2017 lo ratificó: el que no se integra desaparece
El año que cierra en la política mundial puede resumirse en la oposición entre el asociacionismo protector y la fragmentación divisionista
por Eduardo J. Vior
La intervención de Rusia en Siria desde septiembre de 2015 y el triunfo electoral de Donald Trump en noviembre de 2016 revirtieron la preponderancia del globalismo vigente desde 1989 e insinuaron la posibilidad de un cierto equilibrio de poder mundial. No obstante, las tendencias fragmentadoras siguen siendo muy fuertes y debilitan la soberanía y la libertad de los pueblos que no se agrupan.
Trump: la fuerte estrategia de un presidente débil
“America first”, la consigna con la que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales de noviembre de 2016, es el grito de rebelión de millones de norteamericanos blancos de clase media y pobres que reaccionan contra el empobrecimiento sufrido en los últimos 40 años con un discurso xenófobo, racista y fundamentalista.
Tomando el control de la Reserva Federal a partir de febrero próximo, el presidente pretende canalizar hacia la producción la enorme riqueza transferida a la clase alta por la reciente reforma impositiva y subiendo las tasas de interés, busca que EE.UU. absorba los trillones de dólares que circulan por el mundo, pero la recuperación de la economía norteamericana requiere paz.
El caos de los primeros meses del gobierno de Trump fue rápidamente controlado por los militares poniendo a tres generales en los cargos clave del gabinete y jaqueando al equipo presidencial con la investigación sobre sus contactos rusos, pero el presidente no se rinde. Marca el curso político desde Twitter y persevera en su diplomacia personal, especialmente sobre Medio Oriente.
Más débil está en Asia Oriental, donde no logra comunicar con Xi Jinping ni Kim Jong-Un. Como, además, los generales y almirantes se salen de las casillas por intervenir, el riesgo de un estallido nuclear sigue siendo enorme. Los militares ya le arrancaron sensibles aumentos de la tensión entre Afganistán y Ucrania, pero el presidente logró reducir el apoyo de su país al terrorismo. En América Latina, en cambio, volvió la política intervencionista desde Venezuela hasta el Atlántico Sur.
China es otra vez el Reino del Medio
Desde el siglo VI ane. China se ha concebido a sí misma como el centro de la civilización. Esta percepción se vio afectada por la dominación occidental y japonesa entre 1842 y 1949, pero desde 1977 el país se desarrolla continuadamente y hoy es la primera potencia económica mundial. Hasta 2013 ese desarrollo dependió de las exportaciones. Sin embargo, el gran crecimiento produjo una creciente desigualdad social y regional, la aparición de un enorme sector financiero en las sombras y el desborde de la corrupción.
Desde que Xi Jinping asumió la presidencia en 2013, la jerarquía comenzó a mutar en una burguesía algo más ordenada. El combate contra la corrupción marcha desde entonces de la mano de la mejoría de las condiciones de vida de la población y del disciplinamiento del sector financiero. Al mismo tiempo, en esferas concéntricas, China amplía su influencia mundial. Mediante la Nueva Ruta de la Seda desde hace casi cinco años realiza gigantescas inversiones en infraestructura ferroviaria y marítima, para unir Eurasia y reducir los costos de transporte. Este programa es financiado desde el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por su sigla en inglés) y completado por los BRICS y un sinfín de acuerdos bi- y multilaterales. La progresiva sustitución del dólar como divisa de referencia y el abandono de los combustibles fósiles en septiembre pasado están confinando a EE.UU. a un ámbito meramente continental.
Después del exitoso 19º Congreso del Partido Comunista, que se celebró también en septiembre pasado, China se presenta como una potencia mundial y como un garante de los bienes públicos globales en base a asociaciones mutuamente provechosas. Claro que para beneficiarse de ellas, hay que negociar colectivamente y nunca aislado.
Rusia regresa a los mares del mundo
Desde que Vladimir Putin puso en vigor la nueva Doctrina de Política Exterior de la Federación, el 1º de diciembre de 2016, Rusia ha regresado a todos los mares del mundo. Con esta metáfora se hace referencia a la recuperación de su rango internacional.
A partir del éxito en Siria y de la derrota del acercamiento a Turquía e Irán, Rusia se ha convertido en interlocutor central para instaurar una paz negociada en Medio Oriente y, para subrayarlo, hace pocos días ha confirmado su intención de ampliar sus bases en la costa de Siria. Trump tiene en cuenta su peso.
La estrategia mundial de Vladimir Putin se basa en las exportaciones de hidrocarburos y armas. Al mismo tiempo, el potente desarrollo de su flota de guerra ha dado a Rusia presencia en todos los mares del mundo.
Ante las sanciones europeas y la amenaza de la OTAN en los países bálticos y en Ucrania, Rusia ha girado hacia Asia y buscado la alianza china. Al mismo tiempo Putin se ha comprometido a buscar una solución negociada en Corea, mientras profundiza su alianza con Venezuela y retoma el vínculo con Cuba.
El que no se agrupa, desaparece
Mientras los estados que se integran y asocian progresan, los que se encierran en sí mismos se desintegran. El Brexit puso al Reino Unido al borde de la disolución, mientras que España sólo pudo aventar la secesión de Cataluña con una represión que la elección del 21 de diciembre demostró ser de muy corto alcance.
El golpe de estado parlamentario en Brasil en 2016 y la instauración de un Estado colonial autoritario en Argentina coinciden con su desaparición de la escena mundial. Tuvo que viajar el Papa Francisco a Myanmar, para que los militares birmanos entendieran que sólo podrían contener el separatismo rohingya mediante un acuerdo regional. Del mismo modo, la sempiterna crisis en la República Democrática del Congo –corazón del continente- sólo podrá resolverse mediante la participación de todos los países de África Central.
La decadencia norteamericana no comenzó en 2017, pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y su retórica nacionalista la evidenciaron. EE.UU, renunció a ser potencia y modelo mundial, para consolidar su poder dentro del Continente Americano. EE.UU., Rusia y China pujan por consolidarse como estados continentales. Sudáfrica, Irán e India los siguen como estados regionales. Alemania, en tanto, busca mantener unida la Unión Europea. El resto del mundo se debate en su incapacidad para integrarse y asegurar una vida decente para sus ciudadanos. El que no se asocia desaparece.