Sobre la resistencia
La derrota electoral del peronismo en diciembre del año pasado, la crisis económica y política en Venezuela y el lamentable «golpe» en Brasil sucedido durante la última semana, sumados a la avanzada liberal en América Latina que amenaza con el Tratado Trans Pacífico, temo, han marcado el fin de una era de integración, soberanía, independencia y justicia social en América Latina.
Y es que mientras crisis internas agitaban las estructuras de los gobiernos populares y progresistas de la última década, la derecha (es decir la oligarquía local en alianza con la usura financiera internacional) siempre obró de manera orgánica, coherente y tirando para el mismo lado (que es precisamente la derecha); por ello mismo, lo logró de nuevo. Y esta vez sin militares.
El fenómeno de una supuesta “resistencia” crece tímidamente entre los partidos y movimientos populares argentinos, y en otras partes de Latinoamérica. Y, sin embargo, las derrotas políticas se vienen dando casi sin mayor respuesta popular. Ni la oposición al macrismo en Argentina, ni la resistencia al “golpe blando” en Brasil, resultaron estar a la altura de las expectativas que muchos depositábamos cuando clamábamos que “la derecha” y el “neoliberalismo” no volvían “nunca más”. Por ello mismo, me pregunto, intentando ser más analítico que pasional ¿El momento amerita únicamente “resistencia? ¿Existen argumentos para “resistir” en democracia, y si los hay, alcanza sólo con ello? ¿O es hora de asimilar rápidamente esta alternancia en el poder, para construir una vuelta mucho más entera y sin los matices que hicieron que la representación política de los Gobiernos populares mermara durante los últimos años?
Un ejemplo reciente, en el escenario argentino: «Resistir sin descansar por el derecho a trabajar», fue la consigna con la que durante 24 horas corridas, desde las 17hs del viernes 26 y hasta el mismo horario del día sábado pasado, organizaciones políticas y de derechos humanos, opositoras al Gobierno de Mauricio Macri, marcharon alrededor de la Plaza de Mayo en una reinterpretación contemporánea de las históricas «marchas de la resistencia», llevadas a cabo a fines de la última dictadura cívico militar argentina por Madres de Plaza de Mayo.
Esta vez, de la organización estuvo a cargo, principalmente, Hebe de Bonafini, titular de Asociación Madres de Plaza de Mayo, quien días antes encabezó el acto por la histórica ronda número 2000 de las madres de desaparecidos; por otro lado, también convocó en primer plano la agrupación kirchnerista La Cámpora, cuyo máximo referente e hijo de la ex presidenta Cristina Fernández, Máximo Kirchner, esgrimió un discurso de cierre ante algunos cientos de asistentes, en medio de un temporal sobre la Ciudad de Buenos Aires. Pese a las justificaciones climáticas, la asistencia no fue, quizás, la esperada.
Bonafini criticó duramente la gestión de Mauricio Macri al considerar que planea «que la gente tenga que trabajar por nada». Sus palabras resultaron verdaderamente coherentes con las apreciaciones que gran parte de la opinión pública tiene sobre las políticas de ajuste del macrismo. Por otro lado, el cierre del acto lo realizó Máximo Kirchner, quien insistió con que existe un «bombardeo mediático» que es parte de una «mentira» que «llevó a Macri al poder». En ese sentido, Kirchner sostuvo que los medios «callan lo que pasa» y que el Gobierno le pone «palos en la rueda a la gente». En este caso, el discurso giró alrededor de las cuestiones políticas que hoy afronta el espacio que representa.
A priori, si bien «mítico», el contexto exige una aclaración: la «resistencia», en este caso, es a las medidas impopulares de un Gobierno electo democráticamente, por lo que salvar las distancias es necesario. Aunque también es cierto que, pese a su carácter democrático en lo formal, el Estado actual sigue apostando a los despidos, a la recesión y a la falta de diálogo (paradójico, si recordamos la campaña electoral) con el amplio espectro opositor que se moviliza, cabe decir, fragmentadamente.
Palos van, palos vienen, y muchos miran este ida y vuelta desde sus cotidianas vivencias, sin ser protagonistas directos de la arena política. Entonces, ¿Qué parece ser llamativo para la amplia mayoría de los argentinos que no participan activamente, hoy, ni en las políticas del Gobierno macrista, ni en la militancia de «resistencia» kirchnerista? Se me ocurren, al menos, tres cuestiones, mínimamente, desde una opinión relacional, por el sólo hecho de compartir momentos y espacios, día a día, con personas que se identifican en ese amplio margen que actualmente carece de representatividad política.
