50 años después de La Higuera: Che, la herencia viva de un militante integral
Medio siglo después de su asesinato en La Higuera, Bolivia, Ernesto Che Guevara sigue siendo una de las figuras políticas más universales. Prácticamente no hay movilización social donde el rostro del guerrillero argentino-cubano no aparezca como estandarte.
El 9 de octubre de 1967, cuando cayó en la selva boliviana, apenas contaba con 39 años. Pocas son las personalidades políticas que a pesar de su corta vida han marcado tanto la historia contemporánea. Su humanismo integral podría ser una de las explicaciones, según marca su hija, Aleida Guevara, durante una reciente visita a Suiza organizada por la Asociación Suiza-Cuba.
Hija mayor de cuatro hermanos, la doctora Guevara reside en Cuba, país donde nació en 1960, menos de dos años después de la Revolución Cubana y apenas cuatro antes que su padre se lanzara al combate internacionalista, primero en el Congo y luego en Bolivia.
Agencia Paco Urondo: ¿Cuál es la principal herencia que recibió de su padre?
Aleida Guevara: Sin duda alguna, su capacidad de amar. Aunque yo era muy pequeñita cuando él desapareció físicamente de mi vida, siempre vi a mi padre como el hombre completo. No como un ícono ni una imagen vacía, sino como el ser humano que sabe amar. Y esa presencia activa de mi padre, se la debemos a mi madre. Una mujer extraordinaria que trasladó ese amor a sus hijos. Mi papá estaba siempre presente. Siempre era el “buenazo” de la película. Nosotros teníamos que ser buenos niños, buenos estudiantes, porque queríamos a nuestro padre y para que él estuviera orgulloso de nosotros. Sin embargo, mi mamá logró que nosotros llegáramos a vivir bien ese sentimiento sin imponernos nada, de forma natural…
APU: ¿Y los recuerdos más conscientes, más carnales?
AG: Cuando yo tenía 16 años, mi madre me dio unas hojas manuscritas para que leyera, sin decirme quien era su autor. Me fui adentrando en ese texto hasta que me di cuenta que lo había escrito él. Eran notas sobre su primer viaje por Latinoamérica. Fue muy hermoso descubrir a ese hombre joven, que era mi papá y estaba muy cerca de mí. Un muchacho de casi mi misma edad. No era el hombre que yo conocía por haber leído -como todos los niños cubanos- desde muy pequeñita, es decir el guerrillero heroico, el comunista, el estadista, el dirigente. Ahí descubrí al joven que fue. ¡Fue una vivencia muy hermosa!
APU: ¿Esa capacidad de amar, que usted subraya como virtud del Che, constituye un legado universal o familiar?
AG: Estamos reproduciendo, en el Centro de Estudios Che Guevara de La Habana, sus discursos. Y siempre hace hincapié en dos máximas: el estudio y la sensibilidad humana. Los jóvenes deben estudiar para relacionarse con la naturaleza sin lastimarla, aprendiendo de ella. Podemos controlarla, pero respetándola. Y deben ser sensibles ante cualquier cosa que suceda en cualquier rincón del planeta. Sin esa sensibilidad, no lograrán ser hombres completos. Necesitamos seres humanos con esa cualidad para crear un mundo diferente. De lo contrario, ¿cómo pedirle, por ejemplo, a un médico cubano que vaya a África a combatir el Ébola? Mi padre lo decía: “me pueden creer romántico o tonto, pero les digo que el verdadero revolucionario tiene que tener grandes sentimientos de amor. Si no, no puede ser un verdadero revolucionario”.
APU: Siempre se subraya la convicción internacionalista como otro valor esencial del Che… ¿Se le puede considerar, en cierta forma, un precursor del altermundialismo?
AG: Él dijo en muchas ocasiones que el sueño más importante de nosotros es que un día a un congolés no le importe morir por la independencia de un país asiático ni a un latinoamericano le importe morir en territorio europeo si se trata de defender una causa. Que lo importante es que los seres humanos rompan esas fronteras y piensen en tanto especie humana que somos y acepten la necesidad que tenemos, mutuamente, unos de otros. Debemos avanzar juntos a pesar de las diferencias, especialmente culturales. Debemos sentir la necesidad de conocernos en tanto seres humanos de un mismo planeta.
APU: Esa visión amplia, universal, que acaba de presentar está íntimamente relacionada al objetivo del Hombre Nuevo, tan presente en el pensamiento de su padre.
