Sí, las mujeres todo el tiempo nos estamos cuestionando, dudamos de nosotras, nos exigimos más, tenemos miedo hasta de lo que decimos, o no decimos. Cosas que»nos enseñaron» en esta escuela que es el mundo en que vivimos.
Por Maia Luna (*)
El jueves en una entrevista de radio, el periodista luego de un buen rato de charla al aire, me preguntó… «Maia, después de la jornada de hoy, qué esperas mañana cuando te levantes?» Y sin tiempo para pensarlo, porque estábamos en vivo, me salió al instante responderle que seguramente iba a arrancar el día esperando lo que una buena parte de mujeres que he conocido a lo largo de mi vida esperan cada vez que se despiertan: poder arrancar el día sin miedo; poder vivir en libertad.
Seguí con algunas cosas más que esperaría, que espero, y que por algún motivo puse en otro orden de prioridad. Pero después, me quedé pensando si estaba bien eso que dije, si no había sido algo muy genérico, muy abstracto, hasta muy utópico. Si no debiera haber sido más puntual y más concreta.
Sí, las mujeres todo el tiempo nos estamos cuestionando, dudamos de nosotras, nos exigimos más, tenemos miedo hasta de lo que decimos, o no decimos. Cosas que«nos enseñaron» en esta escuela que es el mundo en que vivimos.
Pero hoy cuando me desperté, sin recordar ni pensar en esa nota, sintiendo todavía el cuerpo cansado, me invadía y persiste una sensación de felicidad increíble, una emoción tan profunda que a su vez siento que no me pertenece sólo a mí, que no tiene que ver con algo personal, desde mi individualidad.
Y no se me ocurre más que creer que esa sensación tiene bastante que ver con dejar de sentir miedos y vivir un poquito más en libertad. Lo que vivimos en la jornada del jueves, en nuestra ciudad pero también en cada rincón del país donde se replicó el paro y la movilización, fue realmente estremecedor. Estremecedor, porque se percibía en el aire, en las caras de todas, en los colores, en los abrazos, en las banderas y los carteles, en las paredes, en el andar de la inmensa marcha…cómo se movían intensamente los sentimientos. Estremecedor porque de verdad el mundo pareció temblar.
Y definitivamente, el mundo después del 8 de marzo no es el mismo. Claro que las cosas no cambian de un día para otro. Lo del jueves es el resultado que se viene construyendo desde hace muchos años, y somos muy conscientes de cuánto andar nos falta. Pero sabernos unidas, sabernos las mismas, vernos y sentirnos en las otras, no sólo nos da infinita alegría, sino sobre todo, nos demuestra el PODER que tenemos cada vez que nos juntamos y que estamos decididas a avanzar.
Vivimos un momento histórico que tal vez no todos puedan ver, o quieran reconocer. Ya el tiempo se encargará de eso. Mientras tanto, insisto: ojo, no se trata de una moda. Muchas de nosotras tuvimos que darnos un tiempo hasta entender de qué se trataba el feminismo, cuánto y cómo era todo eso que hay que deconstruir; hasta dónde avanzar con ciertos debates, con ciertos temas…etcétera etcétera.
Hoy las pibas se calzan el pañuelo verde sin ninguna historieta, se animan de una a dar debates y con argumentos; problematizan para desnaturalizar todo aquello impuesto… Y cómo no emocionarse de seguir aprendiendo cotidianamente, y ver cómo crece la marea feminista. Marea que llegó para quedarse. Y eso no es un mensaje romántico: es un mensaje político. Porque no existirá un mundo más justo si no tenemos garantizada la igualdad de derechos.
Feminismo e igualdad social van de la mano. Y nosotras las feministas, con lo que soñamos y por lo que luchamos es por un mundo donde el varón no oprima a la mujer, pero a la par, donde ningún varón ni mujer, donde ninguna persona, sea oprimida por otra. No podríamos nunca ser felices ni estar cómodas en un mundo para unos pocos, aunque hubiera más igualdad entre las identidades sexuales.
Es nuestro tiempo. Es nuestro presente. Ahora, es cuando. Que viva la lucha feminista!
(*) Libres del Sur La Plata