El kirchnerismo, asediado por cierta persecución judicial, legítima o no, y fragmentado internamente en la discusión por el comando del PJ, sigue apelando discursivamente a cierta contienda por las culpas, reparando en los desaciertos del Gobierno actual, que los hay y varios, y desentendiéndose de los propios durante los últimos tiempos de gestión, que también los hubo. O al menos así lo entiende gran parte de la opinión pública, que no votó en noviembre al FPV y que tampoco avala hoy ciertas políticas públicas del «cambio». ¿Y si la retórica kirchnerista girara un poco hacia lo propositivo, y que desde la labor legislativa (que viene siendo mezquina salvo casos puntuales) enfrentara las políticas de ajuste?
“Mejorar”, para “volver”, puede significar entonces, “resistir” políticamente, con organización y construcción popular, abierta y orgánica, para no resistir por resistir
De allí la segunda cuestión que, según entiendo, gira alrededor de la pregunta que se hacen propios y ajenos: ¿Puede el kirchnerismo «volver» con la misma estructura dirigencial hermética con la que ha gobernado durante los últimos años? Todo indica que, por sus propios medios, al FPV le está costando consolidarse como única opción de oposición. Las ambigüedades del Frente Renovador, si bien repudiables en muchos casos, la aseguran a sus dirigentes una imagen medida y especulativa ante la opinión pública. El sindicalismo aún se opone tibiamente, y la militancia, ha sido demostrado, ha mermado un poco en su convocatoria. ¿Será hora de abrir el frente y convocar desde una perspectiva más integral?
Por lo tanto, y en función de lo ya dicho, creo que la cuestión más importante: ¿»Resistiendo con aguante», o «economía de fuerzas»? Mucho se dice acerca de esta supuesta «resistencia» y el diario confrontamiento con un Gobierno que, sobrados argumentos, se aleja cada vez más de las necesidades de la sociedad, o al menos, de los estratos menos pudientes. No obstante, parece que la correlación de fuerzas opositoras aún no es la esperada por el kirchnerismo en retirada de fines del año pasado. La convocatoria de la «marcha de la resistencia» en cuestión no ha sido la excepción. ¿Si tan nefastas son las políticas del cambio, por qué tan poca la convocatoria? Y estimo, quizás sea porque como sugiere el concepto de «economía de fuerzas» de Perón, quizás sea hora de abandonar la desprolijidad de marchar todos los días, y planificar una gran movilización, con agenda ciudadana y popular, de gran convocatoria y participación.
De éstas tres cuestiones que observo, disparo una incertidumbre: si bien romántico y erosivo, ¿le resulta efectivo el discurso de la «resistencia» al kirchnerismo, hoy, cuando se supone que tiene que reconquistar a los sectores populares que le han quitado su apoyo electoralmente? Es sencillo ir en contra de los medios concentrados y las corporaciones que hoy apoyan al Gobierno conservador. Como las brujas, que los hay, los hay. Pero sobrados casos ejemplifican que el poder político se ejerce en los medios, pero que no es propiedad exclusiva de los mismos. Una lúcida Cristina venció electoralmente en 2011 con un amplio margen ante una oposición dispersa, como esta a la que le toca pertenecer hoy, y contra las tapas más violentas de los más grandes medios. ¿Quizás haya sido que, por aquel entonces, las propuestas del FPV sonaban armónicamente junto a las necesidades de la ciudadanía? De esto sabremos mejor, probablemente, en las legislativas del año que viene.
Por su parte, el Gobierno nacional va intercalando medidas de interpretación con desatinadas improvisaciones. Como sugieren sus ministros, «aprenden sobre la marcha» a gobernar; y muy bien, quizás no lo vengan haciendo. Pero cuentan con una a favor: tengan o no razón según el caso, del otro lado, recién están comenzando a aprender a ser oposición.
“Mejorar”, para “volver”, puede significar entonces, “resistir” políticamente, con organización y construcción popular, abierta y orgánica, para no resistir por resistir, en antagonismo a los males que hoy asedian a los pueblos, sino más bien propositivamente, generando una alternativa en un marco democrático que no deberíamos poner en duda. Y esto está faltando.
Será hora de que los actores políticos y sociales populares de América Latina nos organicemos para volver unidos, determinados, y tirando todos para el mismo lado: la justicia social; sin margen de error para personalismos, sectarismos, codicias y soberbias, que sólo hicieron que perdiéramos el apoyo de los pueblos que durante más de una década supimos conquistar. Los medios concentrados, los antidemocráticos y los ricos de siempre nunca mejorarán. Son lo que deben ser. Entonces mejoremos nosotros; seamos lo que debamos ser y entonces sí, preparémonos para volver.