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Sistema previsional: el mito de «la plata que yo aporté»

El sistema previsional argentino se financia solo en una parte con el aporte de los trabajadores en actividad. El resto (50%) proviene de impuestos varios. Dilemas de un sistema siempre al borde del colapso. 

Por Aldo Duzdevich | Periodista y ex-Director de Capacitación de Anses

Siguiendo los debates sobre las jubilaciones de los jueces, fue común escuchar la frase “nosotros (los jueces) hacemos aportes muy importantes al sistema”.

Aunque, no son solo los jueces. Es un lugar común escuchar a jubilados de otras actividades preguntar: “¿Dónde fueron todos mis años de aportes?”, o, “si al menos, me devolvieran lo que yo aporté durante 30 años”. Creo que todos hemos escuchado estas frases alguna vez.

Se parte de la idea de que los descuentos en nuestro sueldo van a parar a una especie de caja de ahorro individual, de la cual voy a retirar algún día mi jubilación. Sobre este concepto, en los 90 se intentó abandonar el sistema de reparto y se crearon las AFJP con paupérrimos resultados en las pocas jubilaciones que se alcanzaron a otorgar.

Volviendo al tema jueces paso a explicar cuánto es lo que aportan al sistema y cuánto retiran del mismo cuando se jubilan. La ley les exige 30 años de aportes y 60 de edad. Ahora, de esos 30 de aportes, como magistrado debe aportar mínimo 10 años; los otros 20 pueden ser autónomos, o empleados en cualquier actividad. Por lo tanto, un magistrado podrá aportar durante diez años el 12% de su sueldo y el Estado le va a garantizar recibir una jubilación durante 20 o 30 años el 82% móvil de su último sueldo. A simple vista, hay algo en la cuenta que no cierra.

Veamos los números: hoy el aporte promedio del poder judicial es $32.000 (unos 500 dólares al mes) y la jubilación media del sistema es $289.000 (unos 4.800 dólares mes).

Tomemos como ejemplo un señor/a que trabajó y aportó como juez durante 20 años (diez más de lo que exige la ley), que se jubila a los 60 y vive hasta los 80. Al jubilarse, cobrará una jubilación mensual de 4800 dólares. Multiplicado por 240 nos da la no despreciable suma de 1.152.000 dólares, el famoso millón de dólares que todos soñamos.

Contabilicemos su “ahorro”. Durante 20 años todos los meses aportó sus 500 dólares. Un interés razonable en dólares es  4% anual. Aplicando la fórmula de interés capitalizable, nos va a dar que al cabo de 20 años el ahorro será de 198 mil dólares, una suma importante, pero muy lejana al millón de dólares a cobrar. Probablemente se me sugiera que la tasa de la Reserva Federal más dos puntos (4%) es mala inversión, y alguien proponga llamar al “lobo de wall street”, para que le arme una AFJP con sus ahorros.

Generalmente estas cuentas se explican en lenguaje difícil. Pero es bastante sencillo de entender que hay una cuenta básica que no cierra. Si durante 20 años depositaste todos los meses en Anses el 12% de tu sueldo, y en los próximos 20, Anses te devuelve el 82% de ese mismo sueldo todos los meses… No hay ninguna magia de Wall Street que convierta 12 en 82.

Sin duda en los sistemas de privilegio, es muy clara la respuesta a la pregunta “¿qué hicieron con todo lo que yo aporté?”. Pero, con valores y diferencias menos amplias entre aportes y jubilaciones esta cuenta se puede hacer para el resto de los jubilados del régimen general.

Un sistema que no cierra

El regimen general exige 30 años de aportes (son del 11%) y las jubilaciones varían entre del 65 al 70% del monto calculado sobre los salarios de los últimos diez años. Para no marearnos, no voy a repetir los cálculos de aportes e intereses. Pero vale la misma idea básica: si aportaste 11% de tu sueldo durante 30 años, y vas a recibir el 65% durante veinte años como jubilación, tampoco hay magia que convierta 11% en 65%. Es decir, estás recibiendo muchísimo más dinero del que aportaste en tu vida activa.

Creo que esto responde a la pregunta: ¿qué se hicieron mis aportes de tantos años? En realidad la pregunta es incorrecta porque el nuestro no es un sistema de ahorro individual, como pretendió ser el de AFJP, y fue un desastre, con jubilaciones miserables como las que se dan en Chile.

El nuestro es un sistema de solidaridad intergeneracional. Significa que quienes trabajan hoy sostienen la jubilación de sus padres y abuelos. El sistema general se financia con aportes y contribuciones. Los empleados aportan el 11% y la patronal (privada o estatal) aporta el 12%. Para pagar el haber de un jubilado del 82% hacen falta mínimo cuatro activos que ganen el mismo sueldo. En realidad lo óptimo debería ser de 4 a 6 trabajadores activos por cada jubilado. En el caso de la justicia hay solo 2,5 activos por cada jubilado y en el régimen general hay 1,7 aportantes por cada jubilado.

Dije en una nota anterior que  los orígenes del sistema datan del “estado de bienestar” en la década del 40, cuando la expectativa de vida no superaba los 50 años. Hoy el promedio es de 76 años (80 en mujeres, 73 en hombres). Cuando nació el sistema tenía una base piramidal muy ancha. Es decir había muchos trabajadores activos para sostener a los pocos que superaban los 50 años de vida.

¿Entonces cómo se financia el sistema?. Los aportes y contribuciones representan aproximadamente el 50% de los recursos. El otro 50% ingresa de un porcentaje de distintos impuestos: IVA, combustibles, cigarrillos, débitos bancarios y dólar solidario. Cuando alguien hace una compra de alimentos, cigarrillos o carga nafta también está haciendo aportes al sistema previsional.

Estos recursos extra-sistema superan en la realidad el 50% del gasto previsional que para 2020 está calculado en 50 mil millones de dólares, lo que representa el 62% del presupuesto nacional.

En el contexto de recesión que dejó Macri (9,7% de desocupación, 40% de pobreza, 53% de inflación anual) los problemas del sistema previsional se han agudizado, y el gobierno usó los recursos existentes para dar un 18,8% de aumento en las jubilaciones mínimas, que son el 70% de la masa de jubilados.

Pero, aunque en dos o tres años logremos reactivar la economía el problema de la escasez de recursos del sistema previsional seguirá existiendo. Y como dijo el Presidente el primer paso para resolver los problemas es reconocer su existencia. Yo no tengo una respuesta para este inmenso atolladero. En mi próxima nota voy a referirme a cómo se financian las jubilaciones en otros lugares del mundo. Aunque ya adelanto que el dilema es general: hace poco vimos arder Paris por esta misma discusión.

Artículo publicado en APU

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