Política

Un extraño fin de ciclo

El “fin de ciclo” más extraño de la historia argentina encuentra a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner abrazada a los vecinos y vecinas de la Villa 20.

 

Faltan cinco meses para que Cristina Fernández de Kirchner abandone el sillón presidencial, luego de 8 años de gestión y 12 de gobierno del mismo signo. Faltan cinco meses para que llegue el tan anunciado “fin de ciclo” que auguran algunos dirigentes políticos y medios masivos de comunicación. Sin embargo, este fin de ciclo no incluye huídas en helicópteros ni el abucheo del pueblo. Es un fin de ciclo bastante particular.

En el marco del cierre de campaña del candidato a jefe de gobierno porteño por el Frente para la Victoria, Mariano Recalde, la Presidenta de la Nación recorrió junto a él y otros funcionarios de gobierno, la Villa 20 del barrio de Lugano.

Allí visitaron el local de la asociación barrial “Proyecto Comunidad”, donde niños y jóvenes participan semanalmente del programa “Robótica para Educar”, cuyo objetivo es acercar herramientas para el aprendizaje de las nuevas tecnologías a los sectores populares, estimulando el desarrollo de habilidades que el mundo laboral y social requieren.

En el encuentro, los pequeños se turnaban para contarle a la presidenta las tareas que desarrollan cada día en el taller. Algunos hablaron de sus clases en las escuelas técnicas, otros de los libros que provee el ministerio de Educación. Ella, sentada a su lado, les hacía consultas y los incitaba a mostrarle todo lo que habían aprendido; los niños respondían luciendo, orgullosos, cada uno de sus experimentos.

Luego le explicaron el funcionamiento de una tarjeta y un sensor de colores. La Presidenta realizó todas las pruebas mientras los niños la ayudaban y le daban indicaciones. Finalmente, le entregaron un brazo robótico hecho por ellos mismos; cuando Cristina lo agarró, notó que estaba presentado con un cartel que decía “Néstor vive en nuestros corazones”, y no pudo disimular la emoción en su agradecimiento.

Si uno toma las últimas doscientas tapas del Diario Clarín, podría asegurar que esta mujer a la que los medios hegemónicos tildan de corrupta y soberbia, no puede ni siquiera asomar la cabeza por un barrio humilde. Afirmaría con fe que la conductora de un gobierno que, tal como dicen, se cae a pedazos, jamás podría salir ilesa de las calles de una villa.

Sin embargo, al salir del centro, un enorme pasacalles decía: “Bienvenida compañera Presidenta”. Detrás, una multitud gritaba su nombre. Al fondo, las banderas militantes de las distintas agrupaciones. Adelante, la gente; los habitantes de la Villa 20, de Lugano, Soldati y alrededores; hombres, mujeres y niños que se abalanzaban sobre la jefa de Estado. Cuando Cristina se acercó, todos los presentes la abrazaron, la besaron, le pidieron una foto. Ella extendía su mano y la gente la tomaba con firmeza, como si quisieran retenerla; la miraban con admiración. “Gracias”, repetían, conmovidos, algunos incluso hasta las lágrimas.

La realidad parece contradecir lo que repiten una y otra vez desde los sectores concentrados.

Por más operaciones políticas, por más denuncias mediáticas, por más tapas de diarios que intenten confundir a la población, la madre que cobra la Asignación Universal por Hijo no se olvida que gracias a Cristina sus hijos van al colegio y están vacunados. El jubilado no se olvida que hoy hay movilidad jubilatoria. La ama de casa no se olvida que tiene nuevos derechos. La empleada doméstica no se olvida que hoy las leyes la protegen. Los jóvenes no se olvidan que hoy tienen la ayuda del Estado para estudiar. Los trabajadores no olvidan que hace diez años no tenían para comer. Los veteranos de Malvinas no se olvidan que hoy tienen un faro de la soberanía, un museo y ayuda económica. Los científicos no se olvidan que hoy son valorados y ya no los mandan a lavar los platos.

El pueblo está empoderado, tiene conciencia de lo que le corresponde; ya no van a venir a pedirle el voto con falsas promesas, ya no van a venderle espejitos de colores.

El fin de ciclo no llega porque, por el contrario, este ciclo recién comienza.

El país es más justo y más igualitario, pero queda mucho por hacer. Mientras haya un solo pobre, éste será solo el principio de un camino que llevará años, pero que tiene cimientos sólidos.

Los grupos de poder se equivocaron de estrategia; creyeron que el problema era la figura de la Presidenta. La insultaron, la difamaron; a ella y a su familia. Hablaron, acobardados, de una eterna releección. No hizo falta. Cristina no estará sentada en el sillón de Rivadavia, pero estará presente en la memoria y en el corazón de cada uno de los que hoy son más felices que ayer.

Para ir contra esto, deben ir por el pueblo. Y si lo intentan, deben saber que, definitivamente, van a encontrar batalla.

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