
Suba del desempleo y mayor informalidad: la creciente precarización laboral mileista
Un análisis del desempeño de las principales tasas e indicadores del mercado de trabajo a partir de la EPH-Indec, y de la situación y evolución del Trabajo registrado a partir de la información del SIPA- Primer trimestre 2025.
El modelo libertario de ajuste, desregulación, apertura, y atraso cambiario redunda en una progresiva asfixia del aparato productivo local y en un achicamiento del mercado interno que afecta adversamente la evolución de las principales variables del mercado laboral. Pese a que la economía exhibe señales de reactivación, la misma no termina de consolidarse, presenta un marcado carácter heterogéneo, y está motorizada por sectores poco intensivos en el factor trabajo.
Durante el primer trimestre 2025, las cifras oficiales de la EPH-Indec revelan que el mercado laboral mostró claros signos de debilitamiento. Por un lado, la tasa de desocupación creció, anotando su segunda suba durante la gestión libertaria, y alcanzando su nivel más alto en la era Milei. El aumento del desempleo castigó especialmente a los jóvenes y las mujeres.

Por otro lado, los datos oficiales confirman un nítido deterioro de la “calidad” del empleo, el cual asume un carácter más precario. Esto puede advertirse no sólo por un fuerte crecimiento del empleo por cuenta propia (reflejado en parte en el aumento de los monotributistas), sino también por un incremento de las ocupaciones asalariadas no registradas. Así, diversos indicadores dan cuenta de un aumento de la informalidad en el período.
La evolución del trabajo registrado por modalidad ocupacional en base a estadísticas del SIPA, permiten confirmar asimismo la destrucción de empleo asalariado formal, así como el relativo aumento de las modalidades de trabajo independiente más precarias y vulnerables en el período de referencia. Este desempeño adverso del empleo asalariado formal se explica por la performance negativa, tanto del sector privado como del sector público, aunque la merma fue más acentuada en el primer sector que en el segundo. En tanto, el empleo en casas particulares experimentó también una retracción. Por su parte, el trabajo independiente registrado agregado exhibió una performance negativa, un resultado estrechamente ligado a la evolución de la categoría monotributistas sociales.
En efecto, los aportantes del monotributo social verificaron una significativa merma, como consecuencia de la decisión del gobierno libertario de reformular el régimen, una medida que plantea enormes interrogantes, en tanto la misma afectó a un sector vulnerable de la población que utilizaba esta herramienta para integrarse a la economía formal, pero que ahora queda sumida en el desamparo. Por otro lado, los trabajadores adheridos al monotributo computaron un crecimiento en el período, pero ese desempeño estuvo lejos de poder compensar la pérdida de empleo asalariado formal.

Hasta ahora, la prometida creación de una mayor cantidad de empleos de calidad como resultado de las diferentes reformas laborales introducidas tanto por ley como por DNU sigue siendo una deuda pendiente de la gestión libertaria. El aparato mediático hegemónico que responde al poder concentrado dominante proclamó insistentemente que la reforma laboral iba a apuntalar el empleo formal. No obstante, nada de esto sucedió, verificándose más bien un aumento de modalidades ocupaciones informales y/o más precarias. En suma, la suba del desempleo y el creciente grado de informalidad configuran un panorama por demás inquietante.
Evitar la destrucción de empleo formal y disminuir el empleo precario es una estrategia que involucra el perfil de los sectores productivos que impulsan el crecimiento, así como el margen de maniobra de la política económica para estimular la demanda de empleo formal a corto plazo. Sin avances significativos en ambos frentes, el mercado de trabajo continuará operando con altos niveles de subutilización de la fuerza laboral, así como con una creciente dificultad en el acceso a empleos de calidad, dos fenómenos que redundarían en un deterioro adicional de los ingresos laborales, lo cual podría conducir a un escenario de mayores tensiones y conflictividad social.
Por Alejandro Sangiorgio.