AG: Él lo dijo siempre hablando del hombre en el socialismo en Cuba. Quería un hombre que sea capaz de sentir, de ser sensible, solidario, que respete a los otros seres humanos. Y al mismo tiempo tenga la capacidad de aprender todo lo nuevo y bueno de la tecnología moderna sin dañar la naturaleza. Que sea capaz de crear para los demás.
APU: ¿Cómo se expresaría hoy ese proyecto de Hombre Nuevo?
AG: Conocí, por ejemplo, jóvenes médicos argentinos en la Escuela de Medicina Latinoamericana de Cuba. Son hombres y mujeres maravillosos, profundamente respetuosos del otro. Algunos de ellos fueron de vacaciones a su país después de cuatro años de no viajar. Aterrizaron, dejaron sus maletas, y se fueron a trabajar con comunidades indígenas muy alejadas. O bien, los jóvenes brasileros del Movimiento Sin Tierra (MST), con el que colaboro directamente, y que tratan de hacer realidad la Reforma Agraria sin la cual el campesinado no logra alimentarse. Que se comprometen a fondo para que la tierra esté al servicio del ser humano y no de las trasnacionales. He visto muchos jóvenes bolivianos que trabajan con el proceso de Evo (Morales) y que buscan mejorar las condiciones de vida. O los estudiantes colombianos, que junto con campesinos e indígenas, han demostrado ser una fuerza extraordinaria. O los hombres y mujeres mexicanas, que no callan, que siguen buscando a sus hijos desaparecidos, que rompen el miedo y siguen adelante. Muy recientemente, en Cuba, visité varias provincias para los preparativos del noveno congreso de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y fue maravilloso encontrar y trabajar con jóvenes de edad promedio 24-25 años deseosos de hacer cada día más por su país. En Europa, no puedo dejar mencionar a los militantes de la solidaridad. Siempre presentes, siempre esforzados y conscientes.
APU: ¿Qué piensa que sería hoy el Che si estuviera vivo? ¿Un médico revolucionario, un ambientalista convencido, un militante altermundialista?
AG: Es una pregunta muy difícil, sobre todo porque Papi no está aquí… Aunque si lo conocemos como creo realmente conocerlo, puedo asegurarle que (Mauricio) Macri no estaría en el gobierno de Argentina. Porque si mi padre viviera, Argentina sería seguramente diferente. Él pensaba seguir de Bolivia a Argentina. Y si estuviera vivo hoy, significaría que hubiera triunfado, ya que siempre decía que en una revolución verdadera se triunfa o se muere. Si él estuviera vivo significaría que hubiera habido muchos cambios profundos en todo el Cono Sur latinoamericano. Sin duda sería un mundo muy diferente para todos. Quién sabe, yo hubiera ido detrás de él para ayudarle. Lo que no dudo, es que él estaría cerca de nuestros pueblos. Siempre. Si siguiera vivo y no hubiera triunfado una revolución, estaría intentando hacerla. No me lo imagino de otra forma.
APU: El Che y la revolución cubana son dos caras de una misma moneda. ¿Cuál es la situación actual del proceso en Cuba?
AG: Estamos en un momento difícil, no solo nosotros sino el mundo entero. Porque a la cabeza de los Estados Unidos hay un presidente que tiene poder de destrucción y es impredecible, no confiable. Lo que dice hoy, lo desdice mañana. Por eso decimos que debemos estar preparados, y Cuba está preparada, su pueblo está decidido. En toda la historia transcurrida nos hemos dado cuenta de algo esencial: la única manera que Cuba puede sobrevivir es con su revolución. Mejorándola, perfeccionándola… Fuera de nuestro proceso social, desapareceríamos de la faz de la tierra de inmediato. Mantenemos nuestra sociedad socialista para poder vivir y para mejorar nuestro nivel de vida. Claro que no es simple… Especialmente porque desde siempre hemos sido solidarios con otros pueblos. Es evidente que cuando se es solidario hacia afuera no se puede crecer rápidamente, de un día a otro. Un ejemplo claro de los que digo son los miles de médicos cubanos que trabajan en muchos países, en la mayoría de los casos, totalmente voluntarios, como internacionalistas. Por último, quiero asegurarle que hemos aprendido a vivir así, de esta forma, y nunca nos han quitado la alegría de vivir. Es lo mejor que tiene el pueblo cubano. Incluso nos reímos de nosotros mismos. Por tanto, un pueblo que sabe reírse de sí mismo es prácticamente invencible. No hay forma de doblegarlo o quitarle su fuerza.
Por Sergio Ferrari
Fotos: Italo Cherubini y Sergio Ferrari