Ya llegó la revolución de la agonía… perdón, ¡de la alegría!
Es bien sabido por todos que el psicoanálisis hoy está inmerso en la cultura y es habitual que se utilicen algunos términos que tienen origen en esta disciplina sin comprender del todo su significado. Un claro ejemplo de esto son los actos fallidos, más conocidos popularmente como furcios o equivocaciones. Algunas veces cuando el interlocutor comete un furcio, este pasa desapercibido. Otras, sobre todo cuando quien lo comete es una persona públicamente conocida, el acto lleva consigo infinidad de comentarios y repercusiones.
Repasando los últimos meses de la gestión “PRO” podemos encontrar vastos ejemplos, en los que se ve como el inconsciente puede traicionarnos, cuando menos lo esperamos (y a pesar del esfuerzo que hagamos por esconderlo).
Hace un año atrás, el entonces precandidato a jefe de Gobierno, Horacio Rodriguez Larreta, se encontraba brindando una nota para un canal de noticias y cuando le preguntaron acerca de los motivos por los cuales los ciudadanos deberían votarlo se le deslizó un fallido que dejó entrever cuáles eran los verdaderos fundamentos de su partido. Primero se refirió al conocimiento y la experiencia que le ha concedido su cargo de Jefe de Gabinete. Y luego agregó que sueña con lograr una “ciudad más integrada”, en contraposición a lo que venía sucediendo. Concluyó entonces: “Todo lo que se ha hecho en la ciudad ha sido contra el gobierno nacional”. Y rápidamente se corrigió: “O sea, con la contra del gobierno nacional, que lo único que hizo fue ponernos palos en la rueda”. Intentó corregirse, es cierto, pero el inconsciente ya hizo lo suyo y ha hablado. Y cuando esto ocurre no hay vuelta atrás.
Antes de seguir con otros ejemplos, veamos que dice el psicoanálisis al respecto. Sigmund Freud trata de demostrar que los actos fallidos son iguales a los síntomas, dicho con otras palabras, estos lapsus reflejan el conflicto entre la intención consciente y lo reprimido. Tienen entonces un sentido propio, o sea que deben ser considerados actos psíquicos con un objetivo determinado y un significado singular.
En los lapsus existe la revelación de un pensamiento oculto con un significado y una intención específica, observándose que la intención latente sustituye a la conducta manifiesta. Traducido, para el padre del psicoanálisis, los actos fallidos no son casualidades sino conductas psíquicas importantes con pleno sentido, debido a la conexión de dos intenciones opuestas. Y en esto es taxativo: Estos errores orales son intencionales en todos los casos sin excepción, por lo menos desde el punto de vista teórico. Por supuesto, Freud no niega los efectos de factores perturbadores como el cansancio, la excitación, las distracciones y los trastornos de la atención, pero agrega nuevas deducciones antes ignoradas sobre estos fenómenos.
Es habitual que los protagonistas de estos incidentes nieguen rotundamente haber tenido una intención oculta al cometer estas equivocaciones y además que se muestren muy interesados en no hallarles interpretación alguna, aunque sepan mejor que nadie qué es lo que ha querido decir con esos errores.
Por esta razón es difícil que los interesados aporten algún dato que sirva para analizarlos, aunque se pueden encontrar indicios conociendo la situación psíquica en la que se produce el acto fallido, en el carácter de la persona en cuestión y en sus impresiones antes de que esto le ocurra, ya que puede ser el resultado de una reacción.
Teniendo en cuenta esto, sigamos con los ejemplos.
Es el turno ahora de la Gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires. El 25 de Octubre de 2015, en el bunker partidario, Maria Eugenia Vidal se presentó como oradora, tras la consolidación de la tendencia que la señalaba como ganadora. “Esta noche estamos haciendo historia”, remarcó la dirigente. “Esta noche hicimos posible lo imposible: cambiamos futuro por pasado”. Esta ‘equivocación’ no hace otra cosa que visibilizar lo que se esconde detrás de los objetivos manifiestos del macrismo: vuelta a los 90, al neoliberalismo, al capitalismo salvaje y a los negocios ilegítimos a costa del pueblo argentino.
Casi un mes después, Mauricio Macri cerraba campaña en Jujuy. Durante su discurso, el candidato de Cambiemos confundió ‘pobreza’ con ‘progreso’. «A la Argentina la hacemos desarrollando la capacidad de cada uno de los argentinos. Eso nos va llevar a esa Argentina inmensa con oportunidades de trabajo y pobre…progreso para todos», aseguró el actual presidente. Sin dudas, un visionario. Los datos están a la vista. Según, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la tasa de pobreza registró un aumento de cinco puntos hasta llegar al 34,5% en el primer trimestre de 2016, cuando a fines de 2015 era del 29%, por lo que 13 millones de argentinos afrontan hoy esa condición.
El 12 de abril pasado, en conferencia de prensa post-tarifazos, el presidente quiso justificar el brutal ajuste encabezado por su gobierno, y afirmó eufórico: «Creanme que he estudiado al máximo y estoy tratando de hacer lo mínimo, mínimo posible para tratar de que acompañemos todos juntos este proceso”. Con esto no hace más que confirmarnos que sus decisiones no persiguen el beneficio de los trabajadores, sino del empresariado y que, como siempre, los más humildes serán los que más sufran los aumentos y no hará nada para impedirlo.
En consonancia con esto último, repasemos lo que le ocurrió a Marcos Peña, actual jefe de Gabinete, quien durante la presentación de su primer informe de gestión ante el Congreso sugirió «un sistema de tarifas y subsidios para proteger a los que más tienen». Al finalizar la idea, y con la advertencia de quienes lo acompañaban allí, aclaró que en realidad quiso decir que estaba pensado para ‘los que menos tienen’. Y agregó: “Queda claro”.
A esta altura, lo único que queda claro es que no pudo ocultar el trasfondo de su ideología, la cual pareciera apuntar al bienestar de unos pocos privilegiados, a costa del esfuerzo de las clases trabajadoras.
Resumiendo, se pueden decir muchas cosas a favor o en contra del oficialismo. Podrán gustar o no sus ideas y modos de conducción… pero…. ¡No podemos decir que no nos avisaron!