tentación es grande. En estos meses se verá si el Presidente y sus cómplices logran reprimir el instinto depredador, para intentar una reelección que les permita continuar con la rapiña, o la pulsión saqueadora es tan potente que resulta imposible de dominar, aun sabiendo que ese desenfreno los conduce al abismo.
