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Sin luna de miel

Al parecer, los tradicionales 100 días de gracia no rigen para el peronismo, recibido con hostilidad en su retorno al poder. Ni siquiera la gravedad de la situación heredada sirve como atenuante a la hora de atacar a un gobierno que en estos 20 días está avanzando en la dirección correcta.

Por Claudio Siniscalco

Ya pasaron casi tres semanas desde aquel calurosísimo 10 de diciembre, ese 10 de diciembre de 2019 que parecía que no llegaría nunca.

Y una vez disipadas las emociones, deshechos los abrazos y escurridas las lágrimas, luego de ver una y otra vez las imágenes de esa Plaza desbordada como tal vez nunca, después de escuchar los discursos y los cantitos, cuando el corazón por fin se desaceleró, la realidad volvió a golpear sin piedad.

Habían decidido que no habría ni 100 días de gracia, ni luna de miel, ni nada parecido

No podíamos relajarnos más que dos o tres días, había que volver a sufrir, a estresarse, a estar alerta, con los puños apretados, atentos a una nueva mentira, a una falsa noticia, a una operación destinada a provocar el prematuro desgaste del gobierno del Frente de Todos.

La oposición macrista y los medios hegemónicos llamaron “devaluación” a una medida destinada a desalentar el uso de dólares (dólares que dilapidó Cambiemos); dijeron que Alberto “defoltió” a los jubilados, al no soportar que haya aumentado fuertemente la mínima; denominaron “impuestazo” al proyecto de reforma impositiva de Axel Kicillof, que aumenta las cargas un 15 por ciento por encima de la inflación (inflación que dejó Cambiemos) a sólo el 6 por ciento de las propiedades bonaerenses. Todo eso, entre otras cosas, en sólo 20 días.

Era muy interesante para el análisis político saber qué podía suceder a partir del 10 de diciembre, cómo se comportarían los actores principales, ya que nos encontrábamos con un gobierno no peronista que lograba concluir su mandato (no ciertamente por sus propios méritos); ese gobierno había sucedido al exitoso ciclo kirchnerista de 12 años y sería reemplazado, a su vez, por otra administración nacional y popular.

Es decir, el escenario nos mostraba una fuerza de derecha con un poder fáctico e institucional considerable, teniendo que ser oposición de un gobierno peronista que intentaría revertir la orientación política, económica y social que llevó a esa derecha a perder las elecciones.

Si había dudas sobre cómo se comportaría el bloque político-económico-mediático siendo oposición, esas dudas quedaron disipadas rápidamente

La declaración de guerra fue casi inmediata, y aunque el Presidente se enfrentará a enormes desafíos de gestión, tal vez el mayor problema sea lidiar con esa hostilidad destituyente.

Tanto Alberto Fernández como Axel Kicillof concentran sus esfuerzos en gobernar lo mejor posible para la mayor cantidad de gente. Aunque sabemos que con eso no basta, ya que la percepción de la realidad es tanto o más relevante que la realidad misma. De la estrategia comunicacional del oficialismo dependerá en gran medida su suerte. Y la de todos.

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