Roberto Caballero: «Un gobierno en crisis»
En apenas tres semanas, el corazón de la Capital Federal fue conmovido por cinco marchas multitudinarias opositoras a Mauricio Macri.
El gobierno de Cambiemos fue espectador obligado de un desfile incesante de sindicatos y organismos de DD.HH. que ganaron la calle y la Plaza de Mayo en impresionantes jornadas de protesta desatadas por la impopularidad de sus políticas.
El consecuente derrumbe registrado en todas las encuestas de imagen presidencial, las críticas cada vez más ácidas de sus electores desilusionados (el caso de Mirtha Legrand refleja el humor presente del votante balotaje) y la inexistencia de buenas noticias para dar, completaron el panorama social y políticamente adverso para una administración que atraviesa la peor crisis desde su asunción.
No hay paisaje más desolador para un gobierno que, como el de Macri, no registra críticas y actuó durante 15 meses como si no tuviera oposición
Los frentes abiertos son demasiados. La CGT finalmente llamó al paro general después de que los dirigentes del triunvirato massista fueran repudiados por sus bases el 7M, los docentes no cedieron un milímetro en su reclamo de apertura de la paritaria nacional pese a las amenazas y los ataques macartistas, y los organismos de derechos humanos dejaron asentado públicamente el 24M que están en la vereda de enfrente al negacionismo que promueven los funcionarios oficiales.
No hay paisaje más desolador para un gobierno que, como el de Macri, no registra críticas y actuó durante 15 meses como si no tuviera oposición, abusando de decretos de necesidad y urgencia, generando mayorías parlamentarias a fuerza de extorsión y billetazos, y desplegando un fenomenal aparato de comunicación y propaganda, justificador de lo injustificable.
La conmoción es tan fuerte en sus primeras y segundas líneas que, entre el mar de oficialistas desorientados, ganó fuerza la idea de un absurdo plan de desestabilización o golpe de Estado atribuido al kirchnerismo en particular y al peronismo en general, cuya existencia tiene bases imaginarias y -corresponde decirlo- motivos rayanos en la desesperación. ¿Hace falta aclarar que el mayor desestabilizador de Macri es el propio Macri?
La lectura paranoica del gobierno agrava su propia encerrona porque abreva en un diagnóstico errado. Como si se creyera lo que inventa. No hay, siquiera, un intento más o menos serio de asumir que para la mayoría de la gente lo que estaba bien pasó a estar mal y lo que estaba mal directamente empeoró en lo que va de gestión macrista. Es tan simple como eso, aunque sea complicado de entender para los que ganaron diciendo que iban a eliminar la grieta y hoy viven detrás de una pared, ignorando lo que verdaderamente pasa.
¿Hace falta aclarar que el mayor desestabilizador de Macri es el propio Macri?
¿Dónde está el golpe destituyente en trabajadores que reclaman porque no llegan a fin de mes después de los tarifazos? ¿Dónde, en organismos de derechos humanos que denuncian la existencia de presos políticos en democracia y la complicidad de los actuales funcionarios con un relato exculpatorio que quiere discutir el genocidio desde la aritmética escondedora?
En la marcha del 24M, ante una Plaza de Mayo desbordada, los oradores leyeron un documento que sintetizó buena parte del malestar ciudadano que ganó las calles de marzo. De todas las movilizaciones, la de los organismos excedió el reclamo sectorial. No eran las bases de la CGT exigiendo un paro porque las políticas neoliberales podan salvajemente el poder de compra de sus sueldos, ni las mujeres denunciado la violencia de género y el patriarcado, ni docentes de guardapolvo clamando por la apertura de la negociación salarial a nivel nacional. Fue todo eso junto y más: la denuncia contra un modelo de miseria planificada.
A 40 años del secuestro y la desaparición de Rodolfo Walsh, los organizadores lo homenajearon tomando párrafos de su “Carta Abierta de un escritor a la junta militar” trazando una analogía entre el plan económico que aplicaron Videla & Martínez de Hoz y el que se aplica en la actualidad. “No son errores”, dijo Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo (LF) desde el micrófono, y la voz de Walsh parecía dictar desde el más allá. ¿Qué decía la Carta, en 1977? : “Lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”.
Lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades
Siempre vale la pena releer esa carta. Porque habla del coraje y la lucidez de un militante, pero también porque deja en claro cuál fue el verdadero objetivo del golpe cívico-militar, quiénes fueron sus beneficiarios y sobre qué espaldas hizo recaer su modelo de restauración oligárquica. Y, sobre todo, porque ayuda a entender por qué desde el gobierno se alienta el negacionismo: es en defensa propia, en realidad.
Escribió Walsh antes de ser secuestrado: “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada (…) En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales (…) Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron (…) Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares (…)Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar ‘el país’, han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia (…) Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete (…) Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: ‘Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos’.”
“No son errores”, dijo Walsh hace 40 años. “No son errores”, dijo Taty Almeida, el viernes 24. Claro que no. Se trata de un plan que busca lo mismo: concentrar la riqueza del país en pocas manos, con distintos métodos pero idénticos beneficiarios. La pregunta es si el “Nunca Más” fue exclusivamente para los crímenes de lesa humanidad; o también para una manera de empobrecer a las mayorías hasta convertirlas en miserables como evolución natural hacia un país cuyo destino manifiesto sería ser desigual.
Es una pregunta. Solo eso. Mientras tanto, el gobierno se debate en una crisis que quizá ayude a encontrarle una respuesta: la imposibilidad cada vez más concreta de aplicar las mismas políticas económicas de la dictadura en una democracia de derechos adquiridos como la actual, parte de «la pesada herencia» que el tan demonizado kirchnerismo legó a la sociedad sin distinción de partidos y banderías.