Transgénicos, segunda parte: el rechazo a las semillas de Macri es silenciado por los medios
En gobierno hay preocupación porque el rechazo al trigo transgénico que se trató de imponer en Francia y Alemania, que lo prohíben, podría hacer caer un ingreso de 3.200 millones de dólares, que se esperan con desesperación. No tomaron en cuenta, al permitir la exportación en esas condiciones, que la mayor parte del mercado mundial del trigo rechaza por legislación lo transgénico, aunque se inventara un trigo resistente a la sequía.
Escribe Alejandro C. Tarruella
Hay que reconocer, también, que en el gobierno la ideología mercantil que traza las acciones, hace pasar por alto a los funcionarios, ceos convertidos en administradores imperfectos de Estado, las regulaciones o cualquier normativa que sea parte de la legalidad con que se conforman las naciones. Se puede asegurar que en el escándalo del rechazo francés y alemán intervino personalmente el presidente Macri sin que hayan tomado medidas al respecto.
Matías Ruffo, gerente de productos y tecnologías, y Francisco Ayala, de la empresa Bioceres, que pertenece al grupo Grobocopatel, que produjo el transgénico, fueron responsables de los ensayos que se iniciaron en 2009 para lograr el trigo HB4, que en sequía logra un rendimiento 20% superior al de un trigo común. Ruffo reconoció a la publicación “Bichos de campo” que para producirlo buscaron socios internacionales. “En este caso fue la francesa Florimond Desprez”. Eso indica que la investigación científica que tiene como norte vulnerar las reglas que intentan proteger el medio ambiente y las personas, carece de límites. Es una suerte de Dr. Menguele sin patria, que opera en el ámbito de la globalización.
En su mundo interior, esos servidores de empresas, como ocurre en Argentina, suponen que las acciones convenidas entre estados e instituciones, son meras componendas al estilo de Mario Farmacity Quintana, que creó una carrera universitaria para dar un título de farmacéutico a sus cadetes y empleados, y así reducir los salarios de los farmacéuticos matriculados sometidos a un régimen sindical que sostiene sus salarios. El propósito es burlar la ley y vender como único objetivo, expendiendo con toda seguridad, medicamentos sin seguir las normas legales.
Bajo esas premisas, los empresarios macristas argumentan que en el rechazo galo-alemán al trigo transgénico se violan los sacrosantos enunciados de la libertad de comercio. Sin embargo, quienes conocen las regulaciones internacionales les señalan que en el conflicto que estalló el 6 de febrero pasado en París y Berlín debido a la colza que se produce en la Argentina, opera la precariedad de no haber dado aviso a los compradores de que el trigo era transgénico. No podían desconocer los empresarios socios del gobierno los requisitos que rigen en particular en el viejo mundo. Sabían que se exige separar los contenidos en el trigo, y que no era tan sencillo vender como si tal cosa, los productos de la empresa. En el gobierno hay preocupación porque el rechazo al trigo transgénico que se trató de imponer en Francia y Alemania, que lo prohíben, podría hacer caer un primer ingreso de 3.200 millones de dólares, que se esperan con desesperación con vistas a los próximos meses, cuando anuncian un “derrame” para mejorar las condiciones económicas de la sociedad.
El rechazo al trigo transgénico podría hacer caer un primer ingreso de 3.200 millones de dólares, que se esperan con desesperación, cuando anuncian un “derrame” para mejorar las condiciones económicas de la sociedad
Las garras de Monsanto
Se dijo en estas horas que el conflicto con colza que produce Delbak, empresa propiedad de la Bayer, que la compró a Monsanto, se disparó al detectarse vestigios de semillas transgénicas en una suma de menos de 0,005 por ciento de su volumen, lo cual llevó al rechazó de las partidas enviadas.
Lo sorprendente es que modificaciones a ese tipo de semilla fueron rechazados en 2004 a la empresa Monsanto, que declinó continuar operándolas. Lo cierto es que el macrismo no cree en la ley de nadie, y solo en esa certeza es posible observar que luego de aquel rechazo casi 15 años atrás, se volviese sobre el tema. Un empresario argentino, entrevistado por “El País” de Madrid, Santiago Rodríguez Riba, expresó al respecto, con conocimiento de causa: “Es un trigo que nadie quiere. En Canadá y Australia las multinacionales que estaban ensayando con trigo transgénico lo abandonaron, no porque no fuese negocio sino porque los consumidores no lo quieren.” Otro tanto ocurre con Rusia y China que lo rechazan de plano.
Lo que jerarquizan los productores es recibir divisas como sea
Estiman los productores que estas prácticas van a generar la caída del precio de venta de los cultivos, pero también señalan que las ganancias son tan altas que entre producir sin casi inversión, y vender a menores precios, lo que jerarquizan los productores es recibir divisas como sea. Entre la avaricia y la precariedad de los métodos para ingresar dólares, escogen la velocidad de la operación. Hay que recordar que gran parte de los negocios de la soja se realizan ilegalmente vía Paraguay y en negro, sin pagar impuestos de ningún tipo, con comercializaciones oscuras a través de Brasil. Es decir, el hecho de que Francia y Alemania rechacen el trigo transgénico no es indicador de que no lo vayan a producir más, es solo la muestra de la osadía de los productores rurales que intentan en este caso superar las barreras de la ley para imponer un modo de acción avalado por el régimen macrista.
En 2015, la periodista francesa Marie-Monique Robin, autora del libro “El mundo según Monsanto”, fue consultada acerca de que empresarios señalaban que los transgénicos eran indispensables para el crecimiento demográfico. Ella respondió: “Es mentira. Si en el mundo hay 1000 millones de personas que sufren hambre, es justamente por culpa de este modelo que concentra la tierra, como puede observarse claramente en la Argentina donde miles de hectáreas están en manos de unos pocos grandes productores. Por otro lado, este sistema de producción de alto rendimiento es, en un 90%, para alimentar animales de países industriales y no para alimentar a la gente. He viajado por todo el mundo y, sin importar dónde, este modelo agrícola destruyó a los pueblos. Porque elimina a los pequeños agricultores del país despojándolos de la tierra. Con estas prácticas están hambreando al mundo.”
Si en el mundo hay 1000 millones de personas que sufren hambre, es justamente por culpa de este modelo que concentra la tierra, como puede observarse claramente en la Argentina
Lo que planteaba Marie-Monique Robín es que hay una relación entre el carácter de la producción y la estructura de la tierra. Es decir, que si no hay transformación de la propiedad corporativa de la tierra en propiedades que den lugar a una cultura Pyme de la tierra, la tendencia es afirmar una producción que a esta altura de la civilización, va en contra la de vida humana y la estabilidad del ambiente. Y este caso relativo a los transgénicos, que no tratan prácticamente los medios de la Argentina, es parte de una involución política histórica. Cuando se acercan los pasos finales de un régimen regresivo colonialista, el tema puede ser, en cambio, el principio de un debate para “dar vuelta la tortilla”, como se dice en los pueblos.