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14 de marzo de 1877: Muere en Southampton, el Brigadier General, Juan Manuel de Rosas

El descanso del héroe perseguido

Alejandro C. TarruellaLa chacra de Juan Manuel de Rosas  estaba en Burguess, en los alrededores de !a ciudad Inglesa de Southampton.

De allí partía cada día en su caballo oscuro a trabajar junto a sus peones hasta la última tarde desafiando al frío. Entonces, regresaba a su residencia inglesa de Burguess Farm y a los 80 años, montaba aún en un salto, sin usar el estribo, cargando lazo, espuelas y boleadoras. En verano, se había revelado, solía dormir a campo raso. Comía carne asada y tomaba mate.

Una tarde al volver tuvo un fuerte ataque de tos tal vez provocado por la helada que había sufrido el día anterior. En la noche se afiebró y se llamó al doctor Wibblin quien comprobó que era presa de una congestión pulmonar. El 12 de marzo de 1877, se avisó a Manuelita, que partió de inmediato y lo halló moribundo. Eran las seis de la mañana del 14 de marzo de 1877, cuando una de las criadas  le informa a Manuelita acerca de la muerte del héroe. Contaba con 84 años de edad y falleció lejos de su patria, herido por la maldad sufrida desde el poder político liberal que no le perdonó sus convicciones y su lealtad a su Patria y a su pueblo. El 17 se informaba en “La Nación”, que dirigía Bartolomé Mitre: “La generación que durante veinte años combatió contra la tiranía gritando: ¡Muera Rosas! puede al fin exclamar: ¡Murió Rosas!” El odio era patrimonio privado de los unitarios y sus sucesores. La réplica pudo ser el sable que San Martín le había legado “como una prueba de la satisfacción con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”. El mismo se encontraba sobre la bandera argentina colocada sobre su féretro. Por orden suya, sus restos debían ser cuidados en el Cementerio de Southampton “hasta que en mi patria se reconozca y acuerde por el Gobierno, la justicia debida a mis servicios”, según rezaba su testamento.

¿Quién fue Juan Manuel de Rosas?

Es curioso que sea posible sintetizar la trayectoria de Juan Manuel de Rosas como gobernante en estos conceptos: “El General Rosas ocupa un vasto espacio, en el gran teatro de los negocios humanos. Su política y sus hechos, se han grabado hondamente en la atención del mundo. Sus bravos compatriotas, en la hora más infausta que registran las páginas de la historia de su país, fijaron en él la vista que los auxiliase, y lo aclamaron para que los aconsejase y dirigiese”.

“Con recursos de saber y patriotismo a la altura de las circunstancias, se puso a su frente. Con su genio y su energía estableció el orden, en medio del caos, y la seguridad y sosiego, en medio de la confusión y la anarquía. Sus esfuerzos para establecer y sostener el gran sistema Federal, identificaron su nombre para siempre con esa importante medida, formando uno de los más firmes cimientos sobre los que reposará en los tiempos venideros.
Con entereza más que romana, ha sostenido y defendido los derechos soberanos de su país, contra la agresión extranjera, hasta que esos derechos fueron honorablemente reconocidos y asegurados. El haber hecho esto con éxito feliz, es gloria bastante para un solo hombre. La historia imparcial no dejará de consignar fielmente los grandes hechos de su vida, tan llena de acontecimientos extraordinarios. La posteridad juzgará de ellos por sus exitosos resultados, por las imponentes dificultades de los tiempos en que su protagonista se vio colocado; con justicia y veracidad inscribirá su nombre muy alto en la lista de aquellos grandes hombres que han quedado inmortalizados en la ancha e imperecedera página de la historia del mundo”.

Lo sorprendente de los términos en los que se sintetiza la trayectoria del Restaurador de las Leyes, es que corresponden al cónsul estadounidense Williams A. Harris, quien lo expresó en septiembre de 1851, al terminar su gestión en la legación de Estados Unidos ante la Confederación Argentina.

Previo a su retiro, el funcionario informaba que si se produjese una agresión europea contra la Confederación Argentina, su país sería prescindente, y en una actitud que se tomó como una disculpa, detalló que “Bien conozco, Señor, cuan leal y sincera es esa política. Permitidme aseguraros que esta no son palabras de mera fórmula, sino expresión fiel de los sentimientos y deseos de un gobierno y de un pueblo, cuyas amistosas simpatías, y decidida opinión, siempre se alistaron a favor del heroico pueblo de la Confederación.”

El cónsul Harris al despedirse del país ante el ministro Felipe Arana, sintetizó que “Al cumplir este último acto oficial, que termina mis relaciones diplomáticas con este Gobierno, permitidme expresar, por conducto de V.E. al Ilustre Jefe, cuya política y sabiduría han enaltecido tanto su propia fama y la nombradía de su país, mi más cordial y profundo reconocimiento, por la invariable bondad y consideración que constantemente se ha dignado dispensarme”.

En un instante de recuerdo de la figura de Juan Manuel de Rosas, un testimonio semejante, permite observar su legado desde el ancho ámbito del planeta. Y es posible que hoy se haga necesario, al recordar su muerte – el 14 de marzo de 1877 – que haya que comenzar a observar su lugar histórico desde su resonancia en el mundo, su papel político histórico en la afirmación de la Argentina como país, su estatura regional, su cultura, su convicción de integrar una comunidad en el continente como una filosofía. La que permitió asentar los tiempos de la generación de los ochenta, el Yrigoyenismo radical y el peronismo, en términos de una continuidad y un presente que debe a su labor, heredera de San Martín, Güemes y Belgrano, una filosofía que no debe obviar al gaucho, las provincias y la tradición que lo sustenta desde 1580 hasta nuestros días.

Sin perder de vista a la vida cotidiana como parte de ese universo al que pertenecemos. El Papa Francisco plantea ésta búsqueda al señalar que “Necesitamos valor para rechazar los que son falsos y malvados. Necesitamos paciencia y discernimiento para redescubrir historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las muchas laceraciones de hoy; historias que saquen a la luz la verdad de lo que somos, incluso en la heroicidad ignorada de la vida cotidiana”.

 

